lunes, 29 de septiembre de 2008

Para estudiar a fondo... por aprender y aplicar.


En la primera fotografía, San Pedro Poveda (mártir de Cristo Rey en 1936) atendiendo a niños pobres de Guadix.
En la segunda, un grupo de jóvenes de Acción Católica.


OBRERISMO TRADICIONALISTA: RELIGIÓN, PATRIA, TIERRA Y HOGAR


DECLARACIÓN DE INTENCIONES

Como casi todas las entradas que en este blog publicamos, esta que presentamos quiere ser un ejemplo provincial para que otros que, en otras partes de España nos puedan leer se animen a redescubrir la historia de sus respectivas localidades, comarcas y provincias.

Con la encíclica “Rerum novarum”, dada en 1891 por León XIII se inaugura la Doctrina Social de la Iglesia. La “Rerum novarum” era contundente:

“…un número reducido de adinerados ha impuesto un juego de esclavitud a una muchedumbre inmensa de proletarios”.

Su Santidad León XIII había expresado, antes de dar a luz esta encíclica, su inquietud por la propagación de las sectas anticristianas, como el anarquismo y el marxismo (tan vinculados con la francmasonería), y que, bajo la escusa de defender los derechos del trabajador, alentaban la subversión y el odio contra el orden. Así, en abril de 1884, el Papa Pecci había emitido el documento “Humanus genus” (De secta masonica). En 1884 el Papa León XIII invitaba a los católicos a contrarrestar el odio de clases que alimentaba el movimiento obrero recuperando el espíritu de penitencia propio de la Orden Tercera de San Francisco de Asís, y exhortaba a constituir comunidades gremiales de obreros católicos. En países más industrializados que España, como Francia, Bélgica o Alemania se crearon muy pronto organizaciones de obreros católicos que, a buen seguro, inspirarían las más tempranas iniciativas que muy pronto también –incluso con anterioridad a los documentos pontificios- se desarrollarían en España.

Es una historia que no conviene al movimiento obrero revolucionario, y por eso mismo una de las hazañas eclesiales más silenciadas. De entre esos círculos y sindicatos agrarios católicos salieron hombres como Onésimo Redondo (1905-1936), uno de los fundadores de las J.O.N.S. (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista), más tarde incorporada a la Falange Española. Tras su estancia en Alemania, como lector de español en la Universidad católica de Mannheim, Onésimo Redondo regresó a España imbuido de una idea: la organización de un movimiento juvenil nacionalista y católico. Los objetivos a los que consagró su vida fueron la unidad nacional, la preeminencia de los valores hispánicos y la justicia social, todo ello palpitando en un catolicismo austero cuyo ideal era, según cuenta Stanley G. Payne, la expulsión de los mercaderes del templo. Onésimo Redondo practicaba frecuentemente ejercicios espirituales y todas las noches meditaba las Sagradas Escrituras. Su primera experiencia política en España la había hecho como propagandista de Acción Católica y, tuvo tras su regreso de Alemania, formó parte del Sindicato de Cultivadores de Remolacha de Castilla la Vieja. En junio de 1931 daba a la estampa en Valladolid el primer número del semanario “Libertad”. En agosto de 1931 fundaba las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica.

Pero, pese a la riqueza de experiencias y derivaciones, los grupos obreristas católicos que se fueron formando mostraban una serie de características que, en resumidas cuentas, nos ofrece D. Alfonso Ruiz Escudero en su artículo “Religión, Patria, Tierra y Hogar. Esplendor y caída del catolicismo agrario en La Rioja (1910-1928)”. Estas características son, a saber:

“-Hostilidad al individualismo que impregna las formas socioeconómicas del nuevo orden surgido con la Revolución industrial y que implica funestas consecuencias para los grupos sociales más desfavorecidos.

-Corporativismo como fórmula para lograr la armonía entre las clases y limar las asperezas del sistema capitalista.

-Exaltación de la familia cristiana, tanto como célula básica sobre la que se asienta la sociedad, como modelo de integración interclasista para las organizaciones católico-sociales.

-Defensa del orden social y afán contrarrevolucionario en pos del cual se instrumentaliza la religión.

-Furibunda oposición al movimiento proletario.”

La deriva de estas organizaciones requiere un estudio en profundidad, pero revisando sus principales hitos en la actual provincia de Jaén podemos decir que muy pronto se constituyeron las primeras organizaciones de obreros católicos.

Así fue como en 1879 se creaba, en la ciudad de Linares, el Círculo de Obreros Católicos, al calor del Obispo de Jaén D. Manuel María González y Sánchez, doce años antes de la encíclica de León XIII. En 1896 se creaba en Andújar una caja de ahorros que lanzó en las primeras décadas del siglo XX el periódico “El Obrero Católico”. Según la revista cultural ÓRDAGO, en 1899 se formaba el Círculo de Obreros Católicos de Torredonjimeno. A principios del siglo XX también funcionaba en Jaén un Círculo de Obreros Católicos que, con especial empeño, se dedicaba en la formación cultural de los obreros. En esta tarea estuvo implicado el entonces canónigo de Jaén y, más tarde (en 1936) mártir de Cristo Rey San Pedro Poveda.

En 1911 se constituía el Círculo Católico Obrero de Úbeda, en cuyos estatutos se proponían como metas la formación cultural y religiosa de sus afiliados, así como el auxilio económico de los más desfavorecidos de ellos en caso de accidente laboral o jubilación.

En 1925 empieza su andadura el Sindicato Católico de Jóvenes Obreros de Jaén que proporcionaba dotes matrimoniales a las trabajadoras que más lo necesitaban, ofrecía servicios médicos gratuitos para sus afiliados e incluso disponía de una oficina de empleo que se encargaba de buscar colocación a los obreros en paro. Este Sindicato también se cuidaba de dar formación profesional, cultural y religiosa, disponiendo de talleres profesionales.

Entre 1920 y 1928, el Sindicato Católico Agrícola de Villargordo desarrolló una experiencia que supone uno de los éxitos más logrados en toda la trayectoria del obrerismo católico de la provincia de Jaén: la adquisición y parcelación de varias fincas grandes del pueblo de Villargordo. Tras su parcelación, las fincas fueron distribuidas entre los campesinos que no tenían propiedades.

Los Círculos Católicos Obreros de la provincia de Jaén, así como los de otras provincias, terminaron transformándose en sindicatos agrarios. A poco que se rastree el origen ideológico de sus componentes más conspicuos se advierte una gran presencia de carlistas. La historia de los Círculos Católicos Obreros y de otras agrupaciones socio-políticas y sindicales del obrerismo católico tienen, las más de las veces, un origen tradicionalista. Es algo que queríamos hacer saber, como aviso de navegantes.

Religión, Patria, Tierra y Hogar fue el cuatrilema de este movimiento poliédrico del obrerismo católico, tan vinculado con las fuentes del tradicionalismo.

Bibliografía: 

La mayor parte de los datos sobre el obrerismo católico en la provincia de Jaén proceden del magnífico libro de D. Francisco Juan Martínez Rojas, “Aproximación a la Historia de la Iglesia en Jaén”, Obispado de Jaén, Jaén, 1999.

En la revista ÓRDAGO, pionera en tantos otros hallazgos y vindicaciones, también se encuentra un artículo muy elocuente sobre la gestación del obrerismo católico en la ciudad de Torredonjimeno. Artículo de nuestros amigos Luis Gómez López y Manuel Fernández Espinosa, "Aproches a los orígenes del movimiento obrero en Torredonjimeno: Círculo de Obreros Católicos", Revista Cultural ÓRDAGO, nº 9, Marzo de 2005, pp. 24-27.

Es también interesante el artículo digitalizado de D. Alfonso Ruiz Escudero, intitulado “Religión, Patria, Tierra y Hogar. Esplendor y caída del catolicismo agrario en La Rioja (1910-1928)”

miércoles, 24 de septiembre de 2008

REFLEXIONES SOBRE LOS ORIGENES DEL CARLISMO Y EL COMIENZO DE LA PRIMERA GUERRA

Texto de la conferencia de D. Francisco Asín, pronunciada en el X Foro Alfonso Carlos, celebrado en Toledo del 19 al 21 de septiembre.


REFLEXIONES SOBRE LOS ORIGENES DEL CARLISMO Y EL COMIENZO DE LA PRIMERA GUERRA.

Siempre he considerado que, uno de los mayores males de la política actual es el desconocimiento, cuando no la manipulación, de la historia.

Se crean entelequias históricas, historia-ficción por ejemplo de un Euzkadi que nunca existió, integrado por una serie de provincias y departamentos a uno y otro lado de los Pirineos y que incluye a Navarra. Bueno, esto que puede ser válido como proyecto político que, a unos gustara y a otros no y que será más o menos inviable, no se puede apoyar en ninguna realidad histórica. Es más, los caminos de Navarra, del Reino de Navarra, estuvieron en sus comienzos vinculados a los reyes de Aragón o de Sobrarve. Eran reyes comunes que, con tropas de ambos reinos atravesaron las fronteras del Ebro. Ejemplo: Alfonso el Batallador, rey de Navarra y Aragón, que conquista Zaragoza en 1118 y que al frente de las mismas tropas conquista pocos meses después la ciudad de Tudela. 

Los señores de Vizcaya, Alava o Guipúzcoa, fueron desde fechas bien tempranas los reyes de Castilla y, a su servicio, concurrieron a batallas como la de Baeza o las Navas y a no pocas luchas contra el Reino de Navarra reflejadas en las memorias del Príncipe de Viana de Yanguas y Miranda. Es más, los Guipuzcoanos llevaros hasta hace poco, en su escudo, los cañones tomados a los navarros en la batalla de Velate cuando, al servicio de Castilla, consiguieron que el viejo reino dejase de ser independiente pasando a ser parte de la nueva España de la época de los Reyes Católicos: Las Españas.

Navarra no pudo participar en las primeras empresas americanas como tampoco la Corona de Aragón, algo de lo que si se lucraron justamente los señoríos vascongados, como parte integrante de Castilla. ¿No es curioso que en el escudo de Aragón aparezca la enseña del rey de Pamplona y de Sobrarve Iñigo Arista? La historia no avala las manipulaciones políticas.

¿Me he ido del tema?. Quizás, simplemente he querido marcar la diferencia entre lo que son hechos históricos y lo que son aspiraciones políticas, que nunca deben manipular la historia.

Vivimos hace ya bastantes años situaciones que, hacen ciertas las predicciones de hombres políticamente tan diferentes como Sastre o Fernández de la Mora, vivimos efectivamente el “crepúsculo de las ideologías”. La búsqueda de un centro entre no se sabe qué y qué. Los marxistas dicen no serlo y buscan una política de lo que llaman centro-izquierda y algo parecido hace el P.P. y algunos partidos regionales a la búsqueda de un llamado centro-derecha. Entre tanto los grandes beneficiados por la política vergonzante de unos y otros y por una ley electoral que , hace desigual el valor del voto de unos hombre y otros, son lo partidos nacionalistas…

Podríamos comentar muchas más cosas. ¿Elecciones democráticas?. No es el pueblo quién elige a sus representantes, son las ejecutivas de los partidos quienes elaboran las listas cerradas y el pueblo, tan solo tiene derecho a votarlas o no en las urnas tal y como se las presentan. El elegido se debe al partido no a los electores. Pero no es solo eso, el sistema de cuotas televisivas, las subvenciones por número de votos, etc. etc., hacen prácticamente imposible la aparición de un partido de carácter nacional con posibilidades. Tan solo en un área territorial determinada, que restrinja en costo de una campaña y que exija la obtención de escaños con un número menor de votos es posible algún resultado y esto, claro, beneficia a los partidos nacionalistas.

¿Qué futuro tiene un carlismo fraccionado en el que, son más fuertes los intereses en marcar e incidir en lo que desune que en profundizar en lo que podría unir?.

¿Quién es más enemigo de un carlista, otro carlista o quien quiere borrar del mapa hasta el nombre del carlismo, o quién manipula su historia de forma permanente?.

¿Qué es ser carlista?

¿Cuántos carlistas vergonzantes existen?

¿Cuántos, como fruto de las luchas internas han acabado en las filas de otros partidos, buscando el llamado “mal menor”?.

Algunos historiadores han denunciado que, la principal causa de que el carlismo en España no alcanzara en poder fue su incapacidad para ir unido en una misma dirección. Algo de eso puede verse históricamente desde fecha muy temprana. Al carlismo no le faltaron el heroísmo y los héroes, no le faltó el pueblo ni la capacidad de sacrificio, ni siquiera el principio le faltaron los reyes; le faltó, sobre todo, la unidad en la acción. Y aquí dejamos esta breve introducción personal y enrabietada entre filosófica y política para pasar a la historia.

Nadie, como dice el profesor José Luis Comellas en su artículo sobre los orígenes del carlismo, hubiera apostado al filo de 1800 por el triunfo de un régimen liberal en España y sin embargo, nuestro país sería el tercero en el mundo tras Francia y Estados Unidos en el que triunfaría la Revolución Liberal.

Los emigrados franceses, refugiados en España en tiempos de la Revolución francesa, dejaron en sus escritos el testimonio de su visión de una nación “siempre fiel a su Dios y a su Rey”, la Guerra de la Independencia deja la prueba fehaciente de una inmensa mayoría del país y, especialmente del pueblo, ligada a sus creencias y tradiciones y, sin embargo, una serie de hechos posibilitan el papel anómalo y curioso de una Cortes de Cádiz donde se marca el camino del liberalismo. Una minoría se impone a una mayoría y formula los principios doctrinarios del Gobierno de los Mejores. Es curioso, también, que personajes liberales como Pedro José Pidal o el mismo Cánovas del Castillo recelasen del sufragio universal abierto, porque según ellos tal sistema podría representar el triunfo del carlismo. 

El liberalismo dividido en cuestiones ideológicas y políticas, tales como la restricción o no del sufragio universal, que los demócratas verán como una restricción de la soberanía nacional, encontraron un temprano factor de unidad facilitado por el peligro del carlismo. Se dice que en la guerra de 1936-39 la derrota de los republicanos se debió, principalmente, a su falta de unidad, a sus disensiones internas y a su incapacidad para imponer una dirección política y militar única y clara. Algo de esto entendemos, aunque es solo una opinión razonada, aconteció en el caso del carlismo como luego explicaremos.

Dos importantes personajes, sumamente cultos e ilustrados que, rompen la idea del despotismo contra las luces. Marcaron un camino que España no supo seguir.

Jovellanos, al que Casariego llamó “el Ilustre Tradicionalista”, cuando tuvo noticias del proyecto de la Constitución de Cádiz afirmó: “España ya tiene su Constitución”, y plateó la validez de las viejas leyes tradicionales cuyo defecto mayor era su falta, en muchos casos, de aplicación y cumplimiento. Cadalso, por su parte, no dudó en afirmar: “Buen sé yo que el frondoso árbol de esta monarquía necesita que le poden sus ramas viejas ya resecas y que le injerten savia nueva en muchas de sus partes; pero de ninguna manera hemos de aserrar el árbol por su base porque entonces nos quedaríamos sin la sustancia de España”.

Edmund Burque marcó maravillosamente la diferencia entre conservadores y tradicionalistas. El conservadurismo era, para él, la charca y la tradición el río. La tradición se iba haciendo cada día andando hacia delante. Desgraciadamente esta bella metáfora no ha sido muchas veces vista desde fuera del carlismo, ni entendida desde dentro de él.

La tradición no es el inmovilismo, se debe ir formando cada día con los mejores logros de cada generación sin perder de vista nuestras raíces y sin modificar los principios. Bueno quizás este tema requeriría un tiempo mucho más largo, pero es indudable que hombre como el Barón de Eroles o el Cura Merino, percibieron esto cuando en algunas de sus proclamas no pedían una vuelta atrás sino: “Un sistema inspirado en nuestras tradiciones”.

Tras la Regencia de Urgel (1822), donde los llamados tradicionalistas renovadores invocaban el trilema “Dios, Patria y Rey”, la entrada en España de los llamados 100.000 hijos de San Luis, cortaron de raíz el proceso de renovación tradicionalista. SE imposi en España un sistema absolutista en contraposición al liberalismo. Los tradicionalistas fueron arrinconados tras los intentos poco conocidos y estudiados, casi exclusivamente por los profesores Federico Suárez y Gambra de los Agraviados o Malcontents, la opción de los llamados precarlistas estaba liquidada.

Es curioso que a comienzos de la primera Guerra Carlista muchos de los generales absolutistas que lucharon frente a Adame o el Barón de Eroles no tuvieron problemas para servir al gobierno de María Cristina. Tradicionalistas y liberales siempre supieron donde estaban los absolutistas, caminaron si rumbo a uno y otro lado.

Desgraciadamente cuando comenzó la primera guerra Carlista no sólo siguieron a Don Carlos tradicionalistas, sino también conservadores a ultranza y en esa lucha interna, entonces, y en los tiempos modernos con veleidades pseudomarxistas perdió el carlismo muchas de sus fuerzas, desangrándose internamente,

El profesor Carlos Seco, siguiendo un documento informativo de 1836, de fuente liberal, daba cuenta de dos o tres sectores dentro del carlismo de entonces: Absolutitas o radicales enemigos de toda clase de reformas. Tradicionalistas renovadores partidarios de que “las leyes están por encima de los reyes”, principios ya marcados en época de los antiguos Reyes de Sobrarve (No puedo dejar aquí de tener un recuerdo para mi ya fallecido amigo Julio Brioso siempre defensor de esta línea enraizada en el carlismo). Aún se enumeraba un sector enraizado en algunas zonas al que llama foralista. Por este sector los liberales de la Primera Guerra, intentaron alentar con Muñagorri una línea de penetración para dividir el carlismo (aunque ciertamente en esto tuvieron escaso éxito.

La profesora Alejandra Wilhemsen, ha estudiado con bastante profundidad el desarrollo de la ideología carlista siguiendo, en buena parte, la línea del profesor Federico Suarez. Para ella “el núcleo doctrinal carlista fue heredado del realismo político del reinado de Fernando VII” y a el se añadió con la muerte de este monarca un elemento más el legitimismo. Fue esta cuestión la que dio un nombre al tradicionalismo del momento “carlismo” en contradicción con los “isabelimos.

Solo en una cuestión discrepo de Alejandra, ella dice: “El pensamiento carlista o tradicionalista nació de una reacción a la ofensiva revolucionaria o liberal”. El pensamiento tradicionalista, para mí, es mucho más antiguo o si que quiere “de siempre”, se gesta en el pasado y se proyecta hacia el futuro, esta ya enraizado en el Fuero de Sobrarve, ayer y hoy en lo que seamos capaces de hacer sin renunciar ni olvidar nuestra raíces y con capacidad o validez para ser útil a futuras generaciones.

Simplificando mucho, lo que el carlismo recibió o recogió como legado del tradicionalismo anterior fue, siguiendo a Alejandra Wilhemsem:

a).- El concepto de Patria, con muchas más connotaciones y raíces que el término nación.

b).- La idea de lo que los liberales llamaban Constitución ya estaba, de hecho, establecida en España en nuestras leyes tradicionales que eran mucho más abiertas y flexibles. Creían que una constitución debía ser muy sencilla y recoger solo unos principios fundamentales: Religión, Monarquía legítima y Cortes peculiares.

c).- La idea de que el origen político de la soberanía esta en el pueblo y que este se la traspasaba al rey con unos límites establecidos en las leyes fundamentales y los fueros.

d).- El poder político, siguiendo el punto anterior, no esta frenado por dentro con la división de poderes sino por fuera con la existencia de leyes y principios. La vulneración de los mismos provocaría la pérdida de la legitimidad y la pujanza de las instituciones y organismo regionales, serían el contrapeso al poder del trono.

e).- Las cortes debían ser un elemento que velase por el bienestar de España. Abogaban por la renovación de las Cortes Tradicionales. Deberían representar a la sociedad tal y como fuera, querían ver representados a los cuerpos intermedios y a las comunidades.

f).- Respeto al particularismo socio-político regional según los tradicionalistas, el respeto al modo escogido para organizar su vida a través del tiempo por los pueblos y recogido en sus leyes y fueros, ayudando a evitar la extralimitación del poder real.

g).- Religión. La unidad católica era una de las leyes fundamentales por lo que respaldaba a una Iglesia institucional fuerte y vigorosa.

No voy a extenderme sobre este tema ideológico en el que cuestiones tales como las del principio de subsidiaridad o la doble legitimidad tienen tal vigencia que, son invocadas enmascaradas y sin citar su procedencia tradicionalista, por no pocos políticos españoles actuales de todo signo.

Quiero pasar a señalar unos hechos históricos y puntuales que avalan mi afirmación de que el carlismo, desde sus comienzos, pagó sus personalismos con la derrota.

Antes de morir Fernando VII y cuando el tema de la legitimidad, o si se quiere el tema sucesorio, no estaba presente ya hubo diversos movimientos precarlistas ante las veleidades políticas de este monarca.

En los años 1824, 1827 y 1832 se produjeron levantamientos precarlistas. Fueron movimientos desautorizados por Don Carlos pero, que tenían como razón planteamientos tradicionalistas, que invocaban el tema de la legitimidad, que se oponían a las veleidades de Don Fernando y al liberalismo. Curiosamente fueron reprimidos, a veces, por hombres como el Barón de Hervés o del Conde de España, que luego militarían en el carlismo.

Personas como las citadas ó como el Brigadier Don Agustín Tena, el conde de Fuentes, Don José Beamurguía y otros muchos partidarios de Don Carlos, ó él mismo, entendían que nada se debía hacer en vida de Fernando VII. Otros, quienes producen los levantamientos, creen en cambio que Don Fernando vulnera las leyes, están preocupados por los movimientos liberales y ya plantean la opción de Don Carlos, antes incluso de que se produzca el hecho sucesorio.

A finales de 1832 y en Madrid, pero con ramificaciones en toda España se prepara un importante movimiento. En Madrid se establece una Junta carlista. La detención del coronel Juan Bautista Campos y España supone su descubrimiento. Son detenidos los Condes de Prado y de Negrí, el antiguo capitán general de Aragón Grimaraest, el mariscal de campo Maroto, el intendente del ejército Mario del Pont y otros muchos.

Todo lo anterior se enmarca en un proceso que permite la disposición de puestos de responsabilidad militar o política de cuantos se suponen afectos a Don Carlos Cuando la guerra comienza ni un solo capitán general ó general con mando pueden apoyar al carlismo. En el ejército ni una sola guarnición de importancia puede secundar a los carlistas. Los liberales mucho menores en número han ocupado todos los puestos estratégicos y no pocos generales, antiguos absolutistas, optan por apoyar a Dña. Isabel para conservar sus puestos. Quienes si van a apoyar a Don Carlos son generales como: Grimaraest, Blas Fournas, Villemur, el conde de España, el barón de Hervés y un largo etcétera, son generales sin ejército, será el pueblo carlista quien lo forme. La falta de sincronización y unidad en la acción limitarán como tantas veces ha ocurrido y volverá a ocurrir las posibilidades del Carlismo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Nuestra Señora de los Dolores, Generalísima de los Reales Ejércitos

15 de septiembre, Festividad de los Siete Dolores de la Santísima Virgen
Las Españas, septiembre 2008. Este lunes 15 se celebra la festividad de los Siete Dolores de la Santísima Virgen. De Nuestra Señora de los Dolores era gran devoto S.M.C. Don Carlos V, Carlos María Isidro de Borbón; devoción que siguió en su familia, como muestra el nombre de su nieto Carlos VII, Carlos María de los Dolores de Borbón. Fue la fiesta más importante del primer Carlismo, pues el 1 de julio de 1835 el Rey proclamó solemnemente a Nuestra Señora Generalísima de sus Reales Ejércitos:

«Declarada por mí, Generalísima de mis tropas, la Santísima Virgen de los Dolores, no he podido menos, movido de mi devoción y religiosa piedad, de distinguir con el título de Generalísimo al Real Estandarte que lleva por lema aquella divina imagen, y, por lo tanto, he venido a resolver, como resuelvo y mando, que esta augusta y real imagen no se rinda a persona alguna, ni aun a la mía, ni haga más honores ni saludo que al Santísimo Sacramento».

(S.M.C. Carlos V, Real Decreto sobre el Estandarte de la Generalísima. Estella, 2 de agosto de 1835).

Real Decreto sobre la Bendición de la Bandera Generalísima
“Queriendo dar a mi valiente ejército un nuevo testimonio que inmortalice su valor, acrisolada lealtad e inimitable decisión a favor de mis indisputables derechos al trono de mis augustos progenitores, y siendo el más noble, de más poderoso y suficiente influjo un Estandarte que, tremolado en los campos de sus victorias, señale éstas doquiera que se encuentre, transmitiéndolas a la posteridad más remota, he resuelto que en el día de mañana y a la hora de las ocho de ella, se celebre la bendición de él en la iglesia parroquial de San Juan, llevando por lema la divina imagen de la Virgen de los Dolores, generalísima de tantos fieles defensores de su fe, entregándose para su custodia al bravo regimiento de Lanceros de Navarra, que, rivalizando en intrepidez y férvido entusiasmo con los demás cuerpos de mi ejército, se ha hecho acreedor a esta distinción.
Dado en el Real Palacio de Estella, a primero de Agosto de 1835.- Rubricado de la Real mano.- a Don Luis de Villemur.”

Real Decreto sobre la Bandera de la Generalísima
“Declarada por mí Generalísima de mis tropas la Santísima Virgen de los Dolores, no he podido menos, movido de mi veneración y religiosa piedad, de distinguir con el título de generalísimo al Real Estandarte que lleva por lema aquella divina imagen, y por lo tanto, he venido en resolver, como resuelvo y mando, que esta augusta y real insignia no se rinda a persona alguna, ni aun a la mía, ni haga más honores ni saludo que al Santísimo Sacramento.
Tendréislo entendido y dispondréis lo conveniente a su cumplimiento.
Real de Estella, 2 de agosto de 1835.- Yo, el Rey.- Al Conde de Villemur.”

lunes, 15 de septiembre de 2008

Tan vivo como...

 Cuadro del pintor más grande, Ferrer Dalmau


EL CARLISMO PERENNE


¿Por qué el Carlismo sigue vivo y perseverante a través del tiempo, las vicisitudes y los reveses? ¿Por qué, después de tantas y tantas derrotas… vive todavía? Nunca vencido -siempre a medio triunfar- el carlismo.

El carlismo… Muerto por una maldita bala del demonio: Tío Tomás Zumalacárregui, caudillo glorioso, ejemplar de la nobilísima raza vasca, soldado íntegro desde la cuna de Ormáiztegui hasta el mortuorio de Cegama: heredero de Viriato, ¡bendita sea la madre que te parió y la tierra que te cubre! El carlismo… Vendido por traidores (Maroto) a patanes ayacuchos (Espartero), con la tercería de arrieros gananciosos (Machín Echaure el de Bargota). El carlismo… Adulterado por la desesperanza y el desaliento extraviado (Sabino, pobre Sabino… ¡con la casta que tú tenías!). El carlismo… Falsificado por escritores de fortuna al servicio de las logias… El carlismo… Bloqueado económicamente por maniobrantes dineranos (Rothschild). El carlismo... asesinado en la madre de Cabrera por un pelotón de fusileros desalmados... Ramón Cabrera del Maestrazgo, rugiendo como un tigre, sediento de sangre liberal en su Némesis. El carlismo… Correteado por ejércitos cipayos y mercenarios extranjeros, perseguido y hostigado por los caminos que cabalgó D. Quijote de la Mancha con Sancho: Miguel Sancho Gómez Damas, nuevo Quijote a la cabeza de miles de Quijotes, nuevo Sancho contra malandrines desamortizadores y vendepatrias, nuevo Quijote muerto lejos del campanario de nuestra patria, nuevo Sancho enterrado en suelo bordelés. El carlismo... todos los grandes dramas que no se escribieron en pequeñas crónicas, todo el dolor y la nostalgia de los carlistas exiliados en Francia, en Argentina, en Uruguay... Con el alma en un hato, despidiéndose de sus valles y de sus caseríos, de sus cortijos, de sus masías, de las tumbas santas de sus ancestros, yéndose para no regresar jamás. El carlismo... voz del bardo que cantó al Árbol Santo, Iparraguirre inmortal.

El carlismo… Ninguneado en los corrinchos parlamentarios. El carlismo… Diplomáticamente desoído por los gabinetes de Franco… Pero ¿es que no os percatáis de que el Carlismo es España? Pobre España, madre desgraciada, ultrajada, vendida, traicionada, comprada, esquilmada, calumniada, pero…


¡Nunca vencida!


España, tan distinta de esta mamarracha, una estrella más en el trapo europeo, pintarrajeada como las putas, viviendo en un absurdo carnaval, haciendo las esquinas en la aldea global, de espaldas a los pueblos españoles de América, rifada en las letrinas bursátiles, falsa España centralista y descentrada. ¿Qué te queda a ti, falsaria España, de la España de nuestros padres? Esos rostros pueblerinos, nobles como el pan de pueblo, severos como la vara de un maestro, verdaderos como el catecismo, santos como la iglesia y el hogar... Esas caras no han muerto, viven todavía por la vida que tuvieron. Y mirad, todavía veréis en las muchedumbres urbanas, caras hoscas que llevan un carlista dentro, caras que no pueden fingir el asco que les da todo el pan adulterado y el circo infame que las rodea: son caras carlistas, de las que el Tío Sam no puede confiar. Pero hay hoy tantas otras caras... esas caras duras de hoy, caras blandas de hoy, máscaras sin vergüenza ni honor. Falsa España de caras falsas de hoy... de ti no queremos ni el aliento nauseabundo que exhalas.

Tú, que no quieres que se escuche la lengua vasca del sílex: no eres España. Y tú, que no quieres que se escuche la lengua del enamorado Macías: no eres España. Y tú, que no quieres que se escuche la lengua en que cantó Verdaguer a la Atlántida... No eres España. Tú, que no quieres que se hable la lengua que te hace universal, no eres ni vasco, ni gallego, ni catalán. Vosotros sois la España falsa del cacique liberal, conservador o progresista, da igual; españolista o separatista, da igual. No sabes lo que fueron tus padres...


¡Regresa a la casa del abuelo, y lo verás!

¿Cómo es que todavía existen carlistas? Pues que todavía queda España.

¿Cómo se explica que existamos? Pues que todavía amamos a la España neta.

Si el carlismo consistiera en la exclusiva defensa de una rama dinástica: ya no habría carlistas. Si el carlismo consistiera exclusivamente en la Patria: ya no habría carlistas, tal vez nacionalistas españoles (como Narváez, Prim o Franco). Si el carlismo consistiera tan solo y no más que en los fueros, ya hubiéramos atajado, convirtiendo España en taifas que se revuelven por desintegrar la Patria.

No. El carlismo no podrá ser destruido jamás, pues unió a la Santa Madre Iglesia Católica todas las demandas justas que cifraba en su lema, y la Iglesia no tendrá fin; y el carlismo, como cúspide de todo, puso a Dios y... ¿quién como Dios? -tronó la voz de San Miguel Arcángel. El lema del carlismo: Dios, Patria, Fueros y Rey, por ese orden, constituye un perfecto programa político que tiene perduración sin fin.

Pues mientras haya un estremecimiento en el corazón que ansíe la rubicundez de la parva, la calma de la era, el viento peinar los trigales y las trochas sobre las cosechas. Mientras haya un poeta que se embelese con el chorro del caño de un manantial. Mientras que haya unos ojos enamorados de las casas antiguas y blasonadas. Mientras que haya un corazón que abomine de los ruidos inhumanos y maquinales. Mientras que haya quien execre de toda la artillería química que mata a los animales, destruyendo la naturaleza… Alguien me dijo: habrá un carlista.

Mientras haya un joven buscando la raíz de su nostalgia, y la encuentre en el vago sentimiento de la vergüenza insufrible de saber que España está tan por debajo hoy de las grandezas de sus antepasados, que España no es gobernada por los españoles, y quiera despertar… Alguien me dijo: habrá un carlista.

Mientras que haya una abuela que de la mano lleve a su nieto a una iglesia, y le enseñe la talla del Sagrado Corazón de Jesús, y le diga “Cristo es Rey”… Alguien me dijo: habrá un carlista.

Mientras que haya un buscador, perdido entre las ruinas de todo lo que fue y jamás volverá a ser, extraviado buscador sobre los escombros de lo que es, pero dejará de ser… Alguien me dijo: habrá un carlista y hará que lo que nunca dejó de ser, vuelva a su ser.

Mientras que haya custodios de la Tradición que, a través de la vorágine de los tiempos, haga pasar el legado a los que queden… Alguien me dijo: habrá un carlista.

Y si no hay Don Carlos… Seguirá habiendo carlistas. En los rostros de nuestros antepasados está España. Que los rostros de nuestros descendientes sigan siendo España. El carlismo es inmortal.

Que el Espíritu Santo renueve la faz de la Tierra.
Del Libro de Horas y Hora de Libros

martes, 9 de septiembre de 2008

EL FILÓSOFO QUE DEJÓ DE SER ABOGADO




Jaume Balmes, a quien conoció D. Juan Manuel Orti y Lara en Madrid. Soldado carlista de la época.

De la mano de nuestros amigos de Libro de Horas y Hora de Libros, una aproximación a un filósofo prácticamente desconocido, el carlista D. Juan Manuel Orti y Lara.

DON JUAN MANUEL ORTI Y LARA, PERFIL BIOGRÁFICO DE UN FILÓSOFO TRADICIONALISTA

En este mundo de hoy, mundo de leguleyos, cuánta falta hacen ejemplos morales, vidas modélicas que, sirviendo a los más altos ideales, hayan dejado de su paso por el mundo el buen olor de Jesucristo. Éste es el caso del ex-abogado y filósofo D. Juan Manuel Orti y Lara.

D. Juan Manuel fue uno de los siete hijos del matrimonio de D. Vicente Orti Criado y doña Marina de Lara. D. Vicente era médico y el primer estudioso que reparó en las virtudes salutíferas de las aguas de Marmolejo, dirigiendo facultativamente el que luego sería balneario tan celebrado en la novela “La hermana de San Sulpicio” de D. Armando Palacio Valdés, por ejemplo, o con visitas de tanto bombo como las de Charles Chaplin o D. José Ortega y Gasset que llegaron a venir buscando el manantial de Marmolejo. La esposa de D. Vicente, Doña Marina de Lara, era de una patricia familia de Andújar.

D. Juan Manuel Orti y Lara nació en Marmolejo (Reino de Jaén) el 29 de octubre de 1826 y, como era la piadosa costumbre de antaño, bautizado al día siguiente. Con trece años sus padres envían a Juan Manuel a un Colegio de Humanidades que existía en Andújar, cursando allí desde 1839 hasta 1840. Pasa más tarde al Colegio de Nuestra Señora de la Capilla de Jaén, y allí estuvo dos años. Siempre sus notas fueron sobresalientes en todas las materias que cursó: Lógica, Gramática, Matemáticas, Dibujo Lineal, Latín… Aquella era otra enseñanza muy distinta a la de nuestros días.

D. Juan Escolano y Fenoy, lectoral de la Catedral de Jaén, es una de las más poderosas influencias que recibe D. Juan Manuel. Jaén era entonces un reducto carlista. Desde 1836 en Jaén no había Obispo reconocido por la Santa Sede, pues el Obispo D. Diego Martínez Carlón había sido desterrado por los liberales a Punta de Águilas por ser considerado carlista. Cuando D. Juan Manuel llega a Jaén, los obispos que ejercen sin el reconocimiento pontificio son D. Antonio Martínez de Velasco y D. Manuel Ventura Gómez Lechuga. D. Juan Escolano y Fenoy, maestro de Orti y Lara, se convertirá también en su cuñado, y más tarde en Obispo –éste sí que reconocido por la Santa Sede- de Jaén.

Orti y Lara pasó becado a Granada, para cursar Jurisprudencia, en el Colegio de San Bartolomé y Santiago. Cuatro fueron los cursos que siguió allí, el quinto de carrera lo hizo en Madrid. En la villa y corte conoce al gran filósofo catalán Jaume Balmes. Terminó la carrera en Granada, y en 1847 alcanzó por oposición el nombramiento de regente de segunda en Psicología y Lógica, formando parte del profesorado oficial, en 1848 fue sustituto de la clase de Lógica en el Instituto y en 1849 catedrático por oposición.

Se negó a jurar la Constitución de 1869 y fue destituido por los que decían defender la libertad de cátedra. Una vez expulsado de su cátedra, ésta será ocupada por el krausista Chamorro. El Marqués de Viluma fundó en Madrid la Asociación de Católicos, con una auténtica Universidad aunque conformada al más modesto título de Estudios. Al frente de estos Estudios Católicos estuvo D. Francisco A. Aguilar, que con el tiempo se convertiría en Obispo de Segorbe. D. Francisco A. Aguilar y D. Juan Manuel Orti y Lara habían fundado una revista llamada “La Ciudad de Dios”.

En 1875 Orti y Lara concurre a un concurso de méritos para ocupar la cátedra de Metafísica de la Universidad Central –de la que había sido separado Salmerón. Los méritos de Orti y Lara eran abrumadores: ganador de dos oposiciones –a regente y catedrático numerario-, veintidós años de servicio académico, veintitrés volúmenes publicados sobre Filosofía y Derecho Natural… Pero, conceptuado como carlista, no obtuvo la plaza. Orti y Lara era asiduo colaborador de “El Siglo Futuro”, periódico combativo bajo bandera carlista. Alejandro Pidal y Mon, comportándose como un auténtico caballero, puso al margen las diferencias políticas y, gracias a sus gestiones a favor de la justicia, Orti y Lara fue nombrado catedrático de Metafísica de la Universidad Central de Madrid.

Orti y Lara abandonó la profesión de abogado. Lo que nos transmitió D. Miguel Arjona Colomo, uno de sus mejores estudiosos, pasó que D. Juan Manuel tuvo que defender a un detenido, sobre el que pesaban graves acusaciones. El abogado Orti y Lara logró que su cliente saliera absuelto, pero el hecho de saber que el acusado -tal y como se lo había confiado- era verdaderamente culpable de los delitos provocó que D. Juan Manuel sufriera indeciblemente, por creerse colaborador del mal. Fue así como renunció de por vida al oficio de leguleyo, por tal de no defender jamás a ningún canalla que tenía que estar pagando sus culpas en vez de ser defendido. Hasta tal punto era íntegro el gran filósofo D. Juan Manuel Orti y Lara... Digno de admirar.

Su obra, actualmente desdeñada, forma un vastísimo conjunto de publicaciones, desde las periodísticas en “El Siglo Futuro”, “La Ciudad Católica”, “Triunfo”, “La Alhambra”, “La Armonía”, “La Razón Católica”… y sus libros. Combatió todos los errores doctrinales que se introducían en nuestra desgraciada patria: examinó y refutó los sistemas de Kant, Schelling, Hegel y Krause, al positivismo de Spencer y al evolucionismo de Darwin… Siempre sostenido en la luz verdadera de la filosofía perenne del Doctor Angélico. Menéndez y Pelayo escribió de D. Juan Manuel Orti: “Escribía con limpieza de estilo no común entre filósofos”.

D. Juan Manuel Orti y Lara pasó a mejor vida el 7 de enero de 1904.

EL JUICIO DE LA POSTERIDAD
Uno de sus más profundos conocedores fue nuestro amigo D. Miguel Arjona Colomo (q.e.p.d.), a D. Miguel le debemos un ensayo sobre la vida y obra de Orti y Lara que creemos esencial y sobre el que se ha basado el perfil que hemos servido de D. Juan Manuel. Sin ánimo de ser prolijos, servimos algunas de las opiniones que a D. Miguel Arjona Colomo le merecía la obra de Orti y Lara.

El pensamiento de Santo Tomás de Aquino no se opone a los sistemas modernos como el pasado se opone a lo actual, sino como lo eterno se opone a lo momentáneo”.

No podemos volver al pasado, pero deseamos ver restituido en un mundo nuevo, los principios espirituales y las grandes verdades que informan el tomismo”.

El prurito de la originalidad, del juego fatuo de la novedad a ultranza que corrompe a tantos intelectuales, es incompatible con la suprema y humilde austeridad con la que el filósofo tiene que servir a la verdad”.

En la crisis de la inteligencia y especialmente de la metafísica, que caracteriza nuestra época, ante la disociación de lo temporal y de lo divino que acongoja el alma contemporánea, la síntesis tomista es todavía la fuente más caudalosa y más presa de luz, de elevación y de equilibrio.”

Orti y Lara es un pensador de gran solidez científica, unidad de conceptos y una gran claridad en la exposición.”

Grandes verdades para no olvidar nunca.

La Iglesia y el problema social, por Vázquez de Mella



«... La economía individualista, con tanto calor defendida y propagada por los doctores del liberalismo como la panacea universal de los males sociales, ha venido de consecuencia en consecuencia a entronizar de nuevo la esclavitud en los talleres y en las fábricas.

Incapaz de conocer el fin, y, por lo tanto, la misión del Estado y la esfera de su acción, se alarma a la menor tentativa encaminada a reglamentar el trabajo y a impedir la explotación capitalista, como si viese aparecer el socialismo; y pide a los poderes públicos que se crucen de brazos conforme lo establece la famosa fórmula fisiocrática, y que dejen a las no menos famosas leyes naturales económicas el encargo de hacer brotar las armonías.

Y esas armonías, engalanadas con los ingeniosos sofismas de Bastiat, ya hemos visto de qué manera se convertían en una guerra sorda y despiadada, cuando no estallaban en colisiones sangrientas.

La economía liberal comenzó por romper todo vínculo moral entre patronos y obreros, y, en vez de depurar y perfeccionar las antiguas instituciones gremiales, las pulverizó, entregando a los trabajadores el cetro de una libertad que ha concluido por convertirlos, según la frase de Lasalle, en unos “esclavos blancos”.

Y así tenía que suceder; porque, desde el momento en que las relaciones entre patronos y obreros se fijan únicamente por la ley de la oferta y la demanda, el trabajo queda reducido a una mercancía y la persona humana que le realiza a una máquina de producción; es decir, a una cosa, lo mismo que en la sociedad pagana.

Así se cumple la regla de Cobden: Si dos obreros van detrás de un patrono, el salario baja; si dos patronos van detrás de un obrero, el salario sube. El contrato de trabajo se reduce a una compraventa, y el obrero no es más que una cosa que se adjudica, en el mercado de la libre concurrencia, al mejor postor.

¿Y en qué se diferencia esto de la esclavitud? Esencialmente, en nada.»


Juan Vázquez de Mella y Fanjul (9 de Noviembre de 1889)
- Expuesto por el correligionario Rafael Castela Santos en:

A Casa de Sarto

Blogue católico tradicional, antimodernista e antiprogressista
http://casadesarto.blogspot.com

lunes, 8 de septiembre de 2008

CARLISMO Y GERMANOFILIA EN LA GRAN GUERRA DEL 14


Imágenes: Vázquez de Mella. Confraternización navideña de soldados rusos y alemanes, durante la I Guerra Mundial.

REPERCUSIÓN EN EL REINO DE JAÉN DE UN MANIFIESTO GERMANÓFILO DEL AÑO 1916.

El estallido de la Gran Guerra del 14 ocasionó que, pese a la neutralidad de España, media España culta se alineara junto a los aliados, y la otra media, no menos culta, lo hiciera con los imperios centrales. Surgen así dos grupos difícilmente reconciliables: aliadófilos y germanófilos. El carlismo se puso, pudiéramos decir que en bloque (con alguna excepción), a favor de Alemania.

Para comprender este posicionamiento no podemos pasar por alto la geopolítica del gran D. Juan Vázquez de Mella y Fanjul (1861-1928). Sin el estudio de su concepción geopolítica, la postura del tradicionalismo a favor de las potencias centrales -su germanofilia- no sería otra cosa que una anécdota. Eso es, cabalmente, lo que ha pretendido hacer la historia sedicente que prefiere que se ignoren, por lo graves que son, las razones que Vázquez de Mella tenía para simpatizar con Alemania.

España forma, en lo geopolítico, para el filósofo tradicionalista “una Península, amurallada por los Pirineos y circundada por el mar… por un lado somos punto de arranque de avance hacia América; por otro lado miramos hacia el Continente africano y constituímos la llave del Estrecho”. Desde la pérdida de Gibraltar, “Nuestra grandeza es incompatible con Inglaterra. Si nosotros fuéramos grandes, ella tendría que huir del Mediterráneo o pagarnos tributo de servidumbre a la entrada.”

Así las cosas, Vázquez de Mella, tras ponderar los pros y contras, se preguntaba:

“¿Qué alianza nos conviene más? La Geografía contesta lo mismo que la Historia. [España] Unida a Alemania y fortificada, obligaría a Inglaterra, que es muy cortés y amable con los fuertes, a parlamentar con su rival y a entenderse con ella.”

Y es más: de la consideración de los ideales geopolíticos de Vázquez de Mella pende la existencia misma de España. Los ideales que Vázquez de Mella denomina “dogmas nacionales” son, a saber: 1º. El dominio del Estrecho; 2º. Parte en la soberanía del Mediterráneo y 3º. Integridad peninsular e imperio espiritual sobre América. Sin esos dogmas, “la Historia de España resulta negada y su porvenir reducido al de una nación que termina y al de una colonia que empieza”.

La posición germanófila del carlismo ante el conflicto de 1914 se basa, cabalmente, en las tesis de Vázquez de Mella, resumidas así:

Unirse a Inglaterra, cooperar con Inglaterra, es trabajar contra los intereses y las exigencias de España. Ser anglófilo resulta ser hispanófobo”.

Vázquez de Mella descubrió que “No existen en el planeta dos pueblos que tengan intereses geográficos más opuestos que Inglaterra y España.” Sentada la incompatibilidad de intereses entre Inglaterra y España, era lógico inclinarse a favor de Alemania y sus aliados en el conflicto.

En cuanto a la percepción de Francia, Vázquez de Mella resalta que:

Francia, más generosa que Inglaterra y que ha recibido de ella casi tantas ofensas como nosotros desde la guerra de los Cien Años hasta Fashoda”, pero el país vecino: “…tiene aspiraciones de dominación en el Mediterráneo que no son compatibles con las nuestras”.

Para Vázquez de Mella: “Francia es la cocotte de España. Su podredumbre nos contagia, y nos degradaría más como aliada. Es una nación epiléptica condenada a grandes escarmientos.”

Como años más tarde diría el genial D. Ernesto Giménez Caballero:

"España y Alemania estaban dispuestas por Dios sobre la tierra, es decir: en la geografía –para ser amigas y aliadas. Puesto que, entre ellas se cumplía la milenaria sentencia hindú: «¿Quien es tu enemigo? –Mi vecino. ¿Y tus amigos? –Los vecinos de mis vecinos.»

España y Alemania tenían los mismos vecinos sobre la tierra. Por tanto, tenían que ser amigas. Lo fueron. Lo son. Y lo volverán a ser siempre. A pesar de los terribles obstáculos que a veces ponen los vecinos para separarlas
." (en La espiritualidad española y Alemania.)

Hubo un tiempo en que D. Ramón María del Valle Inclán gustaba de hacerse pasar como carlista. Nunca he creído en el carlismo de Valle Inclán. Aunque le reconozca su valía como poeta, dramaturgo y novelista, Valle Inclán no era carlista: recordemos que su personaje, casi su alter ego -el Marqués de Bradomín- tiene mucho del satanista Conde de Lautréamont y, por si esto fuese poco, está demostrado que Valle Inclán no era católico, sino que había abrazado las falsedades teosóficas de Madame Blavatsky. Valle Inclán llegó a sustentar, sobre los disparates de la Sociedad Teosófica, una supuesta hegemonía cósmica de los anglosajones en el mundo.

Valle Inclán fue uno de los literatos españoles más aliadófilos. Incluso parece ser que se hizo propagandista de los aliados, recibiendo honorarios de sus patronos extranjeros. Valle Inclán viajó al frente en 1916, y a esa visita le debemos su libro “La media noche. Visión estelar de un momento de guerra”.

La percepción valleinclaniana sobre el conflicto adquiere proporciones de un sectarismo maniqueísta inaceptable. La visión que de los alemanes tiene Valle Inclán la pone en boca de los personajes de ese libro: “Alemania hace la guerra fiel a su concepción ética del Universo”. Esto es: “Una guerra de tribu”. Una guerra de tribu “porque su civilización aún no es bastante vieja para poder crear normas superiores de conciencia.” Además de eso, los alemanes –para Valle Inclán: “Tienen el viejo concepto judaico. Y su mentalidad, y toda su moral es judaica, y su idea de Dios.”

Es el mismo año de 1916 cuando muchos hombres cultos de la provincia de Jaén firman un manifiesto germanófilo, que en la ciudad de Úbeda logra un apoyo multitudinario. D. Aurelio Valladares Reguero así nos lo ha contado en su artículo “La provincia de Jaén ante el manifiesto germanófilo de 1916. Apoyo mayoritario en Úbeda”. D. Jacinto Benavente, un reputado germanófilo, ponía “Prólogo” a este manifiesto. El asunto reviste interés, y hasta actualidad, pues el choque entre germanófilos y aliadófilos preludia lo que con el tiempo será esa estúpida pretensión de la progresía de tener el monopolio de la cultura.

Muchos somos los que, impuestos de todos los males que España debe a Inglaterra y Francia, desde la batalla de Trafalgar hasta los obstáculos opuestos por Inglaterra a la posesión por nuestra parte de territorios africanos después de la gloriosa toma de Tetuán, nos preguntamos extrañados cómo nuestros “intelectuales” han logrado sobreponerse a la realidad histórica para elevarse a las sublimes idealidades del amor a Francia y a Inglaterra, con la grata ilusión de que ellas son y serán siempre nuestras mejores amigas y aliadas” –pone Benavente en su prólogo.

A lo que añade: “Nuestros aliadófilos viven en la consoladora creencia de que toda la intelectualidad se ha refugiado en los escritores, pintores y decoradores de su conocimiento. Pero, ¿no hay médicos, militares, ingenieros, industriales, hombres de negocios, tan intelectuales como ellos?”.

En Jaén, el manifiesto germanófilo fue secundado por personalidades de Úbeda, Linares, La Carolina, Jaén capital, Alcaudete, Andújar, Baeza, Bailén, Baños de la Encina, Orcera, Torredelcampo y Villarrodrigo: 625 profesionales firmaron a favor de Alemania. Entre ellos: doctores, licenciados, periodistas, músicos, médicos, químicos, farmacéuticos, abogados, ingenieros, profesores, sacerdotes, banqueros, propietarios, comerciantes, industriales, funcionarios del Estado y estudiantes.
El estudio presentado por D. Aurelio Valladares en la Revista Cultural de la Provincia de Jaén “Senda de los Huertos”, nº 61-62, año 2001, da cumplida cuenta de los apoyos que la causa germanófila recibió en la provincia, pero creemos que no considera el factor que puede explicar esta germanofilia provinciana: los firmantes de dicho manifiesto eran en su mayoría carlistas andaluces, que seguían las tesis de Vázquez de Mella. Recordemos que el Círculo Carlista de Úbeda -ciudad que apoya rotundamente la causa alemana- era uno de los círculos carlistas más activos de todo el sur. Por eso hemos traído aquí el particular que, más que una anécdota, se convierte en un motivo para reflexionar, en un antecedente de lo que, todavía en el siglo XXI, vivimos: el monopolio de la cultura en grupos progresistas que, confundiendo siempre la cultura con la propaganda, niegan a sus adversarios políticos toda valía intelectual y cultural.

Es hora, pensamos, de liberar la cultura, secuestrada por los progresistas desde la transición "democrática". Es hora de erradicar toda cultura progresista (o sea, anti-española). Es hora de poner en marcha una cultura a favor de España. Es hora de tomar el poder cultural.

"HEGEL O LA TIRANÍA DE LA DEMOCRACIA MODERNA", POR PEDRO JIMÉNEZ DE LEÓN



Extraído de http://www.hispanitas.org/
Breve disertación sobre Hegel y su influencia en la dictadura del pensamiento políticamente correcto de la democracia liberal.
Para Hegel el Estado sólo existe cuando los ciudadanos pueden encontrar satisfacción a sus intereses razonables y, a la vez, reconocen al Estado al reconocer su voluntad particular manifestada en la voluntad general a través de las leyes. Es decir, el Estado existe cuando es capaz de conciliar lo particular –los intereses particulares- con lo universal –la voluntad general-. Cuando esta conciliación se realiza, es entonces cuando el individuo es libre.
Sin embargo, la realización de estos postulados en el Estado moderno, en la actual democracia moderna, ha llevado a la tiranía del pensamiento políticamente correcto o la llamada tiranía de la mayoría. La libertad de pensamiento y de realización de la persona, ha sido cercenada.
Para Hegel, si un grupo no se ve representado por la voluntad general, generaría una facción dentro del Estado, opuesto al mismo. Para evitar esta posibilidad el Estado moderno ha destruido aquello que dice defender. Y lo ha hecho a través de un sistema de medios de comunicación, que al más puro estilo orwelliano, nos dice que debemos pensar –lo políticamente correcto- asegurando así un pueblo sumiso que vive en la ilusión de ser libre. A esta sumisión e ilusión se ha llegado haciendo uso de varios mitos.
La ingeniería social
Antes de hablar de los mitos voy a definir el término ingeniería social, que es fundamental para poder explicar con claridad lo que quiero decir. Por ingeniería social entiendo el conjunto de medios que el sistema utiliza para imbuirnos ciertas ideas, formas de pensar, esquemas mentales, etc. Esta ingeniería está en la televisión, la radio, los periódicos, internet, etc. Tras la repetición de ciertos hechos o ciertas ideas, de manera directa o indirecta, se lleva a que las personas asuman como propios ciertos postulados, que se incorporan a la conciencia colectiva, manifestada en lo políticamente correcto y a la cual no se puede contradecir sin sufrir una anatema social.
El mito del hedonismo y el vitalismo
Los medios de comunicación nos invaden con mensajes e imágenes que, de manera más o menos sutil, nos invitan a poner como fin de nuestra vida el placer (hedonismo) e igualmente se nos invita a dejarnos llevar “por lo que pide el cuerpo” (vitalismo). Su manifestación diaria está en: la mentalidad de la fiesta, del querer las cosas hechas, del no-esfuerzo, la sexualidad desordenada, la pornografía, el gusto por lo morboso y bajo, el poco interés por los temas culturales o humanísticos de verdad, la televisión basura, etc. Esto no deja de ser la más abyecta tiranía de las pasiones sobre la libre voluntad, lo cual persigue dos fines.
  1. Se consigue que las personas sientan que sus intereses particulares son satisfechos, porque se les da la capacidad de satisfacer sus pasiones más inmediatas, que previamente se han inducido mediante la ingeniería social como el fin supremo de la existencia, lo cual da un falso sentimiento de libertad.
  2. Se reduce el espectro existencial e intelectual de las personas. Poniéndoles como meta de su vida la satisfacción furibunda de sus pasiones, el irse de fiesta, la juerga, el pasar de todo y el “ser libre”, hacen que los individuos eludan cualquier búsqueda superior y más profunda. Se cercena de raíz la pregunta sobre la verdad, las dudas existenciales, la vida verdaderamente intelectual, la introspección personal, etc. Se llega, incluso, a reducir la riqueza de vocabulario. A esto hay que sumarle la inconsciente confusión mental de las personas, que viven con un montón de nociones difusas de diferentes ideologías, muchas veces incompatibles entre sí. Por tanto, las personas son bastante más fácilmente manipulables, lo cual nos lleva al segundo mito.
El mito del progreso
  1. Junto al aumento de la manipulabilidad de la gente por la reducción de su espectro intelectual y existencial se les imbuye, mediante la ingeniería social, la idea del progreso. La idea es que la humanidad avanza hacia un mundo mejor gracias a la razón. Así, la humanidad conseguirá –y consigue- un progreso indivisible: progreso material, progreso intelectual, progreso moral, progreso de bienestar. Y todo este progreso es, por supuesto, bueno y deseable. Es el discurso de hoy día de la ampliación de derechos y libertades.
  2. Como cualquier novedad es fruto del progreso, ésta se hace necesariamente buena, creándose, por tanto, un ambiente favorable a cualquier novedad, por aberrante que sea. Esto consigue una serie de cosas: por un lado la gente vive en un estado de expectación hacia la novedad, esperando siempre que desde fuera le digan cual es la novedad de turno, completamente sumisos –aunque inconscientes de ello- a lo que la ingeniería social le diga que es ahora lo nuevo y, por tanto, lo bueno. Por otro lado, se consigue que la persona evite enfrentarse con su soledad, con su interior, pues vive siempre expectante de lo de fuera. Por otro lado, además de decirle a la gente que es lo nuevo y bueno, también se señala que es lo antiguo, lo viejo, lo ya pasado, lo que ya no merece la pena, lo que está anquilosado en el pasado. Normalmente coincide con la Iglesia Católica y cualquier visión sana de la realidad. Y, finalmente, prepara el terreno para la farsa de la política.
  3. Como la mayoría de la gente no tiene la capacidad de hacer un análisis critico de las novedades que le imbuye la ingeniería social, la mayoría de la gente lo acepta como algo bueno y positivo. Ahora es cuando el tablero está preparado para hacer creer a la gente que su voluntad se identifica con la voluntad general manifestada en las decisiones del gobierno.
  4. Esto se consigue mediante la farsa de la lucha parlamentaria. Los progresistas, que son los políticamente correctos, los bonachones, los que usan de la razón para traer un mundo maravilloso tratan de poner la novedad que ya previamente ha calado en la conciencia social. Luego están los conservadores, que son los que malamente se enfrentan a la conciencia social, son los del orden y el atraso. Son el elemento necesario para el sistema, porque hacen parecer que realmente existe una lucha, cuando en el fondo son lo mismo que los progresistas. Me explico, los progresistas dicen que los cambios se tienen que hacer corriendo, que hay que construir el mundo nuevo y maravilloso ya; los conservadores, en cambio, dicen que los cambios hay que hacerlos poco a poco, en función de las transformaciones sociales. Transformaciones que, en muchos casos, produce de manera artificial la ingeniería social. Los progresistas corren, los conservadores andan. Pero los dos van en la misma dirección.
  5. Entonces es cuando comienza el gran teatro. Los buenos progresistas tienen que luchar contra los malvados conservadores y, por supuesto, finalmente terminan consiguiendo lo que querían. Simple y llanamente porque ya la conciencia social lo acepta y lo ve como algo maravilloso, por lo tanto, lo pueden poner y es realmente imposible que no lo consigan. De esta manera, se refuerza el sentimiento en cada individuo de: a) que ellos han llegado a la conclusión por si mismos de esta novedad, y también por sí mismos de que es buena; b) que ellos han luchado también en la arena política para traer una gran mejora al mundo; c) que han vencido, por lo que se reafirma su sentimiento de que su voluntad coincide con la voluntad general, manifestada en las leyes del gobierno. ¡Se ha conciliado la voluntad particular con la universal tal y como quería Hegel! El problema es que todo esto no deja de ser una absoluta farsa. Por otro lado, los conservadores sienten que han perdido pero que han librado la batalla que debían… Pero ya está, ellos ahora asumen también como suyo el cambio realizado y, a partir de ahora, no se les ocurrirá cuestionarlo, porque ha sido una reforma necesaria por el cambio social, ha sido la voluntad del pueblo, es el progreso, etc.
Así la ingeniería social maneja y cercena la libertad de pensamiento de la población. Todo este proceso consigue varias cosas: a) hace creer a la gente que son libres, que han elegido libremente su lucha, sus pensamientos y su posicionamiento respecto a un tema, y que además el Estado es bueno porque ha cumplido con sus expectativas; b) de que el mundo (o el país) progresa y eso es bueno; c) de que su modo de vida se concilia perfectamente con las reivindicaciones que han abanderado, por lo que se reafirma en su estilo de vida vitalista y hedonista. Es un círculo vicioso del que la salida es difícil. Queda así claro que la democracia liberal es la gran dictadura del pensamiento políticamente correcto.
La finalidad
¿Cuál es la finalidad de esta dictadura del pensamiento? La respuesta está en el otro gran aspecto del liberalismo: la economía. Con este sistema se consigue una gran cantidad de gente que vive presa de la novedad y de los impulsos que le transmiten desde la ingeniería social. Es la manera perfecta de conseguir una masa aborregada que no se cuestiona nada y está ansiosa de novedades. Así, siempre está dispuesta a consumir las nuevas modas, tecnologías, tendencias, etc. Todo el sistema está hecho para favorecer el consumismo: la homogeneización social a escala mundial, la generación de necesidades artificiales, la publicidad, etc. Estamos inmersos en una sociedad sustancialmente económica donde se enriquecen unos pocos que a su vez son los que sostienen el sistema. La finalidad del sistema es, en última instancia, el beneficio económico desmesurado de unos cuantos, a costa de nuestra libertad. Pero tampoco debería extrañarnos, al fin y al cabo, los fundamentos políticos que han dado lugar a nuestra democracia liberal se encuentran en la filosofía burguesa que aspiraba a esto: el enriquecimiento económico.
Objeciones
Se podría responder que el Estado no nos quiere poco formados sino que nos invita a la lectura y nos pone escuelas. Veámoslo con detalle.
  1. El sistema fomenta la lectura de los libros que le interesan, es decir, los políticamente correctos. Cada cierto tiempo sale algún libro de moda que se lee todo el mundo, mas la lectura más profunda, de cualquier tipo que sea, no es promocionada. Así que, nuevamente, el sistema nos dice que tenemos que leer, aunque por supuesto, siempre nos permitirá leer cosas políticamente incorrectas. Pero al precio de ser alguien políticamente incorrecto.
  2. Las escuelas públicas enseñan lo que el Estado quiere. Es dejar en manos del Estado la educación de nuestros hijos. Cuando hacemos eso pasan cosas como que el Estado nos los quiera adoctrinar ideológicamente como está intentando hacer Zapatero con Educación para la Ciudadanía. Por otro lado, desde los dos partidos del teatro político español se ha resaltado la importancia de la enseñanza de cuestiones técnicas y del inglés. El conocimiento técnico, por muy importante que pueda ser para la actual coyuntura histórica no forma el espíritu humano, eso sólo lo hacen las humanidades. Son las humanidades las que nos pueden enseñar de dónde venimos, qué somos y a dónde podemos ir. Una carrera técnica jamás enseñará eso. Pero las humanidades son cada vez más relegadas a un segundo plano, tienen menos salidas laborales, etc.
  3. El sistema nos quiere bien formados, pero no de una buena filosofía, de un buen humanismo o algo por el estilo. El sistema quiere buenos técnicos para que sean buenos elementos de producción y así beneficiar a la economía.
Se podría argumentar que el sistema no quiere sólo que vivamos para nosotros mismos o únicamente de una forma vitalista o hedonista. Nos invita a ser solidarios, constantemente. Esto es obvio, el sistema sabe que las personas necesitamos salir de nosotros y sentir que hacemos algo por los demás, es lo mínimo de la naturaleza humana. Pero el modo que nos ofrece el sistema es una salida fácil. No nos pide que cambiemos el mundo –eso es imposible, dice-, simplemente que hagamos algo sencillo: apadrinar un niño, dar dinero a una ong o hasta participar en algún grupo solidario. Sin embargo:
  1. Todas las actividades en las que nos incorporemos serán políticamente correctas o estaremos mal vistos socialmente.
  2. No implican un cambio en nuestro ser. Podemos seguir siendo igual de hedonistas, consumistas y vitalistas que siempre y ser a la vez solidarios, por lo que seguimos en la dinámica del sistema.
  3. Todas las cosas que el sistema nos invita a hacer no cuestiona la raíz del mismo o, peor aun, la refuerza. No se nos invita a pensar en las causas profundas que dan movimiento al sistema y que son las que causan muchas de las injusticias actuales. Simplemente se nos hace sentir bien porque hemos hecho lo que podíamos. Pero el problema es de raíz, y a la raíz no se permite acudir.
Ahora, no digo que participar en algunas de estas actividades no pueda ser bueno, simplemente que no son contradictorias con el sistema. Mas bien al contrario, lo refuerzan porque no cuestionan su raíz y nos hacen sentir satisfechos –aunque no hayamos conseguido realmente cambiar las estructuras que hacen posible tantos males-.
Se me podrá decir que el sistema me deja expresarme contra él y no pasa nada. Bueno, soy políticamente incorrecto y, por tanto, mal visto. En segundo lugar este texto nunca pasará de ciertos círculos. Jamás aparecerá en primera plana de un periódico o se debatirá del mismo en la televisión de manera justa. Y si algo de eso pasase no sería gracias al sistema, sino a pesar suyo.
El papel de la Iglesia Católica y su neutralización
Sin embargo el sistema no puede alterar la naturaleza profunda del ser humano. Este tiene anhelo de eternidad, de infinito, de verdad, de bien, de belleza y de justicia. Es a lo que aspira el ser humano, es el suspiro eterno que saldrá de su alma hasta que encuentre la Verdad. Es la religión quien da respuesta a estos anhelos humanos; el vitalismo, el hedonismo, el consumismo, etc. son un mal sustituto de la fe, que rápidamente nos cansan y hastían. Pero la religión nos coloca en unos valores y en una forma sana de entender el mundo completamente opuesta al actual sistema. La búsqueda continua y sincera de la Verdad nos deposita en la Iglesia de Cristo, en la Iglesia Católica. Pero la fe que guarda la Iglesia tiene un conjunto de valores, una cosmovisión que es incompatible con el actual sistema. Y lo es, aunque mostrar esto requerirá de otro artículo. El sistema es consciente de ello y quiere relegar a Jesucristo al ámbito de lo privado. Manifestarse hoy día como católico es algo políticamente incorrecto. Y es que, la verdadera enemiga del sistema es la Iglesia Católica. Si la Iglesia, tomando la expresión de Chesterton, hiciese uso de su dinamita, no sólo volaría un sistema injusto por naturaleza sino que podría dar el sustrato sano y firme para una buena sociedad.
La facción dentro del Estado y opuesto al mismo
Hegel afirma que cuando dentro del Estado hay un grupo que no se siente identificado con la voluntad general, crea una facción dentro del Estado opuesto al mismo. Si esto es cierto, evidentemente hoy la gran mayoría, por activa o por pasiva, se siente identificada con la voluntad general, puesto que no cuestionan el Estado, o mejor dicho, no cuestionan el mismo sistema. Hay pequeños grupos que sí cuestionan al mismo sistema, aunque no todos se puedan decir que sean muy inteligentes. Es más, muchos de estos grupos antisistema son instrumentos del sistema. Estos individuos sucios, con pintas raras, que acuden a la violencia y se dicen así mismos antisistema, no dejan de ser un instrumento del sistema para poder decir: ¿Qué prefieres, lo que hay o eso? Y la respuesta es obvia, nadie va a quedarse con “eso”.
Por tanto, hay que realmente hacer una facción a esta tiranía, una oposición intelectual fundamentada en la fe, la tradición y la recta razón, con una visión cristiana de la sociedad, de la política y de la economía. Quizás en la actualidad el único sitio donde se me ocurre que podemos ver algo así es en el Carlismo y el distributismo.
Pedro Jiménez de León