martes, 25 de marzo de 2008

El aborto, ¿derecho o delito?

EN las últimas semanas está produciéndose un interesantísimo debate en la sociedad civil -cuyo poco peso es la causa de que, para bien o para mal, la vida en España esté tan politizada; es decir, el Estado sea la salsa de casi todos los platos, cuando no debería serlo más que de los imprescindibles- acerca del aborto, con motivo de las investigaciones realizadas sobre su práctica en clínicas privadas, en las cuales supuestamente no se ha cumplido con las exigencias legales para certificar que las mujeres que han decido abortar lo han hecho en una situación peligrosa para su salud psíquica. 

Por un lado, colectivos de mujeres en diversos lugares de nuestra geografía han elaborado y dado a conocer manifiestos "por el derecho de las mujeres a decidir"; es decir, ejercer el derecho a interrumpir voluntariamente su embarazo. Por otro lado, un colectivo de cincuenta mujeres con cierta relevancia en la opinión pública española se han pronunciado apoyando a las mujeres embarazadas para llevar adelante su gestación, a la vez que aperciben a la sociedad de "la percepción errónea del aborto como un derecho garantizado por los poderes públicos, y no como un ilícito penal". 

Entre esos dos polos opuestos, ¿cuál es la afirmación más acorde con el ordenamiento jurídico actualmente vigente? Sin duda alguna, la segunda. El art. 417 bis del Código Penal es uno de los preceptos que tienen como bien jurídico protegido la vida humana; por tanto, el aborto es un delito, salvo en las tres excepciones fijadas por dicho precepto, que debido a ese carácter excepcional deben interpretarse restrictivamente. Y ésa es la interpretación acorde con la Constitución, de acuerdo con la sentencia del Tribunal Constitucional 35/1985. Ahora bien ¿es esa la realidad social actual? La respuesta debe ser negativa, porque la exigencia de las garantías previstas para despenalizar el supuesto "terapéutico" se ha relajado de tal modo que lo excepcional se ha convertido en la regla general (el 97% de los abortos se amparan bajo el paraguas del aborto terapéutico).

Dando un paso más, si hoy se planteara de nuevo ante dicho tribunal la cuestión acerca del sujeto del artículo 15 de la Carta Magna ("todos tienen derecho a la vida"), ¿debería cambiar la respuesta a la luz de los avances científicos realizados en el campo de la biología molecular y de la embriología humana? Efectivamente, estamos en condiciones de afirmar, tras el conocimiento científico acerca de la transformación del embrión humano primero en un blastómero y después en la mórula, para luego alojarse en el útero materno, que ese organismo vivo es portador desde la fecundación del óvulo por el espermatozoide de toda la información genética que le va a permitir seguir evolucionando hasta su muerte. Por tanto, no se puede seguir manteniendo que no haya vida en las primeras semanas del feto, argumento que impide aceptar todo planteamiento acerca de una posible "ley de plazos": no hay un antes y un después en esa evolución, todo está desde el principio.

Por eso, el último pronunciamiento al respecto, por parte del movimiento encabezado por Giulano Ferrara, director del periódico italiano Il Foglio, acerca de solicitar a la ONU la moratoria sobre el aborto, de tal forma que el artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se reformara para que proclamara que "todo individuo tiene derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural", nos parece totalmente coherente con los avances científicos antes reseñados, ya que el embrión humano es un individuo que merece ser protegido por encima de cualquier otra consideración. No hay derechos en conflicto: simplemente, una vez que hay fecundación -también artificial, por supuesto-, hay vida humana, ni mejor ni peor o de mayor o menor calidad.

Lo cual no impide que deba apoyarse, incluso económicamente si es necesario, a la mujer embarazada que no tenga claro el futuro de su criatura, y que se le informe tanto de las consecuencias del aborto como de las alternativas al mismo llevando adelante la gestación, tal y como ha plasmado maravillosamente Juno, esa gran película que triunfó en la noche de los Oscar como la mejor historia que ha contado el séptimo arte el año pasado.

Para concluir, un último apunte: los argumentos utilizados en los manifiestos a favor de la vida son estrictamente científicos, jurídicos y sociológicos. Por tanto, no responden a ninguna "violenta campaña orquestada por sectores ultraconservadores y fundamentalistas religiosos". Lo realmente progresista es defender la vida de los más indefensos -es decir, del embrión que lucha por nacer y del anciano en fase terminal- y si las distintas confesiones religiosas apoyan esta causa, lo hacen fundamentándose en dichos argumentos, cargados de racionalidad y de sentido común.

Eduardo Corral García | Diario de Jerez

lunes, 24 de marzo de 2008

La Confederación y la Monarquía




Artículo de Tomás Caylà Grau, Jefe del Carlismo Catalán, reivindicando la Nacionalidad de Catalunya en 1930.




Catalanismo, la única solución

"El Estado español atraviesa un agudo período crítico. El alma de las diferentes nacionalidades que forman el Estado español se alza fuerte y valiente y exige de los poderes centrales el reconocimiento de sus personalidades.

Es vanguardia de este resurgimiento la que ha sido más oprimida y la que ha estado durante más tiempo y de una manera especial durante el período dictatorial el blanco de las iras de los gobiernos centralistas, Catalunya.

La cuestión catalana, y la de las demás nacionalidades, ha de ser afrontada y solucionada si el gobierno actual y los venideros quieren paz y tranquilidad.

Acabar de una vez con esta "parodia" que se llama "unidad española" e ir hacia una confederación en la que las diferentes nacionalidades puedan entrar libremente y por vía de pacto, es lo único que puede traer la pacificación de los espíritus.

Ha sido pretensión tonta y absurda de un centralismo caído y desacreditado, pretender unificar por la fuerza y en un solo cuerpo partes heterogéneas y diferentes entre sí, como son los pueblos que forman España.
Pero ahora el problema ha de solucionarse y esta solución la ha cegado, sin duda, la mala política del Directorio y todavía más los peores procedimientos empleados para ahogar esta cuestión.

Después de dos siglos de esclavitud, el alma del pueblo catalán reclama su libertad.

Catalunya quiere gobernarse con Cortes propias y conocedoras de sus problemas y de sus necesidades, quiere hablar su lengua, regirse con su Derecho y voltear a todos los vientos la bandera de las cuatro barras.
Toda solución que no sea esta, será motivo de discordia y malestar para el Estado español."
(traducido del original en catalán)

Fuente: Revista "Joventut", de Valls (Tarragona), el 12 de abril de 1930.

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Mucha gente en España, entre ellos independentistas, nacionalistas, e incluso tradicionalistas no estan dispuestos a representar, defender, ni aceptar el significado real de la Tradición. Y cuando Tomás Caylà nos dice:

Acabar de una vez con esta "parodia" que se llama "unidad española" e ir a una confederación en la que las diferentes nacionalidades puedan entrar libremente y por vía de pacto, es lo único que puede traer la pacificación de los espíritus...

No significa acabar con España, con las Españas, sino con el Estado español, al ver en este, un ente homogenizador y centralista que trata de imponer criterios uniformizadores desde Madrid, perjudicando con ello la personalidad catalana y a las restantes personalidades de los diversos pueblos de España.

España tradicionalmente ha venido representando la Unidad en la Variedad, mediante la forma de una monarquía tradicional que era la Confederación misma. Tomás Caylà Grau reclama por tanto el PACTO FORAL entre todas y cada una de las distintas nacionalidades historicas ibéricas y los diversos pueblos de España, CON la institución MONÁRQUICA CARLISTA. Claramente se desprende de su mensaje: "... ir a una confederación en la que las diferentes nacionalidades puedan entrar libremente y por vía de pacto", el hecho y defensa de la restauración de instituciones que defiendan, promueban y encarnen la Confederación de las Nacionalidades Históricas Hispánicas, como la Monarquía Carlista, superestructura política subsidiaria vinculada al apoyo popular mediante procedimiento electoral, que determine mediante PACTO con los distintos pueblos de España, su efectiva existencia y sirva de contrapesación interistitucional, como una institución más de los reinos hispánicos.
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Desde el carlismo, vinculando las palabras de Tomás Caylà Grau, se reclama una solución democrática para la problemática plurinacional del Estado español, sustituyendo un marco político basado en la concesión de “autonomías” desde “arriba” por Madrid por un nuevo marco de relaciones políticas construido y pactado desde “abajo” entre todos los Pueblos y Nacionalidades, alcanzando la autodeterminación de los pueblos de España, para la construcción autogestionaria de la Confederación de las Nacionalidades Históricas Hispánicas, encarnada en la monarquía carlista, no para la independencia, ni el secesionismo, sino para la libre asociación de los pueblos de España y la construcción desde abajo de ESPAÑA, por vía de PACTO FORAL, para lo cual la monarquía carlista representa legítimamente la institución confederal que los pueblos de España necesitan para proceder finalmente a la vertebración CONFEDERAL, descentralizadora y heterogeneizadora que significa la misma monarquía, que representa la unidad en la variedad, es decir que representa a ESPAÑA.

Hi ha una cançó política reivindicativa que canten els maulets:

No volem ser una regió d´Espanya

No volem ser un país ocupat.

Volem volem volem

volem l´independència

Volem volem volem Païssos Catalans.

Es tracta d´una cançó que les joventuts independentistes i nacionalistes canten d´una manera erronia, puix l´implicació de Païssos Catalans és abolir l´entitat política i territorial pròpia del Principat de Catalunya i la de la resta d´entitats polítiques territorials que signifiquen regne de València, regne de Mallorca, reino de Aragón, perquè es preten des d´aquesta entitat (Païssos Catalans) imposar la capitalitat centralista a Barcelona, quan es tracta unicament de la capital del Principat de Catalunya, no de la resta de Regnes, Senyorius i Principats que formen Espanya. Des del Carlisme reescribirem la cançó , mantenint la seua melodia d´aquesta manera:

No volem ser provincia castellana

No volem ser un país ocupat.

Volem, volem, volem, volem el Principat.

Volem, volem, volem

els Furs Catalans. O Volem la llibertat.

Altra cançó es:
Mare hi ha guerra carlina,
Al nord de l´Espanya.
Mare hi ha guerra carlina,
Al nord de l ´Espanya.
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Es una rebelió, criden insurrecció.
Es una rebelió, criden insurrecció.

Matiners i trabucaires, canten viscas al Rei.
Catalans sublevats, canten viscas al Rei.

Es una rebelió, diuen insurrecció
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Restauració, restauració,
Del rey legitim, del Rei legitim.
Restauració, restauració,
Del rei legitim, i nostres Furs.

San Ignacio y el espíritu de la Caballería (I)


No vamos a relatar la vida del santo, que damos por conocida, al menos en sus líneas generales. Pero sí tratar de exponer algunas facetas de su rica personalidad –con especial miramiento a su Ideal Caballeresco–, que hacen de él un verdadero arquetipo para todo el que no se haya resignado a la mediocridad. La estampa de San Ignacio fue esencialmente la de un Caballero durante lo que él llamó «su vida desgarrada y vana», lo siguió siendo luego de su conversión, y hasta el fin de su existencia.

1. El ambiente del joven Íñigo
Para mejor comprender esta gran figura nos convendrá considerar el ambiente que le vio nacer y en donde transcurrió su niñez y juventud. Los Loyola pertenecían a una familia de nobles, una de las diez principales familias del país vasco, que eran llamados parientes mayores, lo que implicaba un derecho reconocido por escritura a que el Rey los invitase en ciertas ocasiones a la Corte. Por parte de su madre, doña María Sáenz de Licona, Ignacio provenía también de una familia noble de Guipúzcoa.

Pero los Loyola no eran simplemente nobles sino también aristócratas de provincia, con lo que queremos decir que estaban en permanente contacto con la gente labriega del pueblo vasco. De ahí que la infancia y la adolescencia del joven Íñigo transcurrieran entre la relativa elegancia del castillo solariego o casa-torre y la alquería aldeana de Eguíbar. Hasta el fin de su vida será advertible esta influencia campesina, por ejemplo en el español defectuoso de sus cartas...

Bebió asimismo del ambiente su inclinación militar. Refiriéndose a la juventud de Íñigo en el castillo paterno escribiría su secretario y confidente, el P. Jerónimo Nadal: «Pronto se encendió en él una especie de fuego noble, y no pensaba en ninguna cosa, sino en distinguirse en la fama militar». Ello era, al parecer, una herencia recibida.

El P. Pedro de Leturia, excelente historiador de San Ignacio, señala que en base a las fuentes históricas que poseemos, es posible afirmar que la tradición militar de los Loyola no arranca inicialmente de gloriosas hazañas contra los moros, que jamás llegaron a sus montañas, sino de una contienda de menor nivel, casi aldeana, entre Guipúzcoa y Navarra, pueblos hermanos por sangre y religión. Cuando los Reyes Católicos suben al poder, al tiempo que se fueron extinguiendo las luchas intestinas, se encendieron ideales universalistas, ausentes hasta entonces en la tradición militar de los Loyola. Y así, a partir de 1480, la familia, trascendiendo los reducidos marcos de los conflictos pueblerinos, se dispersó en pocos decenios por el viejo y nuevo mundo.

Don Beltrán mismo, el padre de Íñigo, acompañó a los Reyes durante la campaña de Granada, y las fuentes le llaman «generoso Caballero y gran Soldado»; Juan, el hermano mayor, «perdió animosamente la vida en las guerras de Nápoles», el año 1496; un segundo hermano, llamado Bernardo, «hacia 1510 pasó a las Indias para su conquista, y falleció en Tierra firme»; Martín, el heredero por muerte del primogénito, intervino en 1512 en la batalla de Belate contra los franceses; otro hermano, finalmente, cuyo nombre desconocemos, marchó a Hungría y cayó hacia 1542 luchando contra los turcos.

Apenas es posible reflejar con más celeridad y precisión en el seno de una familia aquella profunda y heroica transformación que bajo los Reyes Católicos y Cisneros experimentaron Castilla y Guipúzcoa. Ya no más luchas de aldea sino Cruzada universalista, que recibió forma poética, dos años antes del nacimiento de Íñigo, en el Romance en memoria de Alixandre, al que pondría música el futuro párroco de Azpeitia, Juan de Anchieta. Detrás de Granada, surge ante los ojos del vate la ciudad de Jerusalén, en cuyo Santo Sepulcro espera a los Reyes nada menos que la Corona Imperial... La toma de Granada, con su prolongación mediterránea desde Orán a Argel, y aquella otra Cruzada conquistadora de las tierras descubiertas por Colón que inesperadamente vino a continuarlas, mostraron durante la juventud de Íñigo que había algo más que ensueños en los arrestos caballerescos del poeta.

En ese ambiente de heroísmo generalizado, se explica el auge que conoció la literatura caballeresca. «El influjo y propagación, de los libros de Caballerías –escribe Menéndez y Pelayo– no fue un fenómeno español sino europeo. Eran los últimos destellos de la Edad Media próxima a ponerse». Dicho género literario, nacido fuera de España, no arraigó por demasiado fantástico en Castilla hasta que, conquistada Granada y descubierta América, apareció, en 1508, la traducción española del Amadís de Gaula, con acomodaciones de García Rodríguez de Montalvo, en cuyo prólogo se alude a los puntos de contacto que ofrece el espíritu de la obra con el que impregnó la gran gesta de la conquista de Granada.

La aparición de este libro, «uno de los que por más tiempo y más hondamente imprimieron su sello, no sólo en el dominio de la fantasía, sino en el de los hábitos sociales» –como afirma el mismo Menéndez y Pelayo– con sus lances heroicos, sus luchas por mar y tierra contra gigantes y hechiceros, sus impulsos amorosos y sus laxitudes morales, mezclado todo ello con una ingenua fe religiosa, inspiró la atmósfera que respiraron los hombres de aquella época, en España y fuera de ella, lo que hace fácilmente comprensible el reflorecimiento del ardor militar en los hermanos de Ignacio y no menos el deseo que en él se encendió de «seguir la soldadesca».

Y así escribe el P. Nadal: «Aunque educado con distinción de noble en su casa, no se dio sin embargo a los estudios, sino movido de una suerte de ardor generoso, se entregó, conforme a las tradiciones de la nobleza de España, a merecer la gracia del Rey y de los magnates, y a señalarse en la gloria militar».

Otro de los elementos que caracterizaron el ambiente donde Íñigo vivió su juventud es aquella Fe robusta, sencilla y como connatural del español aldeano. Más tarde, él mismo y sus más íntimos colaboradores, sospechados a veces por la Inquisición, apelaron a ella para abonar la puridad de su ortodoxia. «En mi patria no suele haber judíos», fue la respuesta que dio en Alcalá al Vicario Figueroa, cuando éste le preguntó si guardaba el sábado. Y cuando en 1554, el P. Nadal diera a conocer un escrito en defensa de los Ejercicios Espirituales afirmaría:

«Es Ignacio español, y procede de la primera nobleza de la provincia de Guipúzcoa y Cantabria, en la que tan incontaminadamente se conserva la Fe. Tal es el celo y constancia que desde tiempo inmemorial tienen por ella sus habitantes, que no permiten vivir allí a ningún cristiano nuevo, ni desde que hay memoria de cristianismo se sabe de uno solo a quien se haya notado ni de sospecha de herejía».

Tal fue el ambiente que respiró el joven Íñigo. Hugo Rahner, en un luminoso estudio que escribió sobre nuestro santo, dice que en aquella herencia cultural se encuentra ya en germen tanto el libro de los Ejercicios, como también laCompañía de Jesús.

Después de su innata lealtad al Rey Católico y sus ideales político-religiosos que abarcaban todo el mundo; después de su divagador fantasear con los personajes del Amadís que incitaba a valerosas hazañas por el Rey, se entiende fácilmente su paso al Rey Eternal, su paso a Dios, al que gustará llamar Su Divina Majestad, con la consiguiente invitación al magis, adverbio predileccionado por el santo, al más, que arranca al hombre de su mediocridad y lo vuelca a señalarse en el servicio de Dios. «Así se nos manifiesta ya por la herencia y la educación de Íñigo los contornos de su ideal futuro: el libro de los Ejercicios y la Compañía se forman desde abajo, como la obra del noble y del soldado: su ideal es el magis del sentimiento de un aristócrata», concluye Rahner.

2. De la Caballería temporal a la Caballería espiritual
Pero no adelantemos etapas. Íñigo se inició en la Corte, y fue allí, junto al Rey Fernando, donde acabó de formarse en su alma aquel fondo de hidalguía y señorío, incoado ya junto a sus padres en la casa-torre, que depurado más tarde de toda escoria mundana, se revelaría tan palmariamente en sus cartas a nobles, obispos y príncipes de toda Europa.

En 1512, don Fernando había conquistado el Reino de Navarra. y en 1515 dicho Reino era incorporado a la Corona de Castilla. Pero ahora estamos ya en la época de Carlos V, quien se encuentra en guerra con Francisco I de Francia. Una de las fortalezas que había que defender era Pamplona. Y allí lo tenemos a nuestro Íñigo, decidido a luchar con ardor. Frente al ataque de los franceses, los defensores vacilan, incluido su Comandante. El P. Juan de Polanco, que sería secretario y confidente de San Ignacio, así describiría la situación:

«Queriendo el dicho don Francisco [de Viamonte] salirse de la ciudad, por no le parecer que podría resistir a la fuerza de los franceses, tuviendo también sospecha de los mismos de Pamplona, Íñigo, avergonzándose de salir, porque no pareciese huir, no quiso seguirle, antes se entró delante de los que se iban en la fortaleza para defenderla con los pocos que en ella estaban».

Ante su Jefe que se retiraba, Íñigo trazó su propio camino de Honor, acompañado de los que querían «señalarse en todo servicio a su Rey», un puñado de Caballeros. Fue entonces cuando cayó herido por las esquirlas de un cañonazo, y conducido a su casa natal. Allí lo tenemos ahora a nuestro Caballero enfermo, recluido en un cuarto del castillo, que sería el escenario de su conversión. Aburrido por la larga convalecencia, pidió algún libro, preferentemente de Caballerías, quizás el Amadís, o su continuación, Las Sergas de Esplandián. Pero, al parecer, no encontraron lo que solicitaba. El mismo así lo relató en su Autobiografía, que dictaría en los últimos años de su vida a uno de sus primeros compañeros, el P. Luis Gonçalves de Cámara, razón por la cual está escrita en tercera persona:

«En aquella casa no se halló ninguno de los [libros] que solía leer, y así le dieron una Vita Christi y un libro de la Vida de los Santos en romances; por los cuales, leyendo muchas veces, algún tanto se afícionaba a lo que allí hallaba escrito».

El carácter mismo del Flos Sanctorom, el libro de la vida de los santos, «en romances», con su pintoresca galería de héroes y heroínas de la virtud, repartidos por tierras y situaciones tan diversas, cuyas vidas se recargaban a veces con extravagantes episodios y aventuras hazañosas, a semejanza de las novelas de Caballería, no dejaría de atraerle. El autor del prólogo era un tal Gauberto M. Vagad, quien en su juventud había sido Alférez del hermano del Rey de Aragón; de ahí el dejo militar de sus posteriores escritos, como el que se trasunta en la siguiente estrofa:

«Tengo el santo sacerdocio,
la santa Caballería,
común bien;
Vos el tiempo dado al ocio,
la costumbre a tiranía
y a desdén...».

El hecho es que Ignacio, luego de leer las vidas de San Francisco y de Santo Domingo, comenzó a preguntarse: «¿Qué sería si yo hiciese esto que hizo San Francisco o Santo Domingo?». y poco después la resolución: «Mas todo su discurso era decir consigo... San Francisco o Santo Domingo hizo esto, pues yo lo tengo que hacer». Es muy probable que Íñigo haya encontrado también en el Flos Sanctorum, en la parte donde se expone la vida de San Agustín, aquella referencia a la gran obra de teología de la historia que escribiera dicho santo, De Civitate Dei, donde se lee:

«Trata San Agustín de dos ciudades, de Jerusalén y de Babilonia, y de sus reyes. Y Rey en Jerusalén es Cristo, rey en Babilonia es el diablo. Y dos amores son los que han edificado estas ciudades: la ciudad del diablo procede del amor propio, que llega hasta el desprecio de Dios, la ciudad de Dios procede del amor de Dios, que llega hasta el desprecio de sí mismo».

Sin duda que ya desde ahora se fue llevando a cabo el encuentro de la noble magnanimidad innata y adquirida del santo con las ideas fundamentales que formarían el núcleo de los Ejercicios. Tanto en sus lecturas como en las mociones primeras de su conversión están en germen las meditaciones del Reino de Cristo y de Dos Banderas –su visión de las Dos Ciudades agustinianas–, goznes esenciales de la espiritualidad ignaciana. Pero todavía se sentía perplejo, sin atreverse a dar el salto definitivo. Su imaginación alternaba pendularmente entre la vieja Caballería y la nueva, «deteniéndose siempre en el pensamiento que tomaba, o fuese de aquellas hazañas mundanas que deseaba hacer o de estas obras de Dios que se le ofrecían a la fantasía, hasta tanto que de cansado lo dejaba y atendía a otras cosas»

Advirtamos cómo cuando pensaba en los santos, sentía, sí, admiración frente a aquellos arquetipos, y ansias de emulación, pero la tesitura era todavía demasiado humana, demasiado natural. Hasta que por fin entendió que todo ello debía ser «con la gracia de Dios». La expresión aparece ahora por primera vez para no abandonarlo más, ni en la vida ni en los Ejercicios. La conversión de Íñigo estaba consumada.

Agreguemos un dato curioso. De esta época nos dicen sus biógrafos que soñaba con una dama, la obligada dama de los pensamientos y dueña del corazón de todo esforzado Caballero. No se sabe de cierto quién haya sido concretamente dicha dama, si la Infanta Leonor, o la Infanta Catalina, ambas hermanas de Carlos V, «la más linda cosa que hay en el mundo», se decía de esta última. Pero también aquí se dio la feliz transposición:

«Si se quiere decir quién fue la dama, a la que él incondicionalmente sirvió desde el momento de su conversión –escribe el P. Victoriano Larrañaga–, quién fue aquella para la que soñó las más grandes empresas, quién la que ocupó el primer puesto en su corazón generoso, no hay duda ninguna en afirmar que ella fue la Santa Madre Iglesia, en cuanto Cristo viviente, en cuanto Esposa de Cristo, a la que no se contentó con servir personalmente toda su vida, sino que quiso dejarle su obra fundamental, su Compañía, para perpetuar en ella un espíritu de amor y de servicio, un espíritu de sacrificio en el servicio mismo, que hacen de esta milicia su razón de ser y su característica fundamental».

Sea lo que fuere, el hecho es que nuestro Íñigo, sintiéndose ya mejorado, resolvió dirigirse a Montserrat para velar allí sus armas en honor de Nuestra Señora. Hizo el viaje montado en su mula, marchando aprisa para llegar pronto. Iba todavía suntuosamente ataviado, con su elegante traje de Caballero. En los procesos se dice que «sus vestidos eran ricos, preciosos y delicados» y que «andaba muy bien vestido al modo y talle del Soldado».

Señalemos en esta peregrinación dos hechos de índole típicamente caballeresca, de los que se encuentran reminiscencias en el Amadís, y que pasaron de la Autobiografía a la Literatura y al Arte. Ante todo la aventura con el moro, que Calderón de la Barca elevaría a la categoría de drama religioso en su obra El gran Príncipe de Fez.

Íñigo caminaba embebido en sus propios pensamientos. Y «yendo por su camino le alcanzó un moro». La obligada pregunta de tales circunstancias acerca del lugar al que se dirigía, debió dar ocasión a que Íñigo nombrara Montserrat y a la Virgen: «Y vinieron a hablar de Nuestra Señora». Sin duda que el peregrino ha de haber dicho algo sobre la pureza de su Señora, a lo que el moro se atrevió a poner reparos: virgen antes del parto, pase, pero virgen en el parto «no lo podía creer, dando para esto las causas naturales que a él se le ofrecían». El enamorado de la Virgen se enredó en una disputa tenaz, tratando, de dar al moro «muchas razones».

Pero no bastaron los razones. «Y así el moro se adelantó con tanta prisa, que le perdió de vista». Esta brusca partida del jinete y el trote veloz de su mula, dejan vislumbrar que el diálogo se había ido encrespando, y que el moro, quizás a la vista del acero toledano que ceñía el vasco, y estando ya por llegar a su destino quiso evitar a tiempo irrevocables consecuencias. ¿Qué hizo Íñigo? Nos lo dice la Autobiografía:

«Y en esto le vinieron unas mociones que hacían en su ánima descontentamiento, pareciéndole que no había hecho su deber; y también le causaba indignación contra el moro, pareciéndole que había hecho mal en consentir que un moro dijese tales cosas de Nuestra Señora, y que era obligado a volver por su honra. Y así le venían deseos de ir a buscar al moro y darle de puñaladas por lo que ha dicho. Y perseverando mucho en el combate de estos deseos, al fin quedó dubio, sin saber lo que era obligado a hacer».

Llegó, mientras tanto, a una bifurcación del camino. ¿Por cuál habría ido el moro? ¿Qué hacer? «Y así –termina el relato–, después cansado de examinar lo que sería bueno hacer, no hallando cosa cierta a que se determinase, se determinó en esto: de dejar ir a la mula con la rienda suelta hasta el lugar donde se dividían los caminos; y que si la mula fuese por el camino de la villa, él buscaría al moro y le daría de puñaladas; y si no fuese hacia la villa, sino por el camino real, dejarlo quedar... La mula tomó el camino real, y dejó el de la villa».

El segundo hecho de índole caballeresca, con el que Íñigo dio por clausurada su peregrinación, fue la vela de armas. En referencia a ella escribe el P. Laínez: «Viniéndole a la memoria cómo los noveles Caballeros se solían armar para ordenarse y dedicarse a la Milicia, tomó voluntad de imitarlos en dedicarse al servicio de Dios».

Ya en las Siete Partidas, Alfonso el Sabio había tratado de la vela nocturna de oración a Dios que había de preceder al acto de armarse Caballero. «E cuando esta oración ficiese –dice el texto–, ha menester de estar los hinojos fincados, e todo lo al en pie, mientras lo pudiese sufrir. Ca la vigilia de los Caballeros no fue establecida para juegos, ni para otras cosas, si non para rogar a Dios ellos e los otros que y fuesen, que los guarde e que los enderece e los alivie, come a omes que entran en carrera de muerte». Volviendo a lo que hizo San Ignacio leemos en Nadal: «Con esta ceremonia comenzó su nueva vida, velando toda la noche y haciendo oración ante la imagen de la Virgen sacrosanta, al modo con que los que han de ser armados Caballeros velan sus armas con el solemne y antiguo rito de los nobles».

Es indudable que Ignacio se inspiró asimismo en los libros de Caballerías. Lo dice expresamente la Autobiografía: «Y como tenía todo el entendimiento lleno de aquellas cosas, Amadís de Gaula y semejantes libros, veníanle algunas cosas al pensamiento semejantes a aquéllas; y así se determinó de velar sus armas». ¿Cómo describe el Amadísesta vigilia? Se lo puede ver al término del libro cuarto, donde relata detalladamente la vela de armas de Esplandián, el primogénito y heredero de Amadís: «Esplandián estaba entre ellos tan fermoso, que su rostro resplandecía como los rayos del sol, tanto que facía mucho maravillar a todos aquellos que le veían fincado de hinojos con mucha devoción e grande homildad, rogándole [a la Santísima Virgen] que fuese su abogada con el su glorioso Hijo, que le ayudase y enderezase en tal manera, que siendo su servicio, pudiese cumplir con aquella tan gran honra que tomaba...»

«Así estuvo toda la noche, sin que en cosa alguna fablase, sino en estas tales rogarías y en otras muchas oraciones, considerando que ninguna fuerza ni valentía, por grande que fuese, tenía más facultad que la que allí otorgada le fuese». Parece evidente que el santo se refería a este pasaje en su confidencia sobre el Amadís al P. Cámara.

El monasterio de Montserrat al que Íñigo había llegado, era, a principios del siglo XVI, uno de los centros de la restauración católica impulsada en España por la reforma de Isabel y de Cisneros. Allí nuestro santo se confesó detalladamente, repudiando toda su vida pecadora. Luego, se dice en la Autobiografía, «concertó con el confesor que mandase recoger su mula, y que la espada y el puñal colgasen en la iglesia en el altar de Nuestra Señora».

Así llegó la noche del 24 al 25 de marzo de 1522, fiesta de la Anunciación de Nuestra Señora y de la Encarnación del Verbo. A las primeras sombras del anochecer, se despojó de sus vestidos, y los cambió por los de un mendigo, entrando luego en la iglesia donde pasaría toda la noche, ya de rodillas, ya de pie, encomendándose a Nuestra Señora, y ofreciéndose a Cristo como Caballero que se disponía a imitarlo en todo. Al llegar el alba dio por terminada su vigilia. Lope de Vega dedicaría un bello romance a esta Vela de armas de Íñigo, a cuyo término dice:

«No se ha de preciar España
de Pelayo ni del Cid,
sino de Loyola solo
porque a ser su sol venís».

De la Caballería temporal a la Caballería espiritual, dijimos. De Soldado del César a Soldado de Cristo. La continuidad es evidente. Años después, cuando ya hubiese fundado la Compañía de Jesús, el papa Marcelo II le diría: «Tú recoge Soldados y hazlos combatientes; Nos los usaremos». El Caballero de Cristo ha consagrado su espada a Nuestra Señora. Sólo le faltaba una cosa: la iluminación de lo alto.

domingo, 23 de marzo de 2008

Lealtad sin fisuras


En 1946, Melchor Ferrer proclamaba: «Por si los carlistas jóvenes no me conocen, debo presentarme. Nunca fui integrista, ni fui minimista, ni fui mellista, ni fui de la Unión Patriótica, ni fui cruzadista, ni fui ni soy de FET. Ni alfonsino ni juanista. Carlista soy, carlista desde mí mocedad a las órdenes de Carlos VII el Grande; carlista en el servicio muy cerca del caballeroso Jaime III, carlista bajo el recto Alfonso Carlos, carlista en la disciplina del nobilísimo Príncipe Regente Don Javier de Borbón».

Hoy, Domingo de Pascua de 2008, proclamamos nosotros que nunca fuimos ni seremos de democracias o alianzas nacionales, mucho menos de alternativas o frentes españoles, ni de otras plataformas o movimientos. No somos ni de derechas ni de izquierdas. Somos íntegramente tradicionalistas: contrarrevolucionarios militantes, católicos a machamartillo, españoles hasta la médula, defensores acérrimos de las libertades populares, monárquicos legitimistas.

Por eso, hoy como ayer, somos los tradicionalistas del siglo XXI frente a los liberales de la “alternativa social cristiana” que «afirman que, efectivamente, las leyes divinas deben regular la vida y la conducta de los particulares, pero no la vida y la conducta del Estado» (condenados ya en 1888 por la Libertas praestantissimum, 14) y al resto de nuevos europeizadores demócrata cristianos, neoliberales, socialistas, comunistas, tecnócratas, socialdemócratas, y toda laya de cofrades. El Carlismo reivindica la gloria de encarnar en el siglo XXI las doctrinas y el estilo humano de los hombres de Las Españas de siempre, pues el Carlismo no es otra cosa que la continuidad pura y simple de nuestras Españas, la pusillus grex, el pequeño rebaño de la Hispanidad, al decir de la Escritura (Lc12,32).

Los carlistas, ni dícense revolucionarios, ni juegan a llamarse socialistas, ni presumen de demócratas ni de liberales, aunque su sistema político entraña, en verdad, la única transformación social fructífera, la verdadera solución a los desórdenes sociales, el auténtico Gobierno del pueblo y la real garantía de las libertades de cada ciudadano. Los carlistas han llamado siempre y seguirán haciéndolo así a las cosas por su nombre. Y no niegan a Cristo ni a Las Españas, ni siquiera con disfraces de vocabulario demagógico, tan fácil como estéril. Se llaman a sí mismos lo que son: enemigos de las sucesivas fórmulas extranjeras que han sido el absolutismo, el liberalismo, el democratismo, el socialismo y fascismo. Con temple de Caballeros desprecian la demagogia y galantean a la sinceridad política, porque de Caballeros es ir proclamando a todos los vientos la verdad.

Como ayer, como siempre, como cuando hizo falta, por Dios, por la Hispanidad y el Rey Legítimo, somos carlistas a las órdenes del Infante de España S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, Duque de Aranjuez, Príncipe de Parma y de Plasencia, Antiguo Caballero Legionario, Regente de la Comunión Tradicionalista, Abanderado de la Tradición.

«In manu Dei potestas terrae,
et utilem rectorem suscitabit in tempus super illam».

«La potestad de la tierra está en manos de Dios,
y Él a su tiempo suscitará quien la gobierne útilmente». Eclesiástico, X, 4.

Señora Inmaculada de las gentes de España *
Señora Inmaculada de las gentes de España.
De victoria en Lepanto, de dolor en Rocroi,
rezada a flor de Espadas desde el mar de Corinto
a la ribera virgen del río Paraná.
¡Señora Inmaculada de los indios ingenuos
y del Hidalgo altivo y de la Inquisición!
Como ayer, como siempre, como cuando hizo falta,
España, de rodillas, te ofrece el corazón.

¡Señora Inmaculada del Pilar Jacobeo!
Consuelo de amarguras en empresas de amar.
El fruto que sembraste para la Fe de Cristo
salido de tus manos, ¿no había de granar?
¡Señora Inmaculada del Apóstol del Trueno,
de la hazaña difícil y la tribulación!
Viniste a Zaragoza para salvar a España,
y España, desde entonces, parece una oración.

¡Señora Inmaculada de los Picos de Europa!
¡Cuántos te parecían pues cuanta era su Fe!
Y vino de los cielos tu auxilio y la victoria
del Dios de las Batallas, del Santo, de Yahvé.
¡Señora Inmaculada de esperanzas de Patria!
Se eleva una plegaria de Asturias a Aragón.
Sus ecos en las rocas, los bosques y los muertos
hablaron en romance y hablaron en canción.

¡Señora Inmaculada de la Santa María,
de los vientos propicios y de la tempestad!
Temblando amor de Madre llegaste al nuevo mundo
y el indio fue el hermano y Cristo la Verdad.
¡Señora Inmaculada del santo Misionero,
de los Conquistadores y del Emperador!
Resuena aun el Caribe las voces de Triana
y rezan todavía los indios al Señor.

¡Señora Inmaculada del indio mexicano!
América es España, y España es para ti.
El inca y el azteca cayeron de rodillas
y fue el Ave María caricia en guaraní.
¡Señora Inmaculada de la Rosa de Lima,
de García Moreno, de la persecución!
Son hijos de españoles, amándote nacieron:
no saben de mentira, ni saben de traición.

¡Señora Inmaculada del Valle de los Muertos,
del niño asesinado y el viejo Requeté!
Ganaron la victoria, la sangre y el martirio
de la España de Cristo por la España sin Fe.
¡Señora Inmaculada del muerto por la vida!
En tus brazos de Madre morir es salvación.
Y la semilla santa rebrota en Patria nueva
con ecos del Prudente y voz de Calderón.

¡Señora Inmaculada de la historia de España!
Tú misma nos la hiciste y huele a santidad.
Derrotas son honores, que las guerras de Cristo,
se ganan en el cielo y allí está la Verdad.
¡Señora Inmaculada! Somos aquellos mismos
que siglos defendieron tu pura Concepción.
Como ayer, como siempre, como cuando hizo falta,
España de rodillas, te ofrece el corazón.

Francisco José Fernández de la Cigoña.
* Nuestro gran amigo don Francisco José Fernández de la Cigoña, en sus años universitarios, escribió con amor y con conciencia estos buenos versos.

lunes, 17 de marzo de 2008

"Soy un pecador horrible"

Una charla con el 'cura Carlos', propuesto para Hijo Predilecto de la Ciudad

De diez a dos de la tarde está abierto a diario el archivo de la parroquia de San Marcos, donde siempre anda el cura, escuchando al pobre y castigándose el pulmón con un 'pall-mall' tras otro, lo que no le preocupa demasiado. El cura Carlos puede dejar de fumar en el momento en que quiera. Un envidiable don divino, que se diría. El hombre está extraordinariamente igual que siempre. 

"¿Sabe? Antes, cuando me preguntaban cómo estoy, decía: 'Alabando a Dios'. Pero ahora les digo: 'Muy bien, pero sin entrar en detalles'.

MODESTIA APARTE. Es estos días noticia el padre Carlos González García-Mier por la iniciativa de la Asociación de Antiguos Scouts de que el municipio le honre con la distinción de Hijo Predilecto de la Ciudad. Pero Carlos saca su modestia y dice que con servir a Dios tiene ya bastante, que no quiere ni calle ni monumento; simplemente, pasar como un ciudadano cualquiera que cumple con su obligación. "Lo que pasa -dice- es que también hay gente que le gusta formar estos alborotos, pero no tiene importancia. Todo el mundo ha hecho cosas, pero no se cuentan… Bueno, los políticos sí lo pregonan, aunque sea ésa su obligación, la de hacer cosas". 

Le recuerdo al cura Carlos el 'piropo' que le han dedicado en una de las puertas del templo. No le da ninguna importancia. "Alguien que dejó allí su firma. Yo quiero a todo el mundo. El amor es gratis. Es más, en una calle me pusieron un letrerito y yo todos los días que paso por esa calle pido por ellos, porque dice el Evangelio: Amar a los que os aman, amar a vuestro servidor. Y además, ¿qué importancia tiene?"

LOS DUROS AÑOS. Su hermana Mercedes, a la que todos conocemos por su locuacidad, cree que el cura Carlos no es solamente éso, 'el cura', que muy pocos saben de aquellos duros años de su hermano y sus grupos de scouts en Cuartillo, sacrificando tiempo y descanso, cuando levantaron con muchísimo esfuerzo aquellas viviendas protegidas que suplieron a las casas de adobe y chozas. Porque no hay que olvidar que Carlos fue un pionero del escultismo. Aquí y en Sevilla. Este hijo de un escribiente de bodega tiene sangre jerezana y montañesa. Nació en 1927, el mismo año que se levantó el Sanatorio de Santa Rosalía y en el que tuvo mucho que ver la generosidad de doña Micaela González Parada y su tío el fraile Carlos. Los condes de Garvey y, más tarde, los Ruiz-Mateos, hicieron el resto. Carlos convivió en su infancia con los frailes en su propia casa. Luego le sobrevino la llamada. "Estaba en Madrid para estudiar ingeniero de caminos. Todos los días iba a La Milagrosa y un día me dijo el Señor: 'Tú lo que tienes que hacer es meterte a cura'. Los compañeros no se lo creyeron: 'Tú vas a durar muy poco'. Y el Señor me ha dado la perseverancia. Esto es una cosa por la fuerza de Dios, una cosa admirable, mire usted, algo que se queda uno con la boca abierta".

LA POLÍTICA. Desde entonces hasta hoy. Ahora, un día sí y otro también atendiendo al necesitado. "Si usted estuviese un día bajo la mesa escuchando... Esto es tremendo, gente pidiendo, que viven en una precariedad máxima. Que conste que yo todos los días pido por los gobernantes. Lo dice la carta de San Pedro. Y pedía por Nerón. Yo pido por ellos, sean del color que sean. Esas son mis intenciones: la primera, por la iglesia, la segunda, por los gobernantes, siempre, siempre y después, por 'ti y tu tía Paca'. Pero después, no sé... quizás no vivan la realidad o les engañen… Pero no puedo hacer juicios de intenciones. Puedo decir lo que veo, pero no enjuiciar. Eso es pecado. Pero están equivocados. Si en Jerez hay 20.000 parados, no me diga usted que han aumentado 500.000 empleos… Si me dice que no dejan a nadie atrás, yo le puedo enseñar un montonazo de personas que cada día van a la parroquia y están marginadas. Y me quedo espantado de que estas cosas se digan. Y peor, que la gente se lo crea. Qué animales somos".

EL CEPILLO. Luego está el problema de las limosnas. Dice el cura que eso de que los hombres de la sotana nunca pierden y siempre ganan o que los santos no comen pero dan de comer es pura habladuría. La gente no es muy generosa. "Ha bajado muchísimo. Al haber menos cristianos, falta la virtud de la generosidad, del amor al prójimo. Esto está clarísimo. Ha bajado muchísimo la cuestión de la aportación, tanto para la Iglesia como para los pobres. Menos mal que hay personas, que no muchas, que aportan bastante. ¿A que no sabe para qué se inventaron las monedas de 1, 2 y 5 céntimos? Para echarlas en la iglesia. Mire que yo administro lo mejor que puedo. Alguna vez me equivoco. Claro que sólo se equivocan los que hacen algo. Un señor que esté todo el día en el casino no se equivoca nunca, a ese se le ha dado sólo el poder criticar, murmurar… Bueno, en Jerez no se dice criticar ni murmurar; se dice comentar. Pero la verdad es que hay muchas diferencias, muchísimas. Soy economista. Estudié Política Económica con Figueroa. Si una política económica es la que se ha estado llevando hasta este momento de liberalismo económico, es un capitalismo agudo, horrible. La cantidad de bancos que afloran, la cantidad de capital en pocas manos... El capitalismo es aberrante. Y me choca a mí que un poder que se llama social aumente de esta manera el capitalismo aberrante. Me parece horrible. De ahí parte el problema".

Y LOS 'ESPECIALISTAS'. Treinta y cuatro años ha cumplido el cura Carlos al frente de la parroquia. Dice que es el "auxilio del Señor" lo que le da aún fuerzas a sus 81 años. "Yo he hecho todo lo que he podido. No soy perfecto. Soy un pecador horrible, pero para eso precisamente estoy en la iglesia. Porque, ¿quién va a ir al oncólogo? El que padece cáncer. El que no lo tiene no va, o el que lo tiene y no lo sabe, tampoco. Y el que lo tiene y no le da la gana de saberlo, igual. ¿Jesucristo a qué viene? A los pecadores. Ocurre lo mismo. Es como el señor que no le da la gana de ir al especialista. Y como el único especialista en el pecado es Jesucristo, pues ya está".

-¿Qué hará ahora? 

- Pues, ¿qué hora es? Hora de alabar a Dios. Pues eso es lo que hay que hacer. Ahora y por la tarde también.

viernes, 14 de marzo de 2008

OPINIÓN CARLISTA POST-ELECTORAL



www.carlistas.es



Y GANÓ ZAPATERO

Como estaba previsto

Carlos Ibáñez Quintana (12/03/08)

A pesar de los muchos votos católicos que recibió, el PP ha vuelto a perder las elecciones.

A los católicos practicantes que”tapándose las narices” (como ellos dicen) apoyaron con su voto a ese partido, les preguntamos: ¿no ha sido el vuestro un voto perdido? Decían que había que impedir que volviera a salir Zapatero. Y que ello sólo se podría lograr votando al PP. Total: que han apoyado a un partido que se había comprometido a mantener el aborto y no han conseguido evitar el triunfo socialista.

Delante de la sede del PSOE en Ferraz, podíamos ver por televisión en la noche del día 9, una enorme pancarta en la que se leía: "Ha ganado el PSOE, han perdido los obispos”. Los obispos habrían perdido también aunque hubiera ganado el PP. Porque los obispos dijeron que no se podía votar a ningún partido que mantuviera el aborto. Y el PP se había comprometido a no abolir la criminal ley. Ha ganado Satanás que ve con satisfacción cómo anualmente cien mil seres humanos, imagen y semejanza de Dios, son asesinados en el vientre materno. La victoria de Satanás ha sido clamorosa. No de 45% sobre el 40%, sino del 90 % sobre un exiguo resto. Pues el 90% de los votantes han dado por bueno que el aborto debe seguir permitido. Y en ese 90% figuran muchos católicos de comunión diaria que se horrorizarán al leer lo que decimos y se indignaran contra el que firma estas líneas por incluirles entre los que han votado a favor de Satanás.

Pero ante los hechos, ante los hechos claros, no valen razonamientos exculpatorios. ¿Han votado a favor de un partido abortista, o no? Han votado. No hay más que hablar.

Nosotros también hemos visto la necesidad de impedir que Zapatero repita mandato. Pero para evitarlo no hemos pasado por pagar el peaje de renunciar a nuestra fidelidad a Dios. Nos ha parecido que nuestro deber primordial era dar testimonio de nuestra Fe negando el voto a un partido abortista. Y lo hemos hecho.

Eso es lo que nos exige Dios: fidelidad. No nos pide clarividencia política para adivinar lo que hará Zapatero una vez en el poder. Nosotros hemos cumplido con nuestro deber siguiendo su mandato. Lo que después venga está en sus manos.

Porque lo que no hemos hecho es poner nuestra confianza en un hombre que ya jugaba para perder. Así como suena. Nos convencimos de ello cuando en el primer debate Zapatero adujo, como méritos para su partido, el que el PSOE había sido el promotor, de lo que él denominaba “leyes de progreso”. A saber: el divorcio, el aborto, el matrimonio de homosexuales, etc. etc. A todas esas leyes se había opuesto el PP. Rajoy se calló y, con su silencio, le reconoció esa ventaja. Cuando debería haberle replicado que no se trata de leyes de progreso, sino de leyes que disuelven la sociedad. Pero no se atrevió a hacerlo.

Cuando España necesita un golpe de timón, viene Rajoy a convencernos de que va a bajar el precio de la leche y del pan. ¿Con quién cree que está tratando?

Parece ser que en Barcelona por 65 votos el PSOE le quita el último diputado en liza al PP. Esos votos se los podría haber dado la CTC. Que lo tengan en cuenta. Porque los pocos votos católicos que no se dejan secuestrar por el cuento de “el mal menor” han sido suficientes para que pierdan un diputado. Ni nos alegramos ni nos entristecemos. A nuestros correligionarios que han dado esa pequeña victoria al PSOE, su conciencia no les ha permitido actuar de esta manera.

Dentro de cuatro años hay nuevas elecciones. A quienes han votado por el mal menor y están aterrados por lo que pueda ocurrir ahora, les recordamos el deber que tienen de trabajar en formar una fuerza electoral que defienda los cuatro puntos no negociables.

Que no esperen que les demos el trabajo hecho. A ellos también les alcanza la obligación que a nosotros nos impulsa a pelear en la vida política. Tienen abiertas las puertas de la Comunión. Si nuestra solución no les convence, hay otros grupos. Y si éstos tampoco les gustan que organicen algo mejor. Pero que piensen que están traicionando al Señor si, en los cuatro años que tenemos por delante, persisten en lamentarse del desgobierno e injusticias del PSOE y en su inactividad política.


AYER Y HOY DE LA COMPRA DE VOTOS

Zortzigarrentzale (12/03/08)

La primera vez que votó mi padre le pagaron el voto a treinta duros. Los duros eran de plata. Se trataba de elecciones al Congreso y se disputaban el voto dos prohombres que a mi padre y a mis tíos no les decían nada. Fueron a votar los cuatro hermanos. Lo hicieron por orden de edad, uno a continuación de otro, y mi padre fue el último. El mayor de los hermanos se volvió a él y le dijo: “coge el dinero”. “¿Vosotros también cobráis?”, preguntó extrañado el agente electoral. “Igual que los demás” respondió secamente mi tío. Mi padre llevaba el mandil propio de su negocio. Lo extendió y sobre él fueron cayendo, uno tras otro, ciento veinte duros; tres kilos de plata.

No sé si esa sería la elección que recordaba pocos años después mi patrona en Bilbao. Mi patrona era paisana nuestra. Y me hablaba de unas elecciones en las que un marqués pagó generosamente los votos. Sus agentes incluso compusieron unas sencillas coplas alabando su largueza. Los votantes iban cantando: “Votaremos al marqués….”. Aquel año muchas familias necesitadas pudieron comprar y matar un cerdo que les alegró sus normalmente desprovistas mesas.

Era la consecuencia de haber instaurado el sufragio universal. Con ello dieron el voto a gente pobre, incluso indigente. Que no entendía de la política que se dilucidaba en el Congreso. Que normalmente se habría abstenido. Muchas veces he pensado si mis familiares habrían vendido su voto en unas elecciones municipales, en las que los enfrentamientos eran duros entre los dos grupos en que se dividía el pueblo. ¡Ni soñarlo! Mucho menos si recordamos que pocos años antes mi abuelo, síndico municipal, había adelantado de su bolsillo 3.000 pts para pagar a los obreros que trabajaban en la traída de aguas.

Las elecciones costaban mucho dinero a los candidatos. ¿De dónde salía el dinero? En 1918 se supo que un candidato nacionalista de Vizcaya retiró de su cuenta corriente 100.000 pts en billetes de 25. ¿Cómo se recuperaba ese dinero? Eso ya es harina de otro costal.

En la década de los sesenta habló en Bilbao José Ángel Zubiaur (¿o fue José Maria Valiente?). Hizo una acertadísima crítica del sistema liberal. Dijo que en las constituciones liberales nunca se decía nada de la compra de votos y de otras trampas que nunca faltaban de las elecciones. Tan nunca faltaban que se podría afirmar que eran consustánciales con las mismas.

Hoy se sigue pagando por los votos aunque el dinero no llegue a los votantes. Es un cuento eso de que por medio de la elección el ciudadano expresa su voluntad libremente. Cuando tal se afirma, da la impresión que vota por una opción que ya tiene determinada. Que su decisión ha sido adoptada mediante una reflexión personal en ausencia de todo condicionamiento exterior. Así debiera de ser.

Pero así no es. Los partidos preparan cuidadosamente las campañas. No se preocupan tanto de exponer sus programas de una manera clara cuanto de “dar buena imagen”. Pare ello contratan a empresas especializadas en convencer a las masas. En seducir. En “camelar”. Estas les aconsejan sobre el modo cómo deben hablar, cómo deben vestir, cómo deben ir peinados, etc. Cuando tanta importancia tiene lo accidental es que se da muy poca a lo fundamental: a los principios que defiende el partido y al programa de gobierno. Y la gente vota. La gran mayoría impresionada por el resultado de un debate, que no deja de ser un espectáculo, que por lo que han defendido los candidatos.

Por eso las elecciones cuestan. Cuestan mucho más que cuado cada voto se pagaba en plata, al contado y los electores podían sacar el vientre de mal año matando el cerdo. Pero ese dinero se lo llevan las empresas asesoras de imagen. Al pueblo no le llegan más que promesas que generalmente no se cumplen.

Se siguen comprando los votos, como antaño. La única diferencia es que no se los pagan a los que votan.

lunes, 10 de marzo de 2008

Cronología de los Reyes de España

I. REYES DE LA HISPANIA VISIGÓTICA CATÓLICA
1. Recaredo I (586-601)
2. Liuva II (601-603)
3. Witerico (603-610)
4. Gundemaro (610-612)
5. Sisebuto (612-621)
6. Recaredo II (621)
7. Suintila (621-631)
8. Sisenando (631-636)
9. Chintila (636-639)
10. Tulga (639-642)
11. Chindasvinto (642-653)
12. Recesvinto (653-672)
13. Wamba (672-680)
14. Ervigio (680-687)
15. Égica (687-700)
16. Witiza (700-710)
17. Rodrigo (710-711)

II. REYES DE ASTURIAS
II. A) Dinastía de Pelayo
18. Pelayo (718-737)
19. Fáfila (737-739)

II. B) Dinastía asturiana
20. Alfonso I “El Católico” (739-757)
21. Fruela I “El Cruel” (757-768)
22. Aurelio (768-774)
23. Silo (774-783)
24. Mauregato (783-788)
25. Vermudo I “El Diácono” (788-791)
26.1. Alfonso II “El Casto” (791-802) (1ª vez)
26.2. Alfonso II “El Casto” (803-842) (2ª vez)
27. Ramiro I (842-850)
28. Ordoño I (850-866)
29.1. Alfonso III “El Magno” (862-866 asociado) (866) (1ª vez)
29.2. Alfonso III “El Magno” (866-910) (2ª vez)

III. REYES DE LEÓN
III. A) Dinastía asturiana
30. García I (904/5-910 asociado) (910-914)
31. Ordoño II (904/5-910 asociado) (914-924)
32. Fruela II (904/5-910 asociado) (910-924: En Asturias 924-925: En todo el Reino)
33. Alfonso Froilaz “El Jorobado” (925)
34. Alfonso IV “El Monje” (925-931)
35. Ramiro II (931-951)
36. Ordoño III (951-956)
37.1. Sancho I “El Craso” (956-958) (1ª vez)
38. Ordoño IV “El Malo o El Jorobado” (958-960)
37.1. Sancho I “El Craso” (960-966) (2ª vez)
39. Ramiro III “El Niño” (966-984)
Regencia de su tía Elvira la Monja de 966 a 975
40. Vermudo II “El Gotoso” (984-999)
41. Alfonso V “El Noble” (999-1028)
Regencia de Elvira García de 999 a 1008
42. Vermudo III (1028-1037)
Regencia de su madre Urraca de 1028 a 1032

Unido a Castilla (1037-1065)

IV. REYES DE CASTILLA Y DE LEÓN
IV. A) Dinastía navarra
43. Fernando I “El Magno” (1037-1065)

V. REYES DE LEÓN
V. A) Dinastía navarra
44.1. Alfonso VI “El Valiente” (1065-enero 1072)

Unido a Castilla (1072-1157)

VI. REYES DE CASTILLA Y DE LEÓN
VI. A) Dinastía navarra
44.2. Alfonso VI “El Valiente” (octubre 1072-1109)
45. Urraca (1109-1126)

VI. B) Casa de Borgoña
46. Alfonso VII “El Emperador” (1126-1157)

VII. REYES DE LEÓN
VII. A) Casa de Borgoña
47. Fernando II (1157-1188)
48. Alfonso IX (1188-1230)

VIII. REYES DE CASTILLA Y DE LEÓN
VIII. A) Casa de Borgoña
49. Fernando III “El Santo” (1230-1252)
50. Alfonso X “El Sabio” (1252-1284)
51. Sancho IV “El Bravo” (1284-1295)
52. Fernando IV “El Emplazado” (1295-1312)
Regencia de María de Molina de 1295 a 1301
53. Alfonso XI “El Justiciero” (1312-1350)
Regencia de su abuela María de Molina de 1312 a 1321
54.1. Pedro I “El Cruel o El Justiciero” (1330-1366)
54.2 y 55.1. Pedro I “El Cruel” y Enrique II de Trastámara (1ª vez) (1366-1367)
54.3. Pedro I “El Cruel o El Justiciero” (1367-1369)

VIII. B) Casa de Trastámara
55.2. Enrique II “El de las Mercedes o El Fratricida” (1369-1379) (2ª vez)
56. Juan I (1379-1390)
57. Enrique III “El Doliente” (1390-1406)
Consejo de Regencia de 1390 a 1393
58. Juan II (1406-1454)
Regencia de Fernando de Antequera de 1406 a 1416
Regencia de Catalina de Lancaster de 1416 a 1418
59. Enrique IV “El Impotente” (1454-1474)
60 y 61. Isabel “La Católica” y Fernando V de Castilla y II de Aragón “El Católico” (1474-1504)

VIII. C) Casa de Trastámara-Aragón
62. Juana I “La Loca” (1504-1505 Efectiva y 1505-1555 Titular) (3)
Regencia de Fernando V de enero a noviembre de 1505
Gobierno conjunto de Felipe I, Juana I y Fernando V de nov. 1505 a jul. 1506
Regencia de Francisco Jiménez de Cisneros de sept. 1506 a jul. 1507
Regencia de Fernando V de jul. 1507 a 1516

VIII. D) Casa de Habsburgo
63. Felipe I “El Hermoso” (julio-septiembre 1506)

Junto con Aragón formará España

IX. REYES DE ESPAÑA
IX. A) Casa de Austria
64. Carlos I de España y V del Sacro Imperio “El Emperador” (1516-1556)
Regencia de Alonso de Aragón de 1516 a 1517 (En Aragón)
Regencia de Francisco Jiménez de Cisneros de 1516 a 1517 (En Castilla y en León)
Regencia de Adriano de Utrecht de 1519 a 1521
Regencia de Isabel de Portugal de 1529 a 1533 y de 1535 a 1538
Regencia de Felipe (luego Felipe II) de 1543 a 1548 y de 1551 a 1554
Regencia de Juana de Austria de 1554 a 1556

X. REYES DE ESPAÑA Y PORTUGAL
X. A) Casa de Austria
65. Felipe II de España y I de Portugal “El Prudente” (1556-1598)
Regencia de Juana de Austria de 1556 a 1559
66. Felipe III de España y II de Portugal “El Piadoso” (1598-1621)
67. Felipe IV de España y III de Portugal “El Grande” (1621-1665)

XI. REYES DE ESPAÑA
XI. A) Casa de Austria
68. Carlos II “El Hechizado” (1665-1700)
Regencia de Mariana de Austria de 1665 a 1675

XI. B) Casa de Borbón-Anjou
69.1. Felipe V “El Animoso” (1700-enero 1724) (1ª vez)
Consejo de Regencia de 1700 a 1701
Regencia de María Luisa de Saboya en 1702
70. Luis I “El Bien Amado” (enero-agosto 1724)
69.2. Felipe V “El Animoso” (septiembre 1724-1746) (2ª vez)
71. Fernando VI “El Prudente” (1746-1759)
72. Carlos III “El Político” (1759-1788)
73. Carlos IV “El Cazador” (1788-1808)
74.1. Fernando VII “El Deseado” (1808) (1ª vez)
74.2. Fernando VII “El Deseado” (1813-1833) (2ª vez)
75. Carlos V, Conde de Molina (Carlos María Isidro de Borbón) (1833-1845)
76. Carlos VI, Conde de Montemolín (Carlos Luis de Borbón y de Braganza) (1845-1860)
77. Juan III, Conde de Montizón (Juan Carlos de Borbón y de Braganza) (1860-1868)
78. Carlos VII, Duque de Madrid (Carlos de Borbón y Austria-Este) (1868-1909)
79. Jaime III, Duque de Madrid (Jaime de Borbón y Parma) (1909-1931)
80. Alfonso Carlos I, Duque de San Jaime (Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este) (1931-1936)
Regencia de Francisco Javier de Borbón y Braganza (1936-1952)
81. Javier I, Conde de Molina (Francisco Javier de Borbón y Braganza) (1952-1975)
Regencia de Sixto Enrique de Borbón y Borbón-Busset, Duque de Aranjuez (1975-hasta hoy)