lunes, 13 de diciembre de 2010

La defensa de la Verdad y la Justicia en las Españas áureas: la Santa Inquisición

"Sí, en verdad: la sociedad moderna sólo ha conservado las partes más opresivas e ignominiosas de la función policíaca: saquea al pobre y vigila cautelosamente al infortunado. En cambio, ha abandonado lo más noble de la función: el castigo de los traidores poderosos, en el Estado, y, en la Iglesia, el de los herejes poderosos. Los modernos dicen que no se debe castigar al hereje. Y yo me pregunto si tendremos derecho para castigar, fuera de los casos de herejía".

(Gilbert K. ChestertonEl hombre que fue jueves)

"El que admite que la herejía es crimen gravísimo, y pecado que clama al cielo y que compromete la existencia de la sociedad civil; el que rechaza el principio de la tolerancia dogmática, es decir, la indiferencia entre la verdad y el error, tiene que aceptar forzosamente la punición espiritual y temporal de la herejía, tiene que aceptar la Inquisición. Ante todo hay que ser lógicos, como a su modo lo son los incrédulos que miden todas las doctrinas con el mismo rasero, e inciertos de su verdad, a ninguna consideran digna de castigo. Pero hoy es frecuente defender la Inquisición con timidez y de soslayo, con atenuaciones doctrinales, explicándola por el carácter de los tiempos (es decir, como una barbarie ya pasada), confesando los bienes que produjo (es decir, bendiciendo los frutos y maldiciendo el árbol)..., pero nada más. Ni ¿cómo habían de sufrirlo los oídos de estos tiempos que, no obstante, oyen sin escándolo ni sopresa las leyes del estado de sitio y de consejos de guerra? ¿Cómo persuadir a nadie de que es mayor delito desgarrar el cuerpo místico de la Iglesia y levantarse contra la primera y capital de las leyes de un país, su unidad religiosa, que alzar barricadas o partidas contra tal o cual gobierno constituido? Desengañémonos: si muchos no comprenden el fundamento jurídico de la Inquisición, no es proque él deje de ser bien claro y llano, sino por el olvido y menosprecio en que tenemos todas las obras del espíritu , y el ruin y bajo modo de considerar al hombre y a la sociedad que entre nosotros prevalece. Para el economista ateo será siempre mayor criminal el contrabandista que el hereje. ¿Cómo hacer entrar en tales cabezas el espíritu de vida y de fervor que animaba a la España inquisitorial? Cómo hacerles entender aquella doctrina de Santo Tomás: " Es más grave corromper la fe, vida del alma, que alterar el valor de la moneda con que se provee al sustento del cuerpo".

(Marcelino Menéndez PelayoHistoria de los Heterodoxos Españoles , tomo II)

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