La semana pasada tuve ocasión de leer un gran discurso de D. Alfredo Dagnino, presidente de la Asociación Española de Propagandistas y de la Fundación Universitaria San Pablo CEU. El discurso se titulaba: «La España necesaria: una misión para todos»; lo había pronunciado el pasado 11 de diciembre, en el Club Siglo XXI.
Es de esos textos que conmueven e interrogan, que hablan con verdad y hacen sentir un gran respiro de libertad y de esperanza, de aire fresco y lucidez ante lo que nos está pasando y ante el futuro posible. Amasado de fe y razón unidas y bien trabadas, su diagnóstico realista, certero y penetrante, sincero y valiente, escrito desde profundas y sólidas convicciones con un gran amor y con una gran pasión por España, me hizo recordar, por un tiempo, a dos grandes hombres de nuestra historia reciente -que, por cierto, nos harían falta hoy-: el Cardenal Ciriaco María Sancha y Hervás, primado de Toledo al final del siglo XIX y comienzos del XX -pronto será beatificado-, y D. Julián Marías, más cercano a nosotros.
«La España necesaria», de la que nos habla Dagnino, es la misma «España perdida» y recuperada de Marías, por la que luchó y trabajó tanto Sancha. «¿Por qué la España necesaria? ¿Acaso la España en que vivimos no es la España necesaria, no es la España deseable, no es la España anhelada?». Pueden parecer preguntas retóricas, pero son muy reales e ineludibles en tiempos de crisis como los que ahora atravesamos. Como lo fueron en la crisis de la generación del 98. Se niegan y se pierden usos, convicciones, tradiciones, modelos de vida, formas de pensar y actuar heredadas. Hay, por qué no decirlo, desasosiego, inquietud, inseguridad. «No parece, añade Dagnino a renglón seguido, que sea la mejor España, ni que sea la única posible. Hay otra España posible: ``la España necesaria¿¿. La España grande; la España consecuente con su historia, con sus raíces, con los fundamentos de su auténtico ser y de identidad nacional; la España que asume la sabiduría de la tradición y reconoce un valor en sí mismo en lo que dura, en el orden heredado, porque tiene la convicción de que hay principios que están insertos en la historia y en la tradición. La España que siente que el futuro no puede construirse si no es en consideración al bien del hombre y al bien común de los españoles».
Se trata de trabajar todos por la España necesaria, por el proyecto común e histórico que nos ha constituido en lo que somos, la que nos ha dado una identidad y nos ha hecho y hace capaces de grandes empresas. En todo ello está nuestro futuro. Se podrá dejar todo esto a lo que alude Dagnino, que sucribo, y suscribirían, sin duda, Sancha y Marías. Será posible hacer surgir otra cosa. Pero no sería España, aquélla que se fraguó durante siglos recuperando lo perdido y nos hace ser, y que es lo que venimos siendo y ahora nos apunta y orienta hacia el futuro.
La «España necesaria» es posible y es el futuro. Ésta, como dice Dagnino, «necesita de la implicación y del esfuerzo de todos, necesita del compromiso de todos. Porque las cosas no se arreglan solas; no podemos permanecer como espectadores impávidos frente a lo que hoy está en juego en la vida pública, todos somos necesarios; el futuro de España es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros».
Antonio Cañizares|La Razón 4.III.09
Es de esos textos que conmueven e interrogan, que hablan con verdad y hacen sentir un gran respiro de libertad y de esperanza, de aire fresco y lucidez ante lo que nos está pasando y ante el futuro posible. Amasado de fe y razón unidas y bien trabadas, su diagnóstico realista, certero y penetrante, sincero y valiente, escrito desde profundas y sólidas convicciones con un gran amor y con una gran pasión por España, me hizo recordar, por un tiempo, a dos grandes hombres de nuestra historia reciente -que, por cierto, nos harían falta hoy-: el Cardenal Ciriaco María Sancha y Hervás, primado de Toledo al final del siglo XIX y comienzos del XX -pronto será beatificado-, y D. Julián Marías, más cercano a nosotros.
«La España necesaria», de la que nos habla Dagnino, es la misma «España perdida» y recuperada de Marías, por la que luchó y trabajó tanto Sancha. «¿Por qué la España necesaria? ¿Acaso la España en que vivimos no es la España necesaria, no es la España deseable, no es la España anhelada?». Pueden parecer preguntas retóricas, pero son muy reales e ineludibles en tiempos de crisis como los que ahora atravesamos. Como lo fueron en la crisis de la generación del 98. Se niegan y se pierden usos, convicciones, tradiciones, modelos de vida, formas de pensar y actuar heredadas. Hay, por qué no decirlo, desasosiego, inquietud, inseguridad. «No parece, añade Dagnino a renglón seguido, que sea la mejor España, ni que sea la única posible. Hay otra España posible: ``la España necesaria¿¿. La España grande; la España consecuente con su historia, con sus raíces, con los fundamentos de su auténtico ser y de identidad nacional; la España que asume la sabiduría de la tradición y reconoce un valor en sí mismo en lo que dura, en el orden heredado, porque tiene la convicción de que hay principios que están insertos en la historia y en la tradición. La España que siente que el futuro no puede construirse si no es en consideración al bien del hombre y al bien común de los españoles».
Se trata de trabajar todos por la España necesaria, por el proyecto común e histórico que nos ha constituido en lo que somos, la que nos ha dado una identidad y nos ha hecho y hace capaces de grandes empresas. En todo ello está nuestro futuro. Se podrá dejar todo esto a lo que alude Dagnino, que sucribo, y suscribirían, sin duda, Sancha y Marías. Será posible hacer surgir otra cosa. Pero no sería España, aquélla que se fraguó durante siglos recuperando lo perdido y nos hace ser, y que es lo que venimos siendo y ahora nos apunta y orienta hacia el futuro.
La «España necesaria» es posible y es el futuro. Ésta, como dice Dagnino, «necesita de la implicación y del esfuerzo de todos, necesita del compromiso de todos. Porque las cosas no se arreglan solas; no podemos permanecer como espectadores impávidos frente a lo que hoy está en juego en la vida pública, todos somos necesarios; el futuro de España es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros».
Antonio Cañizares|La Razón 4.III.09
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