martes, 23 de abril de 2013

Español, lee y difunde

Un hombre en pie: pensamiento de un carlista de Leiza
(Del blog de “El Brigante”)

El pasado Martes Santo, 26 de marzo de 2013, el ayuntamiento de Leiza acordó por mayoría absoluta (9 concejales –de la izquierda abertzale– sobre 11) retirar el nombramiento de hijo predilecto de Leiza a don Antonio Lizarza, carlista e hijo de la villa. Otro hijo de Leiza, el concejal Silvestre Zubitur, intervino valientemente en el pleno del consistorio en protesta contra esa cobarde decisión:


“Las revanchas son una forma triste de ajustar cuentas con el pasado. Es posible que retirar un reconocimiento honorífico a una persona que pensó de un modo distinto a los que hoy tienen el poder produzca satisfacción en los que mandan, pero eso no es nada en comparación con la decepción y dolorosa sensación de que las ideas callan cuando la fuerza se impone. Y si con actos así las ideas callan, las preguntas resuenan.

Por ejemplo,

¿Cómo pudo ser que un pueblo como Leiza, tan vasco y tan trabajador y popular, fuera durante la mayor parte de la época contemporánea un bastión del carlismo?

¿Cómo pudo ser que, hasta la aparición del nacionalismo, la inmensa mayoría de los leizarras, sencillos trabajadores y pequeños propietarios, fueran carlistas de corazón dispuestos al sacrificio por defender sus convicciones?

¿No habrá tenido nada que ver el carlismo en la preservación de la cultura vasca de Leiza?

¿Aquél viejo carlismo no sería una fuerza de defensa de las libertades populares frente al centralismo liberal invasor?

¿No habrá tenido el carlismo parte en la formación de una conciencia celosa, por los derechos de la gente, y una intolerante, frente a los abusos?

Pero no se detienen ahí las preguntas que durante demasiado tiempo se han querido prohibir a los hijos de Leiza y de muchos pueblos vascos:

¿Cómo podía ser que los carlistas leizarras amaran Euskal-herria como su patria y al mismo tiempo se emocionaran con el ideal de las Españas, sin encontrar contradicción en ello?

Quizás no hay contradicción ninguna entre Euskal-herria y las Españas.

Pero hay más,

¿No enseñaban los viejos carlistas a venerar las libertades populares que llamaban fuero y a defenderlas con la misma vida?

¿No tendremos que preguntarnos qué relación tendrá aquel viejo fuero con el deseo de verdaderas libertades para Euskal-herria?

También aquí se da una contradicción, de que los que hoy hablan de fuero han logrado la abolición de su esencia y quienes buscan otro “marco institucional” para los vascos, ignoran la hermosa raíz que el fuero tiene en esta tierra de Leiza.

Por último y más importante:

¿Cómo podía ser que aquellos vascos carlistas amaran a Dios sobre todas las cosas y se enorgullecieran de llevar una vida humilde y cristiana, desde la mañana hasta la noche, desde la infancia hasta la muerte?

¿Quizá no habrá ninguna incompatibilidad entre ser vasco y la religión?

O más aún, ¿es que no fue el amor a Dios lo principal que custodiaban aquellos vascos, españoles, carlistas y leizarras?

Dejadme decir que la verdad se defiende sola. Podremos ocultarla, podremos privar a las generaciones actuales de su derecho a conocerla, pero no podremos cambiarla. El carlismo en esta tierra no fue nunca planta trasplantada que necesitara aclimatarse: fue sencillamente el decantarse de una historia milenaria que aunaba amor a Dios, al prójimo, a la justicia y a la propia identidad vasca. Por eso mismo fue siempre integrador: Dios y patria, fueros y rey. Integrar, solidarizarse, vivir en permanente auzolan, sin otra exclusión que la mentira, que el odio y que el rencor.

Me podréis decir que deliro, que dibujo un panorama idílico e inexistente. No es verdad. La razón de ello es que no hablo de ninguna ideología (y podría extenderme en las mentiras que se han vertido sobre el carlismo, vinculándolo con enemigos históricos, como el fascismo), sino de un pueblo que tan sólo quiere construir su propia vida y defender las tradiciones que le han dado su identidad. Por supuesto, que entre los carlistas hubo de todo, pero no porque eran carlistas. En tanto que carlistas eran hijos del pueblo y de Dios y sus errores personales no ensombrecen ese glorioso empeño común.

Dejadme deciros una última cosa: vosotros queréis construir una patria con una ideologíaLos carlistas nunca tuvimos una ideología, sino una patria que conservar, que merecer, que transmitir. Por eso, vosotros podéis haber visto en los carlistas de ayer y de hoy enemigos que no tienen cabida en vuestra patria soñada. Esa ventaja tenéis sobre nosotros: nosotros, sin embargo, os necesitamos, aunque vosotros creéis que no nos necesitéis, porque para reconstruir la patria, el pueblo, la vida en común no podríamos prescindir de nadie, porque todos estamos llamados a ayudarnos a vivir una vida más digna y más humana. Ésa es nuestra debilidad, pero ésa también es nuestra gloria.

Mi defensa de un hijo del pueblo no es una defensa personal ni partidista, es una llamada de atención, un recordatorio a unas cuantas preguntas que todavía se acallan.”


[Esta intervención fue acompañada de la lectura del siguiente “escrito en contra de la iniciativa del ayuntamiento de Leiza para la retirada del nombramiento de hijo adoptivo de Leiza de D. Antonio Lizarza”].


En primer lugar diré que por la diferencia de edad no he conocido a D. Antonio aunque si conocí a su hermano D. Nazario, que vivía en Leiza, cuando nosotros éramos pequeños, y también a todos sus sobrinos, hijos de su hermano D. Rufino y los hijos de este y los nietos, pues son de mi edad y por último los biznietos que son de la edad de mis hijos. Lo que si, he tenido la oportunidad de conocer a dos de los hijos de D. Antonio, D. Javier y D. José Antonio con los cuales he mantenido y mantengo una gran amistad por su personalidad y fidelidad en todo momento y como representante de este ayuntamiento por el honor y la dignidad de todos ellos y con todo merecimiento quiero hacer esta defensa.

En segundo lugar diré que siempre me ha gustado escuchar a las personas mayores en sus tertulias y entre ellos hablaban muchísimo de D. Antonio y de lo que les ocurrió aquí y allá, pero tengo que reconocer que entre aquellas vivencias y a menudo estremecedoras, nunca escuche una conversación con el mínimo rencor hacia las personas que habían sido sus adversarios, al contrario la mayoría de aquellos hombres y mujeres supieron rehacer sus vidas pasando todos, toda clase de penurias, se respetaron y convivieron en adelante, dejando ejemplo para la posteridad.

A D. Antonio Lizarza el pueblo de leiza le nombró hijo adoptivo, y ahora el pueblo de Leiza le va a retirar. ¡Pobre Leiza como te han cambiado! Pero yo os diré que a D. Antonio Lizarza, jefe carlista en Navarra, que no era hijo adoptivo de Leiza, sino que natural de Leiza y a mucha honra para él y para muchos Leizarras, eso sí que no le vais a quitar porque cambiareis la historia pero nunca, nunca, nunca la realidad.

Y por todo ello también diré que esta iniciativa que habéis presentado no hace más que demostrarme que yo en algo estaba equivocado, pensaba que aquellas tertulias de nuestros mayores, aplacaban a toda persona que no quería que sus hijos pasaran por lo que ellos tuvieron que pasar, pero veo el rencor y el odio de otras personas siguen buscando el enfrentamiento.”

Silvestre Mª Zubitur




Cantando las verdades del barquero....en Leiza

Corre por la red la reciente intervención de Silvestre Zubitur, concejal del pueblo navarro de Leiza, en una reunión de dicho consistorio. Recuerdo que Leiza está en pleno territorio comanche, y como decía el mismísimo Capitán Palacios (el único y verdadero "embajador en el infierno") no es lo mismo defender ciertas ideas allí que hacerlo en una terraza de la calle Serrano frente a un par de cervezas.

Seas o no seas carlista, simpatices o detestes nuestras convicciones, no puedes dejar de leer el breve discurso. Es imposible extractarlo porque, como digo, no es muy largo y condensa magistralmente en pocas palabras cuatro o cinco grandes verdades. Simplemente destacaría este párrafo:

"Dejadme deciros una última cosa: vosotros queréis construir una patria con una ideología. Los carlistas nunca tuvimos una ideología, sino una patria que conservar, que merecer, que transmitir. Por eso, vosotros podéis haber visto en los carlistas de ayer y de hoy enemigos que no tienen cabida en vuestra patria soñada. Esa ventaja tenéis sobre nosotros: nosotros, sin embargo, os necesitamos, aunque vosotros creéis que no nos necesitéis, porque para reconstruir la patria, el pueblo, la vida en común no podríamos prescindir de nadie, porque todos estamos llamados a ayudarnos a vivir una vida más digna y más humana. Ésa es nuestra debilidad, pero ésa también es nuestra gloria."

Dios, Patria, Fueros y Rey legítimo de las Españas

Estos diseños son para que los uséis a vuestro mejor criterio, la única condición que os pongo es: Que sirvan  única y exclusivamente para fomentar nuestro cuatrilema de Dios, Patria, Fueros y Rey legítimo de las Españas.



























domingo, 14 de abril de 2013

DISCURSO DE ACEPTACIÓN DE LA CORONA DE LAS ESPAÑAS, POR SMC DON JAVIER I DE BORBÓN



Mis leales consejeros:
He visto con gran atención los distintos informes que se han concretado en la ponencia que me acabáis de leer y he oído con verdadera emoción.
Comprendo perfectamente vuestras ansias. Son ya dieciséis años casi, desde que me nombró Regente nuestro llorado Rey Don Alfonso Carlos (q.s.g.h.) y desde que juré ante su cadáver cumplir esta tan gloriosa y difícil misión de mantener enhiesta la Bandera Carlista, nobilísima.
Entonces, en 1936, teníamos derecho a esperar que la victoria nuestra contra la revolución roja diera paso a la Regencia legítima. Los acontecimientos han sido contrarios. Vosotros, mi querido Jefe Delegado puesto por el Rey hace dieciocho años, y vosotros los miembros de la Junta, los Jefes regionales y provinciales, los Consejeros nacionales y todos los que formáis nuestros cuadros sabéis bien de los heroicos sacrificios con que me habéis asistido en este largo y duro período del interregno.
Os profeso el mayor agradecimiento y guardo en mi alma la admiración a vuestra acrisolada lealtad.
Hoy, aquí reunidos en la capital del principado, en este magnífico Congreso Eucarístico, unidos en Comunión con Nuestro Señor Sacramentado, quiero hablaros con todo el sentido de mi responsabilidad.
La autoridad soberana requiere para su ejercicio, cuanto más para su instauración, la concurrencia de la sociedad y la colaboración de sus hombres representativos.
Huérfanos los pueblos de legítima autoridad, acaban por ignorar su propio bien, cuando no lo rechazan a la manera de aquel que pedía cayera sobre sus cabezas la sangre del Justo.
La Comunión Tradicionalista, la genuina representación ideal de España, por lo mismo que cifra la salvación de nuestra sociedad en la restauración de la dinastía titular de la Monarquía legítima, tiene el claro concepto de lo que significa la proclamación del Rey; Rey de derecho. Rey de derecho no es la frívola significación de lo que el vulgo llama Pretendiente. Rey de derecho es una bandera de justicia, un programa de reivindicación, un paladín de causa noble, una promesa de salvación. Pero además es un ejemplo y una vida de hondos sacrificios, totales renunciadores, línea y camino, de padres a hijos, de servicios y trabajos.
Mientras, la victoria inicia rutas de superación de todas esas abnegaciones.
Hasta entonces Yo no paso de ser, pues que así lo pedís y así lo impone mi deber jurado, más que Rey de los Carlistas, Rey de la representación ideal de España, Rey de la Monarquía ideal.
Fijaos bien que al aceptar la Realeza de Derecho de España no hago sino radicar en Mí la suma copiosa de deberes sagrados que a mis mayores unió a esta noble nación.
Las revoluciones han borrado de las conciencias el concepto de la realeza legítima y de las obligaciones del pueblo. Sin oportunas circunstancias y preparación adecuada, una proclamación de derechos al trono puede ser inoperante cuando no contraproducente. Esa es vuestra labor. Como tarea Mía, ultimar trámites que estimo necesarios. Quedan de este modo diferenciados estos dos momentos: Mi resolución a vuestro ruego de asumir el Derecho Real vacante y el de su promulgación oficial y juramento con mi hijo, llamado a heredarme, y que ahora está impedido de concernir.
Para el mismo escribo una carta de la que haga depósito en manos de Mi Jefe Delegado, que es ya el documento auténtico de Mi acuerdo; suficiente, él sólo, para asegurar la sucesión legítima de nuestra Monarquía si durante estos trámites, no obstante que sean breves, Dios Nuestro Señor quisiera cortar mi vida que a Él, en su Divina Realeza, ofrezco en holocausto por esta Su Causa.
Con el corazón repleto de emociones que vuestra lealtad me causa, como Rey vuestro y en camino, tan penoso como sea menester, para serlo de todos los españoles, os invito a laborar sin desaliento hasta la victoria y la salvación.
Barcelona, 31 de mayo de 1952

Francisco Javier de Borbón




DISCURSO DE ACEPTACIÓN DE LA CORONA DE LAS ESPAÑAS, POR SMC DON JAVIER I DE BORBÓ.

TOMADO DEL PORTAL "AVANT" DE NUESTROS VALIENTES CARLISTAS VALENCIANOS.

jueves, 11 de abril de 2013

Aborto de derechas


Decía Balmes que los partidos "de instinto moderado y sistema conservador" se convertían a la postre en conservadores "de los intereses creados de una revolución consumada y reconocida"; y que, a la postre, resultaban más útiles a la Revolución que los propios partidos revolucionarios. Así ocurre en la cuestión del aborto, donde vemos cómo el partido conservador se convierte, mientras gobierna, en conservador de los "avances" del partido socialista, para que luego el partido socialista pueda seguir "avanzando" tan ricamente, en la seguridad de que el partido conservador conservará las cosas en el exacto punto en el que él las dejó. Ocurrió durante los dos mandatos de Aznar, en los que se "conservó" fielmente la legislación despenalizadora del aborto impulsada por González, para que luego Zapatero pudiera seguir "avanzando"; y vuelve a ocurrir ahora, pese a todos los jeribeques y pamemas que el nuevo gobierno conservador ha probado ante la galería. Año y medio después de que accediera al poder con mayoría absoluta, la legislación sobre el aborto sigue siendo la que Zapatero dejó.

De este modo, tal como señalaba Balmes, los partidos conservadores vuelven a mostrarse a la Revolución más útiles que los propios partidos revolucionarios. Las legislaciones abortistas siempre las impulsa el partido socialista; pero, ¿quién ha permitido que la mentalidad abortista arraigue y se consolide cada vez más entre la sociedad española? Sin duda, el partido conservador, dejando que tales legislaciones se asienten. Y aun me atrevería a señalar un aspecto más trágico: mientras gobiernan los socialistas, sus legislaciones abortistas se tropiezan con una resistencia contumaz por parte de sectores de la sociedad española que son naturalmente antiabortistas; pero que, cuando gobiernan los conservadores, se relajan en su celo y abandonan las posiciones de resistencia que habían mantenido antes. De esta actitud dimisionaria ha tomado buena nota el partido conservador, que así puede actuar de modo perfectamente hipócrita: combatiendo, mientras se halla en la oposición, leyes que ni siquiera se planteó derogar mientas gobernó, a sabiendas de que cuando vuelva a gobernar tampoco las derogará; pero sirviéndose, entretanto, de la gente bienintencionada que piensa --o quiere pensar: wishful thinking-- que las derogará.

La ofuscación ideológica interviene luego; y el defensor de la vida puede, incluso, llegar a la conclusión racionalmente absurda de que, en la cuestión del aborto, el partido conservador representa "el mal menor"; y que, por lo tanto, entre el "aborto de izquierdas" y el "aborto de derechas" debe optarse por el segundo. Pero el principio de que es lícito elegir un mal menor vale en determinados casos; no así en caso de error moral, donde no es posible elegir el "menor error". El error mezclado con medias verdades, o con morigeraciones hipócritas, es infinitamente más perverso que el error craso, pues el segundo provoca en la conciencia un repudio inmediato, mientras que el primero la ayuda a "contemporizar". Dos y dos son cuatro, no cinco ni veintisiete; si quien sabe que son cuatro se pone de parte de quienes afirman que son cinco, por no dar la razón a quienes afirman que son veintisiete, hace mucho más daño, pues el "error menor" puede llegar a ser asimilado mucho más fácilmente por las conciencias que el error craso; y la aceptación del "error menor" es condición indispensable para que, a la larga, el error craso se imponga y triunfe. Por eso el "aborto de derechas" es más útil al abortismo que el propio "aborto de izquierdas". La caracterización balmesiana vuelve a demostrarse infalible.

Juan Manuel de Prada | ABC