jueves, 29 de diciembre de 2011

"No se puede identificar carlismo con franquismo"


Lo que en principio estaba proyectado como una "tesis sobre periodismo" -en concreto sobre la revista 'Montejurra'- acabó cuajando, por el volumen de información recopilada, en "una tesis de historia", después galardonada con el Premio Luis Hernando de Larramendi.


Pamplona (Fuente: noticiasdenavarra.com, félix monreal - Domingo, 2 de Enero de 2011) - 

Dirigido en el arranque por Javier Tusell (posteriormente fallecido), el periodista e historiador navarro Manuel Martorell (Elizondo, 1953) se embarcó en una tarea que ha desarrollado durante diez años, compaginando la investigación con su trabajo cotidiano en las redacciones de Diario 16, primero, y de El Mundo, después. El material reunido abarcaba desde la Guerra Civil hasta la Transición. Por consejo de Tusell, Martorell acortó el periodo histórico centrándose en los años cuarenta y cincuenta "el periodo más oscuro, más desconocido y del que surgían también muchas incógnitas", explica el autor. "Una de las hipótesis que yo barajaba, por el conocimiento que tenía del carlismo, es que no se podía identificar, como se hacía generalmente, carlismo y franquismo. Esa era la hipótesis principal de este trabajo", expone Martorell, que la pasada semana presentó en Pamplona Retorno a la lealtad. El desafío carlista al franquismo.

Usted hace hincapié en la utilización que hizo Franco del carlismo y en sus maniobras para dividir a los carlistas con la guerra ya en marcha.

Un experto en carlismo decía que en realidad el verdadero triunfo de Franco había sido conseguir que la gente identificara carlismo con franquismo, porque el franquismo había adaptado algunos símbolos como la bandera, el himno Oriamendi, la gorra roja (sin la borla) y la camisa azul. Iniciada la guerra, los carlistas de a pie no aceptaron el Decreto de Unificación (con la Falange en abril de 1937); por lo tanto, no aceptaron el régimen franquista y siguieron defendiendo sus principios, aunque eso no se explicitara públicamente.

Sostiene en el libro que si en un momento dado los requetés llegan a plantarse y abandonar el frente, por las divergencias con Falange, el desenlace de la guerra hubiera sido otro.

Sin la participación del requeté, y eso me lo han dicho varios, España sería ahora una República. Ellos dicen que si el Frente Popular o la República durante el bienio reformista no se meten con la religión, el requeté no hubiera salido; y si el requeté no sale, el golpe no sigue adelante.

En el libro ofrece una imagen diferente de algunos personajes, como Jaime del Burgo Torres, que se contrapone a otras descripciones, más severas y acusadoras, que aparecen en diferentes libros e incluso a las transmitidas por la memoria popular.

Es otro de los objetivos de mi libro: eliminar las simplificaciones que se han realizado al relaccionar al carlismo con el franquismo y la represión. Al final se ha extendido en la memoria colectiva que todo el carlismo participó en la represión. El caso más claro es el de Del Burgo, señalado como el padre de todos los asesinatos. Yo entrevisté a Del Burgo; ya estaba muy mayor y creo que estaba diciendo la verdad cuando ofreció su versión de los hechos. Él dijo que salió de Pamplona el 19 de julio y no volvió hasta que le hirieron en Madrid. Repuesto, regresó al frente; cuando retornó a Pamplona la sangría ya había pasado, porque fue en los primeros meses de guerra. A mí me resultaba muy difícil aceptar que se extendiera la represión a las miles de personas que salieron de aquí y que lo hicieron pensando sólo que iban a Madrid a derribar un Gobierno, poner otro y ya está. Me resulta difícil aceptar que toda esa gente estuviera dispuesta a aniquilar a personas que no pensaran como ellos. No se ha hablado de muchos carlistas que no participaron en la represión y que hicieron lo posible para evitar que se asesinara a personas que pensaban de forma contraria. En zonas donde tenía implantación hegemónica el carlismo, prácticamente no hubo asesinatos: en Estella, Valdorba, en las comarcas alrededor de Pamplona...


¿Es esta la historia de una tradición de Franco al carlismo?

Algunos le llaman engaño, pero desde luego Franco traicionó en todos los sentidos las promesas que había hecho a la Comunión Tradicionalista cuando se negoció la sublevación.

¿Considera que después de la guerra los carlistas llegaron a creer que podían desafiar al régimen e incluso acabar con él?

En el periodo de la II Guerra Mundial hay una coincidencia entre los análisis que realiza la oposición republicana que está en el exilio (la gente entorno al PC y al maquis) con el análisis recogido en varios documentos carlistas que en resumen vienen a decir que el régimen está acabado, que está aislado, que no tiene el apoyo de la población y que el fin de Hitler y de Musolini va a ser también el fin de Franco y de la Falange. Y por eso, aprovechando esta circunstancia, la Comunión Tradicionalista, que era la tendencia del carlismo mayoritaria en ese momento (eran los que seguían a Fal Conde, los llamados falcondistas), se plantea una reconciliación de España con Europa a través de la implantación de una monarquía de tipo tradicional, semejante a la del Reino Unido, basada en las tradiciones, en los antiguos fueros y por supuesto muy católica, muy conservadora pero no fascista.

¿Qué ocurrió?

Hay que comprender en esos años cómo influye la coyuntura internacional. En el año 1946, EEUU e Inglaterra firman en Naciones Unidos un acuerdo que implica la retirada de todos los embajadores, el cierre de las fronteras y una de las cláusulas pide a todos los gobiernos de la ONU que trabajen con la oposición para derribar el régimen. Un año después, cuando la Guerra Fría está en marcha, cuando se tiene que revalidar la resolución de 1946, EEUU e Inglaterra ya no firman ese acuerdo sino que restablecen las relaciones diplomáticas. Después, con el acuerdo de Bases de 1953, España se convierte en la mayor plataforma estratégica de occidente y por tanto la estrategia falcondista de acabar con el régimen desaparece. Y a partir de esos años la estrategia del carlismo también va a cambiar; empieza un periodo de estancamiento en el que no sabía muy bien por donde tirar y después un periodo de colaboración que va a ser el de finales de los cincuenta y primeros de los sesenta.

¿Qué futuro le ve en esta sociedad al ideario carlista (al partido más viejo de Europa)?

El carlismo como partido político, y de acuerdo con sus planteamientos históricos, es obvio que no tiene un lugar en el sistema político español en estos momentos. Pero sus ideas tal vez sí que podrían resolver algunos problemas de difícil solución como el contencioso entre Cataluña y el Estado por el Estatuto. Porque lo que está en el fondo del pensamiento político carlista es que las antiguas libertades, los fueros, las tradiciones de cada región, están por encima de cualquier otra constitución. Estamos hablando de un estado federal que se asemejaría mucho a lo que ellos establecen en las relaciones de los antiguos reinos con el centro del poder.

¿Sosteniendo la figura del rey?

Dentro del pensamiento carlista, la monarquía es la institución que coordina ese sistema federal. Para ellos, los fueros, las antiguas libertades, lo que llamaríamos ahora los derechos históricos, están por encima de la Constitución. 

jueves, 15 de diciembre de 2011

La sordera moral respecto al aborto es hoy en día la ley educativa de Occidente


La desaparición de la piedad es una noticia que supera la crisis del euro y cualquiera otra noticia. Una chica de dieciséis años ha abortado, esto es, se ha liberado, aniquilándola, de una criatura humana concebida en su seno, después y a causa de una campaña orquestada con las mejores intenciones por sus padres en nombre de un valor social sordo a cualquier rémora de tipo ético (de buenas intenciones está empedrado… etcétera). Padre y madre han pedido también una orden judicial para obligarla a abortar, sin obtenerla por el momento, y llegando al mismo objetivo mediante la persuasión y conduciendo de la mano al patíbulo de la vida a una niña recalcitrante. En tiempo litúrgico, como dirían los católicos y como dice la tradición cristiana, de Adviento. La historia la ha explicado Cinzia Sasso, periodista de la Repubblica y first lady de la Milán progresista y acomodada. Es una maldita y simple historia.
El sexo de los adolescentes, protegido o no protegido desde el punto de vista sanitario y conceptivo, es un dato de hecho aceptado y finalmente protegido en un amigable rechazo de las inhibiciones por parte de las familias, de la mayoría de los profesores, de las amigas o amigas mayores y de cualquier otra pálida autoridad superviviente. Si tienes dieciséis años, si eres inquieta y estás enamorada o simplemente eres aventurera y decidida, y los sentimientos o las pulsiones te ordenan seguir sin demasiados problemas las tormentas hormonales de tu edad, entonces la máxima sugerencia cautelar que la escuela, la familia o el estado sanitario te ofrecen es el de garantizarte un preservativo […]. Pero las consecuencias del amor no prevén el laico y fatalista «haz lo que debas hacer y que pase lo que daba pasar», y menos aún el agustiniano «ama (dilige) y haz lo que quieras»; no, la regla ética moderna y despiadada dice que estás autorizado a hacer lo que quieras, porque eres un sujeto libre, siempre que evites el riesgo de las consecuencias de aquello que haces, incluso si entre las consecuencias se encuentra la vida humana inocente de un ser concebido para la libertad de nacer y de existir. Ésta es la atroz lección transmitida a la chiquilla.
La sordera moral respecto al aborto es hoy en día la ley educativa de Occidente […]. Lo es hasta el punto que el tribunal familiar llama en su ayuda al tribunal civil, porque la cultura prevaleciente es la de Obama, que llama “incidente” y “riesgo” al hipotético embarazo de una de sus hijas, es la hoy en día difundida en las consideraciones de los hombres y mujeres comunes: las chicas y los chicos deben ser comprendidos, apoyados y educados según los principios de crítica y deconstrucción de toda posible autoridad o prohibición, pero entre tanto libertarismo surge la idea de que deben ser obligados a defenderse de la agresión de una criatura nueva, del evento patológico del parto, criatura y parto que finalmente, apoyándose en la ley, es totalmente lícito impedir en nombre de una vida que sería golpeada y devastada por una maternidad precoz. Como si la interrupción precoz de la maternidad no fuese una devastación de conciencia y de espíritu infinitamente superior a cualquier síndrome post parto. Como si no contase nada, y no cuenta nada, el respeto hacia el tercero incómodo, hacia el embrión formado, único e irrepetible destinado a sucumbir por el peso de una toma de posición ideológica o sociológica.
Incluso los hombres de iglesia se sienten obligados a sociologizar el problema, a presentarse, como el director del periódico católico [Avvenire] llamado a comentar la historia, «entristecido» por un aborto que no se puede aceptar, pero lleno de comprensión por las ansias de los padres y por la situación en la que se ha encontrada la muchachita. La comprensión para quien puede decidir desde su posición de fortaleza la existencia del débil es sólo la otra cara del trato despiadado infligido a la víctima de una inversión de todos los valores de la vida y del amor. Que no me molesten más estos católicos comprensivos con su querido tema del amor y la solidaridad. Quédense con esas palabras falsamente religiosas y déjenme una laica y sagrada piedad.
Giuliano Ferrara|Il Foglio