Un desaire, una ofensa, el orgullo herido, el honor
perjudicado, un duelo a muerte y, por supuesto, una mujer, son los principios
motores de esta apasionante novela. Fernando y Luis, ambos oficiales del
ejército, verán sus vidas enfrentadas desde el momento en el que este último,
nada más llegar a la capital, se ve obligado a defender a su madre de las
burlas de un grupo de soldados cristinos. A partir de aquí, con un juramento de
por medio y la acción ya trasladada al frente de la guerra, lo que comenzó como
una broma pesada ha de continuar en un inevitable cruce de espadas.
Una novela carlista envuelta en la polémica
Suárez Bravo escribió esta novela y la presentó a un
certamen convocado por la Real Academia de la Lengua en 1885. La Academia le
concedió el premio y fue ferozmente criticada por los periódicos liberales de
la época, con Leopoldo Alas Clarín a la cabeza. Las publicaciones carlistas,
por su parte, ensalzaron la novela, y el autor salió al paso y defendió su obra
-que no compartía el naturalismo de otros libros del momento- explicando: «No
busqué los materiales en el lodazal de las pasiones humanas, que tanto
beneficia la moderna novela. Mi libro puede entrar en todas partes sin que haya
que alejar a los niños y a las doncellas(...). Lo que es moralmente feo nunca
llegará a ser artísticamente bello».
Combinando «un cuento que pudo suceder con hechos que
sucedieron», Suárez Bravo redactó la obra sobre la primera guerra carlista «con
el deseo de divertir miserias nerviosas, habituales en mi mal asentado
temperamento, y reposar de áspera y larga campaña de periódico, después de
haber pasado mucho tiempo entumecido en una prisión», explica en el prólogo del
libro.
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