Desde que no se enseña en los colegios el buen uso de las palabras y a entender los conceptos, la Libertad sirve lo mismo para irse de excursión que para abortar a los 16 años, tras cinco meses de embarazo y sin permiso de los padres. Una joven en edad de ser madre es tratada como una niña en todo, excepto en su libertad de abortar: no vota, no puede ser candidata a alcaldesa, ni comprar tabaco ni bebidas alcohólicas, no puede casarse ni desaparecer de su casa sin permiso de los padres, no tiene entidad jurídica plena hasta la mayoría de edad y es, por tanto, irresponsable, y no puede delinquir aunque sea una delincuente. Para llevar adelante este cúmulo resumido de contradicciones se ha creado un ministerio que nadie echaba de menos, de un ramo de imposible fin: Igualdad, y su titular es una mujer joven de la que depende, en su elaboración, la nueva ley del aborto como una conquista del progreso.
La izquierda agoniza maltratando a la Libertad, lo sabíamos, pero no contábamos con que su agonía fuera tan larga. La izquierda no nos presenta ya modelos de sociedad, ni discute sobre las relaciones de poder entre los grupos de distintas tendencias y agentes sociales: capital, trabajadores, sindicatos, patronal, Iglesia, nacionalismo, terrorismo, guerra y paz, conciencia y libertad individual y tantos otros asuntos necesitados de debate en una sociedad que está lejos de ser homogénea. Las cortinas de humo para ocultar una negada crisis económica de final imprevisible se lanzan a diario. La izquierda no tiene nada que ofrecer que no sean fantasmagorías de dudoso progresismo. Creímos en ella cuando tratábamos de salir de una dictadura para entrar en un régimen democrático normalizado, pero ya no podemos porque no nos creemos que el aborto permisivo y la eutanasia sean progresos, que la Alianza de Civilizaciones sea algo más que una fantasía o que los matrimonio de homosexuales sean una modernidad.
Todas estas extravagancias son números de un espectáculo de variedades para distraer a los nostálgicos de la progresía, encerrados en su búnker a la espera de la segunda venida de Franco que les dé argumentos. ¿Es legal abortar a los 16 años sin permiso de los padres? ¿Es constitucional, si la joven madre frustrada no tiene capacidad jurídica para decidir? Desde que cayó el Muro de Berlín y los cascotes cayeron en las honorables cabezas de los izquierdistas del mundo, no saben por dónde tirar. ¿Por qué no se aclaran? El presidente de Venezuela se ha aclarado. El de Bolivia va camino. Serían más respetable si dijeran: "Ciudadanos: Nosotros no somos de izquierda ni podemos serlo en Europa Occidental, pero casando a los homosexuales y dándoles permiso para abortar a las jóvenes de 16 años, por encima de los derechos paternos, mereceríamos gobernar en Corea del Norte. Vótennos y todo se andará."
Francisco Bejarano|Diario de Jerez
La izquierda agoniza maltratando a la Libertad, lo sabíamos, pero no contábamos con que su agonía fuera tan larga. La izquierda no nos presenta ya modelos de sociedad, ni discute sobre las relaciones de poder entre los grupos de distintas tendencias y agentes sociales: capital, trabajadores, sindicatos, patronal, Iglesia, nacionalismo, terrorismo, guerra y paz, conciencia y libertad individual y tantos otros asuntos necesitados de debate en una sociedad que está lejos de ser homogénea. Las cortinas de humo para ocultar una negada crisis económica de final imprevisible se lanzan a diario. La izquierda no tiene nada que ofrecer que no sean fantasmagorías de dudoso progresismo. Creímos en ella cuando tratábamos de salir de una dictadura para entrar en un régimen democrático normalizado, pero ya no podemos porque no nos creemos que el aborto permisivo y la eutanasia sean progresos, que la Alianza de Civilizaciones sea algo más que una fantasía o que los matrimonio de homosexuales sean una modernidad.
Todas estas extravagancias son números de un espectáculo de variedades para distraer a los nostálgicos de la progresía, encerrados en su búnker a la espera de la segunda venida de Franco que les dé argumentos. ¿Es legal abortar a los 16 años sin permiso de los padres? ¿Es constitucional, si la joven madre frustrada no tiene capacidad jurídica para decidir? Desde que cayó el Muro de Berlín y los cascotes cayeron en las honorables cabezas de los izquierdistas del mundo, no saben por dónde tirar. ¿Por qué no se aclaran? El presidente de Venezuela se ha aclarado. El de Bolivia va camino. Serían más respetable si dijeran: "Ciudadanos: Nosotros no somos de izquierda ni podemos serlo en Europa Occidental, pero casando a los homosexuales y dándoles permiso para abortar a las jóvenes de 16 años, por encima de los derechos paternos, mereceríamos gobernar en Corea del Norte. Vótennos y todo se andará."
Francisco Bejarano|Diario de Jerez
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