martes, 29 de junio de 2010

Benigno Blanco afirma que España "promueve el aborto desde el Gobierno y con el dinero de todos"

El Presidente del Foro de la Familia, Benigno Blanco, ha afirmado este lunes que "España apuesta por promover el aborto desde el Gobierno y con el dinero de todos", en un análisis de la nueva Ley con la que persiste la nula protección del no nacido, facilita el negocio privado del aborto, abandona a la mujer embarazada y traslada a los médicos dedicados al aborto las funciones de la patria potestad respecto a las menores de edad.

   "Con estas dos normas reglamentarias quedan ratificadas las peores sospechas de porqué se hizo la nueva Ley: se trataba de facilitar el negocio mercantil del aborto, privando a las mujeres de toda información y asesoramiento independiente y presentando el aborto como la única solución que cuenta con el apoyo y la financiación del Estado", ha declarado el presidente del Foro de la Familia.

   "Las nuevas normas ratifican lo que ya se podía intuir en la Ley: las competencias propias de la patria potestad que se expropian a los padres se entregan a los médicos, incluso a los que no tienen más interés que el mercantil en que se produzcan abortos. Es una aberración jurídica que va a dar lugar a muchos pleitos y reclamaciones", ha agregado Blanco con respecto a las menores de edad.
   Además, matiza que la información que se de con esta nueva Ley será "fría, despersonalizada y estandarizada", una información sólo abocada al aborto, no a facilitar alternativas ni soluciones compatibles con la continuación del embarazo.

   Benigno Blanco ha definido la situación española con la nueva Ley asegurando que "España pasa a ser un país abortista, es decir, un país que no se limita a no penalizar el aborto sino que apuesta por promover el aborto desde el Gobierno y con el dinero de todos".

   Por último, el Foro de la Familia anima a todos los españoles a concentrarse ante el Tribunal Constitucional el sábado 3 de julio bajo el lema '25 años bastan, sí a la vida de todos'.

lunes, 28 de junio de 2010

The Soul of Madrid - JMJ2011

El Domingo NO se trabaja: descanso,familia,cohesión social y culto divino; frente al liberalismo


Las recientes medidas del gobierno neogaullista francés contra el descanso dominical se han encontrado con la decidida protesta de la Confederación Francesa de Trabajadores Cristianos : En España son muchas las administraciones tanto locales como autonómicas que están intentando acabar con el descanso dominical. En este contexto es oportuno recordar la reciente campaña del Movimiento Obrero Tradicionalista, de la Comunión Tradicionalista, en oposición a estas pretensiones. (Aquí )

El fundamentalismo monetarista ha impuesto a los trabajadores asalariados, pero también a los trabajadores autónomos unas condiciones inaceptables. En el libre juego liberal de la oferta y la demanda el económicamente poderoso se come al humilde, y eso que uno de sus grandes postulados es que el capitalismo es la condición económica para el estado democrático e igualitarista... En este contexto cada vez son más los comercios, pero también las fábricas, que abren en domingo ignorando la necesidad de un día de descanso comunitario para la cohesión social y familiar. La sociedad liberal aboca al individualismo. Pero además se viola el día dedicado al culto divino. También la proliferación de locales de titularidad extranjera ha supuesto un desequilibrio en el comercio tradicional, que se ven abocados a una competencia desleal por parte de comerciantes que no respetan los usos y horarios del país de acogida. El Movimiento Obrero Tradicionalista aboga por una comunidad política bien ordenada, por un orden de bienes que permita organizar fundadamente la misma, en el recto ejercicio de la prudencia política, rechazando el individualismo liberal y exige como fundamento de una verdadera justicia social (que no tiene que confundirse con igualitarismo socialista) el reconocimiento de un día de descanso comunitario.

viernes, 25 de junio de 2010

BXVI: Bendición para las familias españolas

La firme voluntad de la Asociación Católica Cruz de San Andrés con respecto a la visita del Papa es ofrecerle la mejor acogida; pero no sólo externa, sino también interior. El Santo Padre nos ha de encontrar preparados espiritualmente para obtener de esta visita el mayor provecho para la Iglesia.

Por ello, entre los carteles que hemos editado en CRUZ DE SAN ANDRÉS con ocasión de la visita del Papa a Barcelona, tiene especial significación el que llevará por lema “Benedicto XVI – Bendición para las familias españolas”.

Ello es así porque, aún sin conocer el contenido de los discursos del Papa en esta visita, sabemos que la humanidad tiene la perentoria necesidad de que el Santo Padre hable de la institución natural que es la FAMILIA cristiana; y por tanto, tenemos la absoluta seguridad de que así lo hará.

¿Y por qué es tan perentorio que el Papa hable en Barcelona de la familia cristiana? La primera razón es que la voz del Papa es la voz más potente y la más clara de cuantas defienden la Ley Natural, de tal manera que se impone por su misma fuerza, tanto a católicos como a no católicos. Lo estamos viendo en sus encíclicas, referente indispensable no sólo del pensamiento católico, sino también de la filosofía humanista sobre la que se sostiene toda la civilización occidental. Y lo vemos también en los luminosísimos discursos que pronuncia con ocasión de sus viajes. En todo el mundo se escucha con respeto y a menudo con admiración, la doctrina de la Iglesia Católica.

Lo acabamos de ver en Inglaterra, uno de los feudos del anticatolicismo. Aunque le esperaban con las uñas afiladas; se han rendido a la humilde brillantez con que ha expuesto ante los agnósticos y los escépticos, la necesidad que tienen de la doctrina católica, también sus enemigos.

El Santo Padre ha dejado claro, por ejemplo, que no se puede separar la política de la moral, porque esta última es una construcción eminentemente religiosa y sin ella, la política se vacía totalmente de sentido y de contenido. Por ello, no es intelectualmente aceptable ni sostenible el empeño del racionalismo por separar la fe y la razón, como si fuesen antagónicas e inconciliables. Es un error que la política se desentienda de la religión y se esfuerce por relegarla al ámbito de lo exclusivamente privado. A estas alturas de las ciencias humanas, eso es un evidente disparate. Son las verdades del barquero que, dichas por el Papa, resplandecen por el mundo entero con un brillo sorprendente.

Seguramente que alguien más proclama esas grandes verdades, pero no se le oye. Benedicto XVI, además de ser escuchado por ser la cabeza de la Iglesia católica, es también respetado y atendido por la enorme autoridad moral acumulada a lo largo de una dilatada vida de estudio, que ha fructificado en numerosas publicaciones. Ratzinger era ya una de las grandes firmas de la iglesia y era reconocido como una de las inteligencias más preclaras mucho antes de alcanzar su posición actual. Su discurso de articulación de la razón y la fe y de la necesidad inexcusable de la religión y de la moral en la vida cívica y en la política, lo tiene tan elaborado a lo largo de sus obras, que fluye de su pluma y de su boca como verdades incontrovertibles, al alcance de doctos e indoctos.

Por ello, los católicos esperamos con impaciencia las palabras del Papa sobre la FAMILIA, que con toda seguridad marcarán un antes y un después. Tras las palabras de Su Santidad, las cosas ya no serán igual. Los católicos nos sentiremos espoleados por el Santo Padre a defender la familia y la vida con aún más valentía y con aún mayor claridad de ideas; y los no católicos, tendrán que acomodar sus razones a las grandes verdades del Orden Natural que proclamará el Santo Padre en sus discursos.

En cuanto al calificativo de “españolas” y no de “cristianas” para las familias, la razón es que el modelo occidental de familia -y por tanto también el español- siempre será el modelo cristiano, que como ya hemos dicho, coincide con el defendido por el Derecho Natural. Es evidente que al salir el Papa en defensa de la familia cristiana, pone su atención en todas las familias construidas sobre este modelo, que es el único defendible desde el Orden Natural. Observemos como contrapunto, como el modelo poligámico musulmán nada tiene que ver con nuestro modelo de familia, algo que podemos apreciar si comparamos en como mientras en el cristianismo sí se ha trabajado a fondo el respeto y la igualdad entre el hombre y la mujer, el islamismo ha trabajado precisamente en la dirección contraria.

En resumen, que el edificio tradicional de la familia occidental es cristiano desde sus mismos cimientos, que es el que concuerda con el Orden Natural y por tanto, que es el que hemos de defender y exportar al mundo entero, como garante de la libertad de todos y cada uno de sus miembros y como fuente de respeto y de amor entre todos ellos.


Mariano Aranal
Secretario Cruz de San Andrés
www.cruzdesanandres.org
http://www.vidayfamilia.es/argumentario.php?id=35

lunes, 21 de junio de 2010

La Tradición: esa gran desconocida...

 Xavier Zubiri

HACIA UN CONCEPTO FILOSÓFICO DE TRADICIÓN.

(PRIMERA ENTREGA)


Marchamos hacia un concepto filosófico de "Tradición". Para ello, nada mejor -pensamos- que recurrir a un Diccionario de Filosofía, como el de Ferrater Mora. En él hallamos dos entradas que pueden ser de nuestro interés: "TRADICIÓN" y "TRADICIONALISMO". Vamos a prescindir de la segunda, para centrarnos en la primera que es la que queremos dilucidar. Dice el Diccionario de Ferrater Mora:

"Una tradición es un conjunto de normas, creencias, etc., a menudo incorporadas en instituciones. Cuando las normas, creencias y, caso de haberlas, instituciones se toman en un sentido general y global, se habla de "la tradición"."

Como definición de la que partir no está nada mal. En el curso del desarrollo de esta definición, el Diccionario presenta las actitudes que pueden adoptarse frente al hecho de la tradición.

1. Actitud de sumisión y respeto, que puede presentarse de los siguientes modos:

  • a.) SIN JUSTIFICACIÓN: Es la actitud que sin recurrir a ulteriores justificaciones, postula que "la tradición es la tradición" y hay que respetarla, sin que tengamos que justificar ese respeto.

  • b.) CON JUSTIFICACIÓN:
b. 1. La tradición se justificaría en virtud de haber persistido esas normas, creencias y, caso de haberlas, instituciones.

b. 2. Se supone que la tradición incorpora experiencias y decisiones de los antepasados que, por antecedernos, se infiere que atesoran un saber y una prudencia superiores a la nuestra

2. Actitud crítica frente a la tradición: Desde Francis Bacon y, a lo largo y ancho de la Filosofía Moderna, la tradición ha sido vista como fuente de normas absurdas, de creencias dubitables y de instituciones que ejercen una supuesta presión sobre la sociedad y, lo que es peor, sobre el individuo concebido como ente autónomo.

Como aproximación, podemos estar conformes. No requerimos mucho más, para acercarnos al concepto filosófico de "tradición". Pero, será el vicio de la modernidad, todavía nos ocurre que, tras toda la clasificación que por mor de orden hemos hecho, seguimos pensando: ¿Qué es la tradición?

Con decir que "una tradición es un conjunto de normas, creencias, etc., a menudo incorporadas en instituciones" no sabemos lo que es la tradición: en todo caso, podemos acercarnos a una determinada "tradición" mediante el estudio exterior de sus normas, creencias e instituciones y no haber adelantado mucho en el esclarecimiento de lo que sea la tradición: tampoco nos interesa ese "sentido general y global" por el cual hablamos de "la tradición" cuando pensamos en los diversos cuerpos sociales que, a lo largo de la historia, extinguidos o perdurantes, han tenido sus propias y determinadas "tradiciones" como si todo el conjunto de las mismas fuera un enorme cajón de sastre donde podemos encontrar desde, permítasenos llamarla, la "tradición griega" hasta la "tradición romana". Tampoco nos basta con pensar: "la tradición es todo eso que viene del pasado".

Seguimos preguntándonos: ¿y qué es la tradición? Por tradición podemos conservar en nuestra casa una armadura, con yelmo, arneses, la martingala y todos los arreos... Como si fuese un dermatoesqueleto. Pero, el objeto que podamos haber heredado en tradición no es la tradición. ¿Qué será la tradición, entonces?

Xavier Zubiri piensa que la tradición sería algo así como una condición (empleemos este término "condición", para entendernos): una condición que posibilita la incorporación del hombre a lo que Zubiri denomina "el dinamismo del cuerpo social". Como condición, la "tradición" está supuesta, quiere decirse que antecede al hombre a modo de amparo: "Amparado en una tradición: traditio, parádoxis." Sin sumergirse en la tradición propia de su cuerpo social ningún hombre podría incorporarse al cuerpo social.

Zubiri piensa que la "tradición no consiste en transmisión, porque hay muchas cosas transmitidas que pueden quizá no funcionar como tradicionales. Y, recíprocamente, puede haber tradición sin que haya rigurosamente hablando una transmisión." Y termina asentando el filósofo vasco que: "Tradición es reactualización, y en este caso reactualización como un sistema de posibilidades".

Y sigue diciéndonos:

"Porque aquello que una sociedad era en un momento determinado de la historia, ha dejado de ser real. Aquello fue; ya no es. Pero pervive habiéndonos otorgado en el momento presente el sistema de posibilidades que constituyen definitoriamente el cuerpo social en que cada uno de nosotros vive. La tradición no afecta a una transmisión de realidades, porque ni es transmisión ni es de realidades; sino que afecta precisamente a la reactualización de posibilidades en cuanto tales."

El problema que se establece en este momento es: ¿y si el hombre rechaza la tradición recibida? La respuesta no se hace esperar: por lo pronto, renegando de la tradición, lo que el hombre pierde ipso facto es la opción de reactualizar el sistema de posibilidades que constituye su cuerpo social. Eso es lo que el hombre ha ido perdiendo, en aras de intentar hacer -por el prurito de orgullo o por la simple tontería- nuevos sistemas de posibilidades que, por el solo hecho de colocarles un "nuevo" delante se piensan nuevos y mejores.

BIBLIOGRAFÍA:

-DICCIONARIO DE FILOSOFÍA (Q-Z), J. Ferrater Mora, nueva edición actualizada por la Cátedra Ferrater Mora bajo la dirección de Josep-Maria Terricabras, Ariel Referencia.

-"ESTRUCTURA DINÁMICA DE LA REALIDAD", Xavier Zubiri, Alianza Editorial - Fundación Xavier Zubiri.

sábado, 19 de junio de 2010

La Monarquía hereditaria: Los Reyes al servicio de la Tradición de las Españas

 
Pero, en la verdadera monarquía, casi todos los ataques que se dirigen están fundados principalmente sobre un gran sofisma: el sofisma es no ver aquello que apuntaba ya Julio Feriol en un libro desgraciadamente incompleto y en el prólogo, que dedicó a Felipe II: los reyes no son una persona sola, son dos. En los Monarcas hay dos personalidades, y, cuando se les ataca, se suele no ver más que una sola, la que vale menos, la persona física. Un Monarca, es una persona física y una persona moral e histórica. La persona física puede valer muy poco, puede ser inferior a la mayoría de sus súbditos, pero la moral y la histórica valen mucho; ésa es de tal naturaleza, que suple lo que a la otra la falta, y lo suple muchas veces con exceso.

Separad en un Rey esas dos personalidades; que las separe él mismo, y la revolución no necesitará asaltar el Alcázar; ya él le habrá tomado la delantera; encontrará allí a un revolucionario coronado. Pero ponedle enfrente de un hombre superior a la persona física del Rey, como muchas veces se han encontrado frente a frente en la historia. Suponed un Rey de escasa capacidad, de menos cultura, de carácter no acentuado, que tiene muchos súbditos que le son superiores por completo en entendimiento, en voluntad, en carácter. ¿Queréis más? Poned frente a él a un hombre que reúna en grado superior ese entendimiento, esa voluntad, ese carácter, hacedlos que choquen, para ver quién vence. ¿Qué le faltará? ¿Ambición? Suponed que la tiene, ¿Riquezas? Suponed que tenga más que el Monarca. ¿Una espada? Que tenga detrás un ejército y una sociedad electrizada. Decidle que se ponga en movimiento y derribe una Monarquía; si lo hace, el Monarca cae, y él ocupa su puesto. Pues bien, es un dictador. ¿Qué es un dictador? Yo lo he dicho alguna vez, un dictador es un Rey sin corona; pero que la anda buscando.

Pues bien, señores, decidle a ese dictador que se ponga la corona. Si es un genio, no se la ciñe. ¿Por qué si él era superior en entendimiento, en voluntad, en fuerza, si ha derribado la Monarquía? Es que no ha visto más que la persona física del Rey, y ahora echa de menos la personal e histórica; es que no tiene genealogía; es que no tiene estirpe, una tradición, una historia, es que entonces comprende qué él ha sido súbdito y a estado mezclado entre los súbditos y ha vivido con ellos en la misma clase; no puede ser aquel poder arbitro imparcial, colocado en una región más pura, donde no llegan los intereses de clases ni las pasiones de partido; es porque se subleva contra él el orgullo y la vanidad humana que no quieren ser mandados por un igual suyo y que, para reclamar la igualdad de unos con los otros, quieren que haya uno desigual sobre todos, y quieren obedecer a un hombre, obedecen a una tradición, obedecen a una serie de generaciones que han sido como arcos en un vasto acueducto por donde ha corrido el río del espíritu nacional, saliendo las aguas por el arco de una corona para caer sobre nosotros, no como un mandato que humilla, sino como una ley y una autoridad que ennoblece y exalta.

Esa es la Monarquía, esa es la persona moral y histórica del Rey, que cubre y hace que desaparezcan las deficiencias de la persona física. Y nadie, nadie puede ejercer el poder personal supremo, como lo puede ejercer un Rey; y por eso yo pido que el Rey tenga iniciativas que deba tener y al mismo tiempo las ejerza por sí mismo, y que responda de ellas, y aquí está la dificultad y aquí está el fondo de la cuestión.

Juan Vázquez de Mella . Discurso en el Congreso, 17 de Junio de 1914. en El Verbo de la Tradición. Textos escogidos de Juan Vázquez de Mella )

Elogio del Santo Rosario por Eugenio D'Ors


Esta sección del blog recoge aquellos artículos o entradas publicados en otros blogs que hacen una contribución decisiva a mi manera de ver las cosas por su elocuencia, claridad y propuesta de nuevas perspectivas. Por esas razones es muy posible que resulten atemporales o que por lo menos sean un solido testigo para el futuro.

Otros artículos que se han publicado en esta sección se pueden ver pinchando aquí .

La dignidad de la persona


La principal lucha -digo la principal- del Estado moderno, o posmoderno, o como diablos queramos denominarlo, no debería ser el paro, ni siquiera la crisis económica, ni esa desesperante lucha contra la obsesión nacionalista y su procacidad ideológica. Tampoco la fatuidad de una política internacional que nos embelesa con su fría liturgia de intereses categóricos. Ni siquiera, fíjense bien en lo que les digo, la principal lucha del Estado -digo e insisto: no la principal- debería ser el terrorismo, que en gran medida es resultado de una injusticia económica global objetiva, así como de unos nacionalismos racistas que hacen de la lengua, sangre o religión (véase ETA o el Islam) motivo de un odio furioso y contumaz, además de una excusa ciertamente manipulable de cara a otros réditos menos gaseosos, ya me entienden. La impericia, soberbia e incapacidad de nuestros políticos hace el resto.
Pero a lo que iba. Todos estos problemas -y algunos más- con ser gravísimos no deberían ser la preocupación fundamental de los gobiernos. Son la manifestación de algo mucho más peligroso: la no educación (o la educación mediocre, que viene a ser lo mismo), la manipulación ética y académica, la despersonalización, la deshumanización. Todo eso, que ya profetizó la literatura moderna en hombres como T.S. Eliot, George Orwell, Ray Bradbury, C.S. Lewis o Aldous Huxley, por poner algunos ejemplos, me lleva a pensar que la primera lucha del Estado hoy, si queremos seguir manteniendo erguida esta civilización que nos ampara, debiera estar precisamente en contener por todos los medios la degradación de la persona, en devolverle su original dignidad. Porque la situación actual no puede seguir así por mucho tiempo. No se trata de visiones apocalípticas o alucinaciones vehementes. Es la realidad de la calle. Desde el empujón al grito destemplado, de los gestos ariscos a la más que absoluta despreocupación por los demás. Y la droga en sus variantes más nocivas e inverosímiles, el cultivo de la mentira como una de las bellas artes, el desmedido morbo mediático por lo más degradante de la persona (lo mejor y lo bueno no interesa, no vende), o la justificación de cualquier aberración antinatural en pro de unos cuantos votos indecentes.
Y por supuesto fruto de todo ese desmembramiento del alma y de la conciencia es también el escarnio de la violencia doméstica. Una violencia salvaje y energúmena, que para nada es repentina o casual. Esta violencia es fruto del egoísmo más radical, y de una evidente falta de valores. De una conciencia deformada que desconoce totalmente lo que está bien y lo que está mal. Hoy día, ¿qué vale la vida humana? Se realizan por ejemplo esfuerzos ímprobos por salvar a los ballenatos y delfines varados en las playas y, sin embargo, decidimos que la eutanasia es el remedio más "humano" para las personas encalladas en la soledad del dolor. ¿No hay aquí una incoherencia manifiesta, una disfunción letal de lo que significa el ser humano y su destino de felicidad? Y recordemos que el individuo nace en un entorno familiar, necesario para un desarrollo más o menos cabal de su personalidad. Pero ¿qué ocurre cuando durante décadas el concepto de familia se relativiza hasta la carcajada? ¿Qué ocurre cuando se prostituye hasta el vómito lo sexual? ¿Qué pasa cuando la dimensión espiritual del individuo es sólo un frívolo garabato esotérico?
De la antropología cristiana hemos pasado a la fláccida insensatez de lo light, del capricho autista o del me apetece, donde "lo mío" es ley y el "yo" un nada desdeñable tirano. No seamos ingenuos de pensar que esta esquizofrenia social que es la violencia doméstica se arregla mediante la receta de unas cuantas leyes. Nada más lejos. Si lo que se pretende es ir a la raíz del problema, la batalla debe desarrollarse primero en el terreno de la educación (desde lo más básico, ¡qué responsabilidad tan grande tienen en ello los padres!) y de la protección a la familia. Sí, de esas familias que hacen del sacrificio su alegría cotidiana e irrenunciable. De esas familias –¡pásmense!– que son capaces de tener hijos, o que incluso los adoptan, en nombre de esa entelequia que en un tiempo no muy remoto dábamos en llamar amor. ¿Ustedes conocen a seres más progresistas, más solidarios? Yo no. La degradación de la persona conlleva la degradación de la familia (la primera y fundamental escuela). Y viceversa. Ésta es una brecha abierta al desorden, a la discordia, a la insociabilidad, al odio y, por supuesto, a la violencia. ¿Acaso podría pensarse que la relajación ética generalizada, cuando no planificada, podría salirnos gratis?

Los Requetés y el Marqués de Marchelina


El año 1974 finalizó con una polémica pública entre José Antonio Girón, presidente de la Confederación de Hermandades de Combatientes del 18 de Julio adictas a Franco el Dictador (Tio Kiko para los amigos), y el Marqués de Marchelina, Don Ignacio Romero Osborne, quien era presidente de la Hermandad Nacional de Requetés del Partido Carlista.

Girón afirmaba por aquel tiempo, y con gran jeta y caradura, que en la Confederación de Hermandades de Combatientes del 18 de Julio mencionada, estaba también integrados los REQUETÉS CARLISTAS, a lo que el propio Marqués de Marchelina desmintió tal afirmación con una interesante carta que le envió a José Antonio Girón para decirle entre otras cosas lo siguiente:


"Un pasado bochornoso, (ciento diez periódicos incautados o revistas suprimidas; Familia Real Carlista expulsada y negada su nacionalidad española; persecuciones; etc.) no lo olvida el Partido Carlista, y ahora sólo deseamos (alejados de todo lo que nos recuerde la guerra civil que el carlismo perdiótrabajar unidos con todas las fuerzas auténticamente democráticas para poder obtener nuestras tres libertades: libertad política, libertad sindical y libertad regional."

Sirvan así, como testimonio histórico, las palabras del propio Marqués de Marchelina, para quien la guerra civil debía ser verdaderamente superada, asimilando al mismo tiempo que el carlismo la había perdido.

La Monarquía que pretende y reclama el Carlismo


La llegada del primer Borbón al Trono de España, supuso la derogación de practicamente todas las instituciones propias, particulares y consuetudinarias enmarcadas en el ámbito foral de cada uno de los Reynos, Señoríos y Principados de las Españas. Porque con los Decretos de Nueva Planta se introducía el absorvente centralismo en las Españas y a partir de 1714 una forma de gobernar y hacer política basada en el absolutismo real, que daría lugar al cesaropapismo y al despotismo ilustrado, y por consiguiente a la caída de la monarquía en sus formas, usos y principios antiguos.

El primer carlismo es el que se enfrentó al Felipismo borbónico botifler, defendido primeramente por los maulets austracistas, partidarios del Archiduque Carlos de Austria, y una vez apartada la rama Habsburgo a partir de 1714, con la Ley Sálica de Felipe V, y ante el nuevo problema sucesorio que se introduciría en España a partir de 1833, surge como respuesta aquel mismo carlismo heredado de padres a hijos en lo que se refiere a los Fueros en el imaginario popular, máxima expresión de las antiguas libertades conculcadas en la antigua Corona de Aragón y que a partir de 1833 peligraban en los Señoríos Vascos y en el Reyno de Navarra, debido a la influencia centralista jacobina de los liberales moderados, conservadores y progresistas.

La nueva rama carlista sería Borbónica, encabezada por Don Carlos María Isidro de Borbón, Carlos V de las Españas. Y la idea que se fue fraguando en el seno del carlismo y a partir del año 1833, y más aun en 1834, que es el año de las proclamas y defensas foralistas, será la idea del restablecimiento en su antiguo explendor de la Monarquía Hispánica, y para ello los seguidores del carlismo consideraban nefasto el centralismo inquisitivo del gobierno de Madrid. Pretendían consolidar un sistema basado en la representación política mediante las Cortes, acompañado de los Consejos ( de Castilla, de Aragón, de Estado, de Hacienda...) heredados del tiempo de los Austrias. La concepción política del carlismo la podríamos definir como un Pactismo Monárquico, basado en la participación de los estamentos en las Cortes y de los diversos grupos sociales en los municipios. Heredado todo ello de las formas de funcionamento de la antigua Monarquía Hispánica, representaba una tradición muy lejos de ser absolutista, sino mas bien constitucionalista consuetudinaria que cristalizaba en la defensa a ultranza de los Fueros o Constituciones Históricas de cada uno de los Reynos, Señoríos y Principados de las Españas. Así, los pilares fundamentales de la estructura política hispánica eran entre otros la monarquía compuesta y el sistema polisinodial basado en los Consejos y en las Cortes de cada uno de los Reynos o Estados territoriales Hispánicos. Las Cortes de los diferentes Reynos, en la tradición monárquica española, aprobaban leyes para limitar el poder del Rey, reforzando el sistema constitucional foralista consuetudinario propio, en el que las Cortes, la Generalitat y la representación municipal tenían un papel nuclear y daban voz al "hombre común".

Las Legítimas Libertades, la libertad de las Españas, ya se invocaron en el Principat de Catalunya en tiempos de la guerra de Sucesión 1700-1714. La lucha por la patria Catalana y sus Libertades eran el antemural constitutivo invocado por el propio Archiduque Carlos de Austria. Se trataba de la defensa de la "libertad de España" en la línea de lo que fue la monarquía compuesta de los Austrias, de caracter Confederal, finiquitada en 1707. Las proclamas Foralistas de aquella época venían a decir: " No penséis que nuestra animosa resolución se reduce a lo angosto de nuestros límites, (en referencia a Catalunya); sino que aspira a la cabal libertad de nuestra Península".

Curiosamente y en la misma línea de pensamiento durante la Tercera Guerra Carlista 1872-1876, Don Carlos VII de Borbón, Legítimo Rey de las Españas, afirmaría que el Señorío de Vizcaya y su Constitución, sería el antemural de España, teniendo por objetivo hacer restablecer en cada uno de los Reynos, Señoríos y Principados de las Españas, las antiguas Libertades que habían sido conculcadas, y al mismo tiempo, y por analogía a la proclama austracista o maulet anterior, pudiendo añadir exactamente y en la misma referencia: "No penséis que nuestra animosa resolución se reduce a lo angosto de nuestros límites, (Señorío de Vizcaya); sino que aspira a la cabal libertad de nuestra Península", recordando así a los Castellanos que sus antiguas libertades habían sido aniquiladas tras la Batalla de Villalar en el año 1522. Y que no son privilegios para Catalanes o Vascos, sino los derechos legítimos y libertades para todos los habitantes de los Reynos, Señoríos y Principados de las Españas. O como decía el propio Carlos VII de Borbón, el hecho de restablecer las libertades de cada una de las Repúblicas Españolas.
La historia nos demuestra que durante la guerra de sucesión española el Rey-Archiduque Carlos III de Austria, Rey de las Españas quiso hacer del Principat de Catalunya el antemural de España. Así mismo y posteriormente, durante la tercera guerra carlista, S.M.C. Don Carlos VII de Borbón, Rey de las Españas quiso hacer del Señorío de Vizcaya el antemural de España. Un caso y otro son ejemplos de la sensibilidad dinástica legitimista por vertebrar las Españas mediante una monarquía confederal, que tuviera como resultado la vinculación de los distintos pueblos de las Españas con la Corona de la Monarquía Hispánica.

Don Juan de Borbón ¿Carlista?

Es un hecho sabido que don Juan de Borbón y Battenberg trató de sumarse al Alzamiento del 18 de julio, con el objetivo de participar en la Guerra Civil Española, tocado con la boina roja carlista -algo inverosímil dado que procedía y encarnaba, como pretendido sucesor, a la dinastía liberal borbónica- pero lo que muchos desconocen es en que circunstancias y sobre todo la razón que le impulsó a hacerlo. Fue acusado don Juan de querer aprovecharse políticamente del gran impulso armado logrado por los carlistas, integrados en tercios de requetés, pretendiendo combatir a su lado, ya que en 1936 no existían fuerzas importantes monárquicas alfonsinas.

  Don Juan de Borbón con boina roja carlista  

Para tratar de esclarecer este asunto traemos un documento aparecido en el libro "Don Juan de Borbón: Biografía", de José Antonio Vidal Sales: 

"Don Juan de Borbón oía por radio, tranquilamente desde Roma, el resultado de los acontecimientos. Cuando triunfó la sublevación en una extensa zona del territorio español y hubo seguridad, don Juan de Borbón vino a España y quiso representar su comedia. 

Subió al círculo Carlista de Pamplona a pedir una boina roja y previamente se colocó sobre el pecho cinco flechas. El conde de Rodezno le dijo: <<Señor, cualquiera de estos mozos puede ponerse una boina roja si más, pero Vuestra Alteza pertenece a la dinastía que combatió a los reyes carlistas, para nosotros los legítimos. Por ello yo no tengo facultad para daros la boina. Id a Viena, donde está nuestro rey [Don Alfonso Carlos I] y pedidle a él permiso para llevarla.>> 

Don Juan se marchó de mal humor y se puso la boina sin más. Con ella y las flechas se fue cerca del frente para hacer la comedia. Pero enterado el general Mola de esta maniobra, mandó que la Guardia Civil lo detuviera y lo llevase a la frontera como así hizo. Uno de los acompañantes de don Juan gritó desde tierra extranjera, en un rapto de ira: ¡Viva la República!"

viernes, 18 de junio de 2010

Tirad, pero tirad sin odio: la lucha de los requetés fue una cruzada

  (de cuando Carlos Hugo jugaba a ser "el Principe de la Cruzada")

No nos avergonzamos de nuestra historia. De hecho el Carlismo es la única fuerza política que ha mantenido coherentemente su orgullo de haber participado en la guerra civil de 1936, para nosotros y nuestros combatientes una Cruzada, tal y como la definió la Iglesia Católica . Cuando el franquismo celebraba los "años de paz" y dejaba de recordar el alzamiento del 18 de julio, limitándolo a la paga extraordinaria del 18 de julio, el Carlismo continuó, como continua hoy en día conmemorando y defendiendo la legitimidad de tan magna epopeya. El felón ex-príncipe Carlos Hugo encabezó en los años 60 esa reivindicación de la Cruzada, con frases tan contundentes como la que manifestó a la revista carlista MONTEJURRA en abril de 1967: "la libertad religiosa es una traición a la Unidad de España y a los muertos de la Cruzada". Y es que si la guerra fue una Cruzada fue, fundamentalmente, gracias a los Requetés. Los herederos de los levantamientos por la legitimidad forzados por los acontecimientos políticos dejaron la legitimidad en un segundo plano "para salvar la Religión y la Patria", como dijo la orden de SMC Alfonso Carlos I, difundida por S.A.R. Don Javier, entonces Regente de la Comunión Tradicionalista. Pero no se transigió ni con la confesionalidad católica ni con el trapo tricolor que querian enarbolar la mayoría de los militares. 

El Carlismo fue de hecho el único movimiento político que realmente queria acabar con la nefasta II República. La actitud prudente en que con un principio se acogió el advenimiento de la misma (pese al fraude realmente antidemocrático que supuso, al ni siquiera tener los republicanos mayoría, y solo explicable por la cobardía de la antimonarquía usurpadora liberal) pronto se transformó en radical beligerancia. El 14 de junio, un enorme mitin carlista que abarrotaba la Plaza de Toros de Pamplona, bajo la presidencia del Marqués de Villores, jefe delegado de Don Jaime, el Carlismo "declaraba la guerra a la República" en respuesta a los primeros e intolerables ataques antirreligiosos de la misma. La Guardia Civil irrumpió en el acto y tras horas de incidentes detuvo a los oradores de dicho acto. Mientras las derechas cobardes se hacian republicanas e intentaban participar del sistema el Carlismo empezó a prepararse para la guerra. Los incidentes callejeros, los asaltos a locales rojos y separatistas y la defensa de los círculos carlistas de los mismos rojos, separatistas y policías y guardias civiles eran la tónica diaria. El 10 de agosto de 1932 un militar navarro de gloriosa estirpe carlista. el General Sanjurjo, organiza la primera intentona contra la II República.
Ante los atropellos, la anarquía, la política anticatólica, la nueva constitución sectaria, la expulsión de la Compañía de Jesús, la laicización de la enseñanza etc., se dio permiso a los carlistas para sumarse individualmente al levantamiento. Así algunos murieron gloriosamente en los combates de la Plaza de la Cibeles en Madrid, como los estudiantes carlistas de la AET José María Triana y Justo San Miguel. Durante las semanas previas aumentó considerablemente la introducción de armas por la frontera francesa, supervisada por los propios reyes Don Alfonso Carlos y Doña María de las Nieves; armas que finalmente servirían para el triunfo inicial de 1936. El 10 de agosto de 1932, los carlistas tomaron las calles en varias poblaciones y evitaron desmanes.
Tras el fracaso de esta primera "Sanjurjada" (decimos primera porque el Director del Alzamiento de 1936, aquel con quien pactó el Carlismo, fue el propio General don José Sanjurjo Sacanell; su temprana muerte, unida al esfuerzo curiosamente conjunto de la propaganda roja y de los aduladores del General Franco, lo relegaron pronto al olvido), la represión gubernamental, encabezada por el siniestro Manuel Azaña, fue feroz e indiscriminada. Muchos carlistas estaban ya en prisión, arbitrariamente detenidos por los republicanos; su estancia en ella se prolongó. Muchos otros que tampoco habían tenido nada que ver con la conspiración fueron detenidos en toda España, y permanecieron en prisión sin juicio tres o más meses; entre ellos Manuel Fal Conde, Enrique Barrau, Luis Redondo o el poeta malagueño José Luis Hinojosa (tal vez el más interesante de la Generación del 27, olvidado después de asesinado por los rojos el 22 de agosto de 1936). Los círculos carlistas fueron registrados y clausurados, a veces saqueados; los numerosos periódicos de la Comunión fueron secuestrados y suspendidos.
Azaña y las logias aprovecharon también para deshacerse de cuantos mandos militares eran considerados desafectos a la izquierda, y así casi un centenar y medio fueron deportados sin juicio a Villa Cisneros, en el Sahara español. De ahí saldrían los mejores mandos de la Cruzada de 1936-1939; allí volverían al Carlismo hombres como el General José Varela. Porque aunque los rojos hicieron todo lo posible por deshacerse de los deportados (como denunciaron los diputados de la Comunión Tradicionalista: uso de un barco decrépito e insalubre, el España Nº 5, para el traslado de los prisioneros; retención sin juicio; destierro inconstitucional de más de 250 km. del lugar de residencia; hacinamiento; etc.), la presencia entre ellos de carlistas como Juan José Palomino; el Marqués de Sauceda; Mier y Terán; los hermanos Chicharro; varios estudiantes de la AET de Madrid, etc., unida a la conciencia de que luchar por España implicaba necesariamente enfrentarse al régimen tiránico, lograron que en otoño de 1932 ya se hubieran unido a la Comunión más de ochenta de los deportados.
En 1933 la importante maquinaría de guerra que era el Carlismo va perfilándose. Los Requetés, curtidos en el diario combate callejero, en los tiroteos contra los impíos que pretenden atacar procesiones y quemar Iglesias y conventos, empiezan a prepararse para el combate militar. En enero de 1934 se publica la Ordenanza del Requeté, escrita por el entonces Coronel Varela. En marzo Antonio Lizarza Iribaren y Rafael Olazábal se entrevistan en Roma con Mussolini, consiguiendo de este armas, municiones y dinero para un levantamiento, así como la instrucción de jóvenes requetés navarros en academias militares italianas. En abril se celebra el primer acto del Quintillo, en el Reino de Sevilla, como demostración de fuerza del Requeté andaluz. El 15 de julio en Potes (La Montaña) Fal Conde pronuncia un discurso ante 10.000 Requetés señalando que "los pueblos tienen derecho a levantarse contra los tiranos". La respuesta de la juventud carlista es unánime "¡Vengan fusiles!". Hay nuevos enfrentamientos con la Guardia Civil. En el levantamiento armado de las izquierdas y los separatistas en 1934 los carlistas toman nuevamente las armas y se hacen dueños de muchas calles, evitando y combatiendo los desmanes revolucionarios. En noviembre los estudiantes carlistas de la AET organizan un gran asalto a la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid, acabando con la prepotencia del sindicato republicano FUE. Después vendrian nuevas manifestaciones de fuerza, como el Aplec de Montserrat, ante 40.000 carlistas y con Fal Conde anunciando la posibilidad de nuevos levantamientos. El triunfo fraudulento de las izquierdas en 1936 hace que se redoblen los esfuerzos ante una posible acometida revolucionaria. Fal Conde señala "cada vez que el Gobierno nos necesite para algo bueno para la sociedad española, no hallará mejores colaboradores, ni más abnegados, ni más leales, no por el Gobierno, entiéndase bien, sino por la Patria, cuyas penas nos parten el alma...". Lejos de aceptar cualquier conciliación o trabajo por el bien común las izquierdas revolucionarias se empecinan su carácter sectario y los carlistas se preparan para el Alzamiento, con o sin los militares. En marzo Fal Conde visita al General Sanjurjo en su prisión del Castillo de Santa Catalina. El General pone simbólicamente su espada y pide ser admitido en la Comunión. Desde aquel momento el General se convierte en jefe militar del Alzamiento. En abril SMC Don Alfonso Carlos I constituye el Estado Mayor Carlista, bajo la dirección del General Muslera, y designa a Don Javier como su representante en vísperas del Alzamiento. El Carlismo como desde el principio planea el Alzamiento para derrocar a la República. Los militares se mantienen mayoritariamente al margen. Las derechas quieren participar del sistema. Falange, partido pequeñísimo, pretende llevar a cabo una revolución nacional-sindicalista, pero pese a ser sus miembros cruelmente masacrados por los republicanos tampoco participa en las conspiraciones contra la República. Solo el execrable asesinato de Calvo Sotelo por la policía republicana lleva a moverse a algunos militares. Estos solo quieren la restauración del orden republicano. Pero el Carlismo no transige. No acepta ni el trapo tricolor ni la "dictadura aconfesional republicana". Los militares, desesperados y conscientes de que sin el Carlismo nada pueden hacer, transigen. Para los Requetés, como para los católicos españoles coherentes, la conspiración contra la República era una Cruzada contra las fuerzas sectarias que estaban masacrando con cruelísimo odio a la Iglesia Católica, en una de las mayores persecuciones religiosas de la Historia . Como Cruzados en todas las banderas de los Tercios de Requetés junto a los colores nacionales estaba la Santa Cruz de Nuestro Redentor. Junto a las banderas era el Cristoforo el que iba en vanguardia de la lucha. Católicos a machamartillo,toda la contienda armada estuvo traspasado por una espiritualidad de combate  inapelable e innegable.

Obviamente no movia al Requeté odio alguno ni violencia gratuíta. La actitud guerrera de los carlistas era análoga a la de Antonio Rivera, el Ángel del Alcazar, camarada de armas de los requetés que también defendían y que liberaron El Alcazar. El 18 de septiembre intentó rescatar una ametralladora y le volaron el brazo izquierdo que tuvo que serle amputado. Fue entonces cuando pronunció la frase que se ha convertido en resumen de una ascética para un combatiente cristiano: «Tirad, pero tirad sin odio», idea que repitió muchas veces hablando del amor al enemigo. El Carlismo no tomó represalias contra nadie y fue agente de reconciliación tras la guerra. Quienes pretenden olvidar cualquier perdón y reconciliación son los herederos de los perdedores de la guerra, los que la provocaron con su sectarismo y persecución y los responsables de los mayores genocidios del siglo XX.

Quien quiera negar el carácter de Cruzada a la lucha de los carlistas o empequeñecer la epopeya es simplemente un cretino ignorante, enemigo de la Santa Causa de Dios, Patria, Rey. Por mucho que intenten liquidar la Verdad histórica los hechos son los que fueron. Que no se repitan solo depende de los enemigos de Dios y de España. La guerra es una situación muy dura, pero la doctrina católica enseña que puede ser Justa y necesaria. Mucho peor que la guerra es la tiranía de las sectas enemigas de Dios y de España. Que el Bendito ejemplo de los Requetés nos conforte, nos ampare y nos sirva de acicate y ejemplo.

  ( Calendario de bolsillo de la C.T, año 1968)

Militares sin Patria

de 

¿PARA qué existen los militares? Para defender la patria hasta la entrega de la propia vida, si fuera preciso. Y, puesto que la patria es la «tierra de los padres», hemos de concluir que los militares mueren por la tierra y por los padres. Morir por un pedazo de tierra -por extenso o fértil que sea- es algo ridículo, tan ridículo como hacerlo por cualquier otra posesión material, sólo comprensible en quienes están enfermos de avaricia; y como, además, la patria no es tierra que se reparta por partes alícuotas entre sus oriundos, sino que sólo les pertenece en un sentido ideal, tal sacrificio se tornaría doblemente ridículo... si no fuera porque hay algo más. Morir por los padres es obligación de la sangre, si los padres están vivos (y obligación del honor, si están muertos y su memoria es ultrajada); pero morir por los padres de un señor de Cuenca o Albacete a quien no conocemos de nada es algo igual de ridículo que morir por un pedazo de tierra sobre el que no poseemos título de propiedad alguno... si no fuera porque hay algo más. Y ese «algo más» es lo que hace que la defensa de la patria hasta la entrega de la propia vida no sea una tarea ridícula, sino admirable y heroica. ¿Y qué es ese «algo más», se preguntarán las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan?

Pues ese algo más es la conciencia de una misión común, que sólo proporciona el sentido religioso. El amor a la tierra de nuestros padres sólo es posible cuando admitimos que estamos ligados en una misión común con nuestros antepasados; una misión que recibimos, heredada a través de la sangre y la tradición, y que da sentido a nuestra vida a lo largo de sucesivas generaciones. Pero este sentido de dependencia a una misión común sólo se explica si aceptamos su naturaleza religiosa: los pueblos se vinculan a la tierra cuando la perciben como una heredad recibida del cielo; y se vinculan a los otros pobladores de esa tierra y a sus antepasados cuando entre ellos surge la conciencia de una Paternidad común. El aglutinante que une a los hombres con la tierra que pueblan, y con los hombres que previamente la poblaron, es siempre de naturaleza religiosa en su origen; y aunque es cierto que luego el patriotismo adquiere expresiones no estrictamente religiosas, no es menos cierto que, a medida que el aglutinante religioso originario se adultera o esclerotiza, el patriotismo se torna cada vez más pomposo y vacío, más aspaventero y presuntuoso. Y cuando ese aglutinante se extirpa, el patriotismo deviene un sinsentido; ante lo cual, los gobernantes que promueven esa extirpación tienen que inventarse paparruchas del tipo de aquel «patriotismo constitucional» con que nos apedrearon hace algún tiempo; paparruchas que, llegada la hora de la verdad, se revelan hueras, chirles y hebenes. Porque nadie muere -salvo que lo obliguen o lo compren- defendiendo ordenanzas o directrices ministeriales; nadie muere -salvo que lo obliguen o lo compren- defendiendo la democracia ni el sistema métrico decimal.

Desligar el amor a la patria de ese «algo más» aglutinante es tanto como cegar las fuentes o arrancar las raíces de ese amor, que inevitablemente termina agostándose, hasta que finalmente fenece y se pudre. Y a un militar al que le arrebatan ese aglutinante ofrecer la vida en defensa de su patria termina, tarde o temprano, antojándosele algo ridículo. Podrá convertirse en carne de cañón -si le obligan a morir- o en mercenario -si lo compran-, pero nunca más será un verdadero militar, porque ha dejado de tener conciencia de la misión común que justificaba su existencia. Así se puede llegar a constituir un ejército sin ideal, desgajado de la tradición que le da sentido, una burocracia de ganapanes en la que se entremezclan mercenarios y carne de cañón, sin otra misión que el cumplimiento de tal o cual directriz ministerial. Así se convierte al ejército en una patulea de tristes esclavos.

Juan Manuel De Prada | Abc

Ésta es buena: Vázquez de Mella a Azorín

 

"El pueblo no se da cuenta de que lo que necesita no son leyes, papeles (que eso es el resumen de una libertad decretada por un Gobierno: un papel); no se da cuenta de que lo que necesita no son papeles, sino bienestar, abundancia, facilidad en la vida. La verdadera libertad, la verdadera concordia y la verdadera tolerancia no las pueden crear de golpe doscientos o trescientos señores que digan sí en el salón de un Parlamento".
Declaraciones hechas por D. Juan Vázquez de Mella a Azorín, 23 de octubre de 1906, EL CORREO ESPAÑOL.

martes, 15 de junio de 2010

La destrucción del matrimonio y la familia, camino a la nueva esclavitud del Estado Servil


"El tipo de sociedad de la que el matrimonio ha sido siempre el pilar más fuerte es lo que algunas veces se llama sociedad distributiva; la sociedad en la que la mayoría de los ciudadanos tienen una participación mediana de la propiedad, especialmente propiedad en mano. En todas partes del mundo la granja va con la familia y la familia con la granja. A no ser que el grupo doméstico entero se mantenga junto con una especie de lealtad o de patriotismo local, a no ser que la herencia de la propiedad sea lógica y legítima, a no ser que las peleas de la familia se mantengan fuera de los tribunales del oficialismo, la tradición de la propiedad de familia no puede ser trasmitida sin deterioro. De otro lado, el Estado Servil , que es el opuesto del Estado Distributivo, se ha encontrado siempre molesto con esta institución del matrimonio. Es una vieja historia que aquella esclavitud de los negros de "la cabaña del tio tom" tuvo su peor efecto en la destrucción de las familias. La misma historia se cuenta por ambos lados, lo que resulta curioso. Porque los apologistas de los estados de la esclavitud, o al menos, de los estados del Sur, hacen la misma admisión aun en su propia defensa. Si negaban la destrucción de la familia de esclavos era porque negaban que hubiera una familia de esclavos para ser destruida.

El amor libre es el enemigo directo de la libertad. Es el más obvio de todos los sobornos que pueden ser ofrecidos por la esclavitud. En sociedades serviles una cantidad enorme de laxitud sexual puede darse en la práctica, y hasta en la teoría, excepto cuando una u otra vez algún especulador chiflado o algún rico demente tiene el antojo de una casta especial de esclavos como una casta de ganado. Y aun con todo esa locura no durará mucho, porque los lunáticos son minoría entre los que poseen esclavos. La esclavitud atrae a la naturaleza humana con un atractivo mucho más sano y sutil que ése. Es mucho más probable que, tras unos cuanto antojos y modas caprichosas, el nuevo Estado Servil caiga en la resignación amodorrada del viejo Estado Servil, el antiguo reposo pagano en la esclavitud, tal como estaba antes de que la fe cristiana viniera a estorbar y confundir al mundo con los ideales de la libertad y de la caballerosidad. Uno de los inconvenientes de aquel mundo pagano era que, por debajo de un cierto nivel de la sociedad, nadie necesitaba realmente preocuparse en absoluto sobre genealogía o paternidad. Cuando los esclavos empezaron a preservar su dignidad como vírgenes mártires, empezó un mundo nuevo. La cristiandad es la civilización que esos mártires construyeron; y la esclavitud es el regreso del enemigo. Pero de todos los sobornos que la antigua esclavitud pagana puede ofrecer, este relajamiento y lascivia es el más fuerte, y tampoco niego que quienes desean la degradación de la dignidad humana han escogido aquí muy bien sus instrumentos."

G.K Chesterton . Ensayos sobre el hombre y la mujer, el amor y la familia.

El espíritu del capitalismo: liberalismo y calvinismo

 
EL PROBLEMA DE OCCIDENTE Y LOS CRISTIANOS
Federico D. Wilhelmsem

PUBLICACIONES DE LA DELEGACIÓN NACIONAL DEL REQUETÉ. 1964

Por lo tanto, el hombre calvinista buscaba la prosperidad material como prueba de su salvación y como justificación de su propia existencia. Mientras que el catolicismo siempre había predicado que un pobre tiene más probabilidad de entrar en el reino del cielo que un rico, basando su doctrina sobre las palabras de Nuestro Señor, el calvinismo predicaba exactamente lo contrario. La pobreza era una señal de la condenación, y la riqueza de la salvación. En vez de convertirse en un quietista o en un sinvergüenza sin más, el calvinista se hizo capitalista. Sus creencias religiosas produjeron una ansiedad espiritual capaz de saciarse únicamente a través de la acumulación de la riqueza material.

A menudo se dice que el calvinismo fue la causa del capitalismo. Esto no es la verdad exacta. El capitalismo ya había empezado a desarrollarse en Inglaterra y en los Países Bajos antes del advenimiento del calvinismo, debido al comienzo de aquella transformación económica que luego llegó a ser la Revolución Industrial, y debido al declive de los gremios y de sus antiguas libertades por la nueva centralización del Estado y por la presencia de una clase nueva: la burguesía. Pero el capitalismo naciente recibió su espíritu del calvinismo, que era la espuela que empujó al hombre a que se hiciera rico a todo trance. Sin el calvinismo, los medios nuevos de la industria habrían sido encauzados y disciplinados por la moralidad católica, y el mundo de hoy hubiera sido totalmente diferente a lo que es en realidad. Estos nuevos medios habrían servido al bien común de la sociedad, en vez de servir a los medios particulares de individuos y de grupos de presión. Pero el calvinismo desvió el nuevo progreso económico e industrial hacia una mentalidad y una psicología con una inseguridad interna, insistiendo en que el individuo, como tal, se enriqueciera y de esta manera simbolizara su salvación para todo el mundo y para sí mismo.

El liberalismo puede considerarse, o desde un punto de vista político o desde un punto de vista económico-social. De momento hacemos abstracción del aspecto político del liberalismo, a fin de dar énfasis a su aspecto social y económico. El liberalismo de los siglos XVIII y XIX hasta nuestros tiempos, siempre ha derivado del espíritu calvinista. Donde quiera que haya ganado el calvinismo ha ganado también el liberalismo, ya que estas doctrinas -aunque no se identifican- se compaginan estupendamente. En Escocia, en Inglaterra, en Holanda, en los Estados Unidos, los calvinistas siempre han sido los grandes capitalistas. En Francia, un país católico, más de la mitad de la riqueza del país está en manos de la minoría pequeña protestante y más del 80 por ciento de la riqueza financiera e industrial es protestante. Sería ridículo pretender que la causa de esto es el hecho de que los protestantes quieren ganar mucho dinero y los católicos no. Todo el mundo desea dinero, y cuanto más tanto mejor, Pero un católico no necesita tener dinero para estar seguro de su propia salvación y, por lo tanto, de la integridad de su personalidad, mientras que el calvinista sí lo necesita. ¡Un católico pobre es un hombre pobre, pero un calvinista o un liberal pobre es un pobre hombre!

Por eso, el espíritu calvinista siempre ha apoyado al espíritu liberal y el liberalismo siempre crea un ambiente amistoso al calvinismo en sus múltiples manifestaciones. Hacemos hincapié en esto: el liberalismo nunca habría sido posible sin su espíritu económico, el calvinismo. Aun cuando la religión calvinista en sus aspectos doctrinales perdió eficacia, la ética calvinista (la llamada "ética protestante") retenía su fuerza. Esta ética coloca el trabajo en la primera línea de su ideario y subordina todos los demás valores al trabajo. La contemplación y el ocio son epifenómenos de la vida, debilidades del hombre. Por consiguiente no estamos nosotros de acuerdo con la tesis de Ramiro de Maeztu (El sentido reverencial del dinero: Ramiro de Maeztu. Editora Nacional. Madrid. 1957), según la cual los países católicos tienen que introducir un "sentido reverencial del dinero", a fin de adelantar su progreso económico y técnico. ¡Hay que respetar el dinero y aun tenerlo! ¡Eso sí! Pero reverenciarlo, ¡nunca! Tal actitud sería la contradicción de toda la ética católica.

El calvinismo comulga con el luteranismo en su negativa de la ley natural. Por lo tanto, todo lo que impide el progreso de la revolución capitalista tenía que rechazarse. Un modelo de la unión entre el capitalismo y el calvinismo fue la revolución inglesa del siglo XVI contra los Estuardos. El rey Carlos I representaba la Inglaterra antigua, con sus estamentos, sus gremios, sus campesinos libres. El parlamento representaba una aristocracia nueva, cuya riqueza vino del robo de las tierras de la Iglesia y de la energía de un capitalismo nuevo que se sentía restringido por la moralidad tradicional del país. Esta aristocracia nueva, capitalista, era calvinista en bloque, mientras que las fuerzas que apoyaban al rey eran o católicas o no calvinistas. Las consecuencias de la revolución inglesa son sumamente interesantes para nosotros. El rey Carlos I perdió la guerra y su propia cabeza. Los campesinos perdieron sus fincas pequeñas. Los caballeros del rey, sus bienes. Un grupo nuevo, rico, capitalista, se apoderó del país, y rápidamente convirtió a Inglaterra en aquel infierno industrial del siglo XIX , que no reconocía los derechos de nada que no fuera el dinero y el poder conseguido por el dinero. Como resultado, hoy en día, menos del 10 por ciento de los campesinos ingleses son propietarios de la tierra que cultivan, y menos del 20 por ciento de la población es dueño de sus propias casas. Se dice que el campo inglés es un jardín. Es verdad. ¡Es un jardín que pertenece a los ricos!

La segunda gran intervención del calvinismo en el ancho camino de la política europea era la oposición tenaz de los holandeses, bajo la capitanía de la Casa de Orange, a la contrarreforma, cuyo baluarte era la España de Carlos V y de Felipe II. El calvinismo sentía la contrarreforma como una espada apuntada a su garganta. Se puede decir que el calvinismo ni ganó ni perdió la batalla. Aunque el calvinismo impidió que España reconquistara la hegemonía católica de Europa, no traspasó las fronteras del Imperio Español.

La tercera intervención calvinista fue la Revolución francesa . La obra de una burguesía rica de financieros, abogados, intelectuales, divorciados del suelo católico del país, e influenciados profundamente por el espíritu protestante y capitalista. Se puede decir que esta revolución alcanzó su más perfecta representación en la frase del rey liberal de la Casa de Orleans, Louis Philippe, descendiente directo de aquel "Philippe Egalité", que había votado en pro de la sentencia a muerte de su rey y pariente Louis XVI. Louis Philippe gritó al pueblo francés en 1848: "enrichez vous", ¡enriqueceos! Así colocó la virtud suprema, el valor absoluto de la vida humana, en la búsqueda de las cosas materiales de este mundo. Más tarde trataremos de explicar cómo esta doctrina liberal y calvinista produjo la reacción marxista. Aquí la citamos, simplemente, porque sería imposible encontrar una frase que más cínicamente simbolice el espíritu liberal emparentado con el calvinista.

La cuarta intervención grande del capitalismo liberal se efectuó en España en el siglo XIX. Aunque el calvinismo no se infiltró en España con toda la crudeza de su doctrina teológica, sí entró indirectamente a través de la masonería. La desamortización de los bienes de la Iglesia, promulgada por el masón y liberal Mendizábal el 19 de febrero de 1836, repitió lo que ya había pasado en Inglaterra tres siglos antes. "Ese inmenso latrocinio" -en palabras de Menéndez y Pelayo- creó un partido liberal cuyo bienestar material dependía de la existencia continuada de la dinastía liberal de Isabel II, cuyo descendiente y heredero hoy en día es Don Juan de Borbón y Battenberg. Se puede decir que el espíritu liberal y capitalista, vencido en parte, por lo menos, gracias a las armas de las Españas del Siglo de Oro, volvió para ganar la guerra dentro de las mismas entrañas de la tierra española en el siglo XIX. La clave de las guerras carlistas es el apoyo enorme que el liberalismo español encontraba en el capitalismo europeo, un apoyo que hizo posible que un puñado de masones y burgueses, que carecían totalmente de pueblo, se apoderaran del destino de España. El protestantismo nunca echó raíces en la España católica, pero sí hizo posible que España perdiera su destino histórico, hasta que lo recobrara el 18 de julio de 1936.

El mundo que surgió del calvinismo fue gris, sin belleza, sin amor. Se destrozó con el calvinismo la antigua unidad de todas las instituciones cristianas. Los derechos de los hombres, así como sus deberes para con el prójimo, desaparecieron. Con la negación protestante de la negación humana vino la negación protestante del mundo sacramental. El valor de la creación se derrumbó y Dios se retiró al esplendor inaccesible de su majestad trascendental y terrible. Con la repulsa del valor sacramental de la realidad vino la negación de la bondad de la materia, y, de esto, la negación de María, principio de la mediación. El universo llegó a ser nada más que la materia prima del manchesterianismo (Doctrina liberal-capitalista confeccionada en la ciudad de Manchester, Inglaterra), un universo bueno solamente para explotar y martillear, a fin de lograr lo severamente útil, y nada más. El hombre se abandonó a la búsqueda de bienes de esta vida. Un materialismo se apoderó del espíritu europeo.

El liberalismo es el hijo del calvinismo y ambos son los enemigos perpetuos de la ciudad católica. Un hombre incapaz de darse cuenta del papel del protestantismo y, sobre todo, del calvinismo dentro de la historia, no puede lograr ninguna visión de la crisis de nuestros tiempos. (P. 45)

Pero en el Estado liberal, ¿qué son los famosos grupos de presión? ¿Existen de verdad o son fantasmas que estorban la mente de los Tradicionalistas? A fin de aclarar este problema, tenemos que acordarnos del hecho de que estos grupos no pueden ser ni la universidad, ni la región, ni el municipio, ni la familia, simplemente porque el Estado liberal ya ha suprimido cualquier representación política por parte de ellos. Casi siempre el grupo de presión es capitalista y casi siempre representa una mentalidad más o menos liberalizada y a menudo calvinista o masónica. Debido al hecho de que el liberalismo del siglo XIX negaba todo derecho a los trabajadores, estos reaccionaban en favor del socialismo o del comunismo y formaban sus propios partidos. Así, la oposición entre la derecha y la izquierda nació dentro del Estado liberal, que fue precisamente su engendrador. (P. 78)

Si el descubrimiento de la técnica moderna y su despliegue en la industria hubiese pertenecido a un mundo tradicional e íntegramente católico, el infierno social del siglo pasado, y parte del nuestro, se hubiera evitado. Los medios nuevos de la producción se habrían compaginado con la sociedad histórica, y la transición al mundo contemporáneo se habría efectuado lenta y humanamente. Pero tenemos que acordarnos del hecho de que el capitalismo europeo precedió a la revolución industrial dos siglos. A veces confundimos el capitalismo con la industrialización, pero es preciso tomar en cuenta que existía ya un capitalismo en Europa cuando nació la revolución industrial. Este capitalismo se apoderó de los nuevos medios de producción e hizo que le sirvieran para sus propios fines. Los resultados son tan conocidos que basta enumerarlos: la propiedad particular pequeña desapareció en gran parte y en Inglaterra casi del todo; los artesanos perdieron sus oficios y el pan de sus familias, debido a que la masificación de la industria les hizo superfluos; una nueva clase de proletarios creció espantosamente, como un cáncer, dentro del cuerpo europeo; una clase compuesta de hombres sin propiedad y totalmente despojados de cualquier lugar en la sociedad. Esta clase, forzosamente tuvo que entrar en las fábricas nuevas, para hacer el trabajo necesario para que los capitalistas engordasen aún más; había una huida del campo y un crecimiento de ciudades nuevas, esponjas enormes, sin personalidad ni corazón, cuyo centro no era la catedral, sino la fábrica, en aquel entonces un infierno cuyos esclavos no tenían ningún derecho en absoluto. Los ricos se enriquecieron aún más y los pobres se empobrecieron aún más. El espíritu detrás de esta transformación gigantesca era el antiguo calvinismo emparentado con la masonería, cuya única modalidad era la autojustificación de la riqueza como símbolo de la salvación. (P. 85)

Otra vez el capitalismo calvinista, unido con la masonería, se estrechó la mano con las fuerzas de la Revolución. La Revolución Industrial transigió con la francesa, liberal y masónica, en las primeras décadas del siglo XIX, y su unión creó lo que solemos llamar el mundo moderno.  Las razones en pro de esta alianza están clarísimas. El liberalismo predicaba el individuo aislado, sin raíces en la sociedad. La Revolución Industrial creó un hombre a esta imagen. La masificación y la automatización de la sociedad, que eran sus resultados, sembraron las semillas del marxismo. Si el liberalismo no hubiera existido, el marxismo tampoco habría nacido. Este no es el único pecado del liberalismo, pero sí es uno de los más graves. (P. 87)

Se dice a menudo que el comunismo encuentra sus raíces en los abusos del capitalismo. Este juicio tiene su razón, pero tenemos que profundizar en él para entender la verdad que tiene. El mundo liberal y capitalista del siglo XIX destrozó la antigua cristiandad desde fuera del alma y desde dentro de ella. Externamente, el liberalismo desmanteló las estructuras históricas de la sociedad europea. Lo que había sido una armonía de instituciones y de clases, con todos sus derechos y privilegios, se convirtió en una masa gris de individuos sin raíces en la comunidad político-económica. El hombre perdió todos sus derechos salvo uno: el derecho de vender su trabajo al mejor postor. Con esto, el hombre perdió todo sentido de responsabilidad para con la sociedad dentro de la cual vivía. Si valía solamente en términos de la fuerza de sus brazos, él no era responsable por lo que pasaba dentro de un mundo que ya había dejado de ser suyo. El hombre se redujo a ser un trabajador para una sociedad dentro de la cual no figuraba ni como participante ni como miembro. Desarraigado de la comunidad, el hombre perdió su sentido de patria. No se sentía leal a aquello que no le era leal a él. Junto con la responsabilidad desapareció también la seguridad. El trabajador industrial servía hasta que su salud y sus fuerzas se debilitasen. Al ocurrir esto, dejaba de ser útil para la fábrica y sus dueños. Puesto que su sueldo solía ser lo mínimo que su patrón podía pagarle, generalmente el trabajador no podía ahorrar nada para los años de su vejez. Se apoderaba de las masas industrializadas un sentido angustioso de inseguridad. Sus antiguos gremios habían desaparecido con la aniquilación de una economía basada en la artesanía. Pues todavía no habían aparecido los sindicatos modernos, el trabajador sentíase totalmente aislado, solo, sin ningún remedio para la incertidumbre de su vida. (P.91)

La falta de justicia y de caridad dentro del torbellino industrial, hizo que la fe desapareciera poco a poco dentro de las conciencias de los desposeídos. Esto produjo un vacío espiritual en el corazón del siglo del materialismo. Ya hemos visto que los apóstoles del liberalismo pregonaban una filosofía cuyo primer principio era la búsqueda de la riqueza y cuyo único deber era el cumplimiento de la palabra sobre los contratos entre las empresas y los obreros. El mundo se marchitaba hasta resultar materialista y nada más que materialista. La nueva prosperidad de la burguesía disfrazaba un abismo espiritual y se apoyaba en la injusticia y la pobreza de los demás. (P.92)

El comunismo trataba de llenar este vacío. Pero hay que recordar que el vacío liberal engendró el comunismo como hijo suyo. El comunismo es el producto más típico y más importante del liberalismo. (P.93)

No queremos detenernos aquí en un análisis detallado de la reacción tradicionalista, pero sí queremos indicar las dificultades monumentales del tradicionalismo europeo del siglo XIX. Aquel siglo, por malo y materialista que fuera, encarnó una esperanza liberal que todavía no había conocido el desengaño del naufragio y de la desilusión. Aunque el liberalismo había creado un infierno social en las nuevas ciudades donde pululaba la hez de la humanidad, hombres despojados de sus tradiciones, de sus bienes, de su sitio en la vida, familias robadas de su antigua creencia religiosa; aunque el liberalismo, en su afán hacia la igualdad, había reducido la mitad de la población a una igualdad de miseria; aunque el liberalismo era culpable de todo esto, sin embargo también era capaz de disfrazar sus pecado contra la justicia y la caridad so capa de una prosperidad efímera. (P.139)

Una burguesía más o menos calvinista en sus convicciones, y totalmente calvinista en su psicología y en sus reacciones sociales, se apoderó del continente europeo.
Este siglo liberal brillaba por su mal gusto en todo lo artístico, debido a que había jugado todo en lo material y había olvidado lo espiritual. Por esto no queremos decir que todos los liberales habían abandonado la práctica de la fe. Al contrario; el desfile intolerable de damas liberales y de sus maridos que, vestidos de levita y chistera, iban a misa todos los domingos y ultrajaban el sentido de justicia de los desposeídos, ayudando así a la propaganda comunista, que se empeñaba en identificar el liberalismo con el cristianismo. Era un cristianismo muy cómodo. Tenemos que recordar que el liberalismo ya había borrado lo religioso de la vida pública. Por lo tanto, la fe se retiró de los rincones del alma no tocados por la vida pública. La religión se redujo a la beatería, un fenómeno típicamente liberal. Muchas familias, cuyo bienestar dependía del robo de los bienes de la Iglesia, no faltaban nunca a sus devociones en la iglesia, domingo tras domingo. Como la conciencia liberal quería engañarse a sí misma, no es de extrañar que el comunismo, por haberse dado cuenta de esta mala fe, fuera capaz de engañar a las masas. ¡Si esto es el cristianismo, entonces, abajo el cristianismo! Es una lástima tener que decir que aquí el comunismo tenía razón.

La reacción tradicionalista fue magnífica y generosa en el siglo XIX. Fuera de España, la escuela tradicionalista era la que sostenía el Barón Carlos von Vogelsang, en Austria, que influyó grandemente sobre los grupos austríacos y franceses en los aspectos sociales. Esta escuela propiciaba la reconstrucción de las asociaciones de artes y oficios o corporaciones y la organización del Estado sobre la base de autonomías locales y profesionales (o sindicales), dando a la propiedad privada una función política o social. Von Vogelsang era enemigo a muerte de la economía capitalista y aun del interés por el dinero; también se oponía al individualismo político producido por el individualismo económico. La escuela corporativa francesa -inspirada en la austríaca- que sostenía la instauración de la monarquía, fue conocida por el nombre de Association Catholique. (P.140)

Pero el cimiento del tradicionalismo europeo era España, cuyos requetés y reyes encontraban en la pluma de Vázquez de Mella una visión profunda y aun lírica de la tradición católica española. En un sentido, el tradicionalismo (tanto europeo como español) era más izquierdista que la izquierda convencional. En otro sentido, el tradicionalismo era más derechista que la derecha convencional. Por caer fuera de la dialéctica marxista, a saber, el capitalismo frente al proletariado, una dialéctica aceptada implícitamente por los mismos liberales, el tradicionalismo tenía que luchar en dos frentes a la vez. (P.141)

El liberalismo del siglo pasado trabajó incansablemente contra esta libertad basada en la pequeña propiedad. Aunque los liberales levantaron el lema de la propiedad y de la iniciativa personal, lo guardaron para ellos solos. Por haber robado a los municipios, de sus patrimonios, el liberalismo tendía a reducir el número de familias con un patrimonio propio. Por lo tanto, el liberalismo en toda Europa, pero de una manera feroz en España, se vio obligado a enfrentarse con una enorme masa de hombres relativamente pobres pero gozando de una dignidad y de una seguridad social, debido a su participación de una manera u otra en la propiedad y en los bienes de la patria. El liberalismo siempre encontraba la oposición a sus propósitos más tenaz en las regiones más adelantadas de España, donde había una distribución amplia de propiedad y riqueza.
Ya hemos hablado del robo de las tierras de la Iglesia. Pero también se robaron los patrimonios de los municipios, que antes los habían compartido todos los vecinos. Este crimen, unido con la huida de millones de aldeanos y de campesinos desde el campo a la ciudad, creó el proletariado y las masas socialistas y comunistas.

Otra vez damos con la relación íntima entre el liberalismo y el comunismo. Para que el comunismo prospere hace falta una masa inmensa de hombres sin propiedad, disponiendo sólo de sus brazos o sus cerebros y nada más. De esta masa despojada de su sitio en la sociedad y de su justa porción de los bienes, recluta el comunismo sus fieles. El liberalismo, so capa del lema de la propiedad, la expolió de los demás y así sembró las semillas de las cuales han brotado el socialismo y el comunismo.

Sólo una política sana y prudente puede resolver este problema creando un ambiente propicio para la restauración de la propiedad en la sociedad. Esto no quiere decir que todo el mundo necesita o incluso desea tener propiedad, pero sí señala el hecho de que su posesión en una escala modesta es un condición normal dentro de cualquier comunidad sana y cristiana. En parte, esta propiedad puede consistir en tierras o rentas y, en parte, en acciones. Aquí no pretendemos escribir un texto de administración política y no queremos extendernos en más detalles. Lo importante para nuestro fin es hacer resaltar la importancia de una restauración amplia de la propiedad, sobre todo en las ciudades grandes, donde la institución está declinando. Esto es una condición necesaria para la aniquilación definitiva de la herencia liberal, así como para la destrucción del comunismo mundial. Además, la propiedad es el brazo derecho de la libertad y nosotros somos partidarios de la libertad. (P.200)

Textos sociales tradicionalistas

El origen de la Europa plutocrática (I)
La europa materialista y plutocrática (II)

Libro recomendadoEl espíritu del capitalismo . Rubén Calderón Bouchet.