JESÚS RUBIO . PAMPLONA .
Manuel Martorell Pérez (Elizondo, 1953) es un periodista que colabora, entre otros medios, con Diario de Navarra.Pero también es un historiador que durante diez años ha investigado el carlismo en los años 40 y 50. "Comencé a trabajar con una revista llamada Montejurra que inició mi padre. Pero había tanta información que lo que iba a ser una tesis de periodismo acabó siendo de historia".
Enriquecida por informes policiales y testimonios directos, la tesis fue premiada por la Fundación Luis Hernando de Larramendi, que ha publicado la primera parte de la investigación (hasta mediados de los años 50) bajo el título Retorno a la lealtad . El desafío carlista al franquismo(Actas Editorial, 26 euros ). Ayer se presentó en Pamplona.
Libros como el suyo y Requetés,de Larraz y Sierra-Sesúmaga parecen reivindicar el carlismo.
El carlismo es un tema recurrente. Es un movimiento político muy complejo, de longevidad impresionante, el partido político más antiguo de Europa. Pero no se trata de que el carlismo esté de moda, sino que una parte de su historia, la de la Guerra Civil y el franquismo, no había sido contada. Sólo conocíamos la historia oficial, desde el punto de vista franquista. Pero un gran sector del carlismo no aceptó el decreto de unificación (el que les fusionó con Falange en 1937) y tras la guerra se enfrentó a la dictadura. Este periodo de los años 40 y 50 era una laguna histórica. Este trabajo intenta recuperar las actitudes, los sentimientos, las posiciones políticas de esos carlistas que no aceptaron el régimen franquista como algo que se identificara con su forma de pensar.
¿Fueron mayoría?
La inmensa mayoría. Les llamaban javieristas o falcondistas, por Javier de Borbón-Parma o por su delegado nacional, Manuel Fal Conde. De hecho, los que se integraron en el régimen quedaron marginados en la reconstrucción del partido tras la Guerra Civil.
Dice en el libro que fueron perdedores en el bando de la victoria.
Los testimonios dejan entrever un sentimiento de amargura, de frustración. Incluso hay quien reniega de haber participado en la guerra. Muchos otros requetés consideraban que habían cumplido con su deber, pero creían que el resultado político de la guerra no tenía que ver con su principios. Quienes aceptaron el decreto y ocuparon cargos públicos quedaron al margen de la nueva Comunión Tradicionalista Carlista .
No podía ser fácil la unificación con Falange.
Objetivamente, no era posible. La ideología fascista es incompatible con el pensamiento tradicionalista. Para el fascismo el centro del poder es el estado; para un sistema tradicionalista son los derechos históricos, los fueros que hacen que cada región se gobierne según tradiciones antiguas. Pero además no se produce tal unificación, sino que algunos sectores del carlismo aceptan un decreto de una Junta Militar en una circunstancia tan extraordinaria como una guerra. Y lo hacen violentando las normas de funcionamiento del partido y sobre todo de espaldas a la mayoría de los militantes carlistas, que estaban en los frentes.
Cuando terminó la guerra, ¿cuál fue su estrategia?
El carlismo hizo un análisis del franquismo muy semejante al de la oposición republicana: era un régimen aislado, que al aliarse con Hitler y Mussolini se había puesto en frente del mundo. Terminada la Guerra Mundial, el carlismo creía que Franco caería como fruta madura. En ese sentido, la Comunión Tradicionalista se postulo como alternativa para que, a través de un sistema monárquico de carácter católico y representativo, con similitudes a a la monarquía inglesa, España se reconciliara con la Europa que venció al fascismo.
Sin embargo, Franco no cae.
No, y el carlismo entra en una depresión política, queda paralizado. Sólo la Guerra Fría explica que un régimen aislado en 1946 y 1947 sea apoyado pocos años después por las mayores potencias, por el Reino Unido y EE UU. Esa reconciliación con las grandes potencias consolida a Franco y la estrategia de enfrentamiento del carlismo deja de tener sentido. Debatieron qué estrategia seguir y una de las líneas es la de los partidarios de acercarse al régimen, que ya no tenía la dureza de años atrás.
Sin embargo, el carlismo pagó ese enfrentamiento con Franco. Cita a historiadores que dicen que lo pasó peor que en la República.
En la República, a pesar de multas y persecución, siempre se mantuvo como organización legal. Pero Franco quiso hacer desaparecer de la faz de la tierra el carlismo como movimiento político. Adaptó elementos de carácter simbólico, como el himno, la bandera o la guardia personal pero el sistema político franquista no tenía nada que ver con el carlismo.
¿Qué herramientas usaron los carlistas en su oposición?
Abrían círculos carlistas con tapaderas legales, hacían panfletos, organizaban manifestaciones. Llegaron a tener bastante actividad, aunque eran francotiradores. No tenían existencia legal, ni sedes de partido ni coordinación. Funcionaban de forma autónoma. Esas actividades unas veces eran prohibidas y otras toleradas por circunstancias especiales, ya que el carlismo gozó de la protección de algunos generales que habían ganado sus batallas gracias en parte a los requetés. Por eso se archivaron situaciones que hubieran acabado con condenas a muerte, como el enfrentamiento a tiros de 1945 en la Plaza del Castillo.
¿Qué ocurrió?
Ya el 21 de octubre de 1939, cuando se trasladaron los restos mortales del general Sanjurjo desde Lisboa hasta Pamplona se produjo un momento de gran tensión. Cuando salieron las autoridades al balcón de la Diputación, la gente comenzó a reclamar la presencia de Fal Conde, que fue recibido con gritos de "Viva El Rey". Un informe de una dirigente de la Sección Femenina, Amor Valladares, describe una ciudad en la que no había camisas azules, en la que todo eran boinas rojas y gritos de "Viva el Rey". Incluso señala que un teniente de regulares al que se le ocurrió gritar "Viva Franco" fue apaleado por varios requetés. Acaba su informe diciendo que "quiera Dios que no lamentemos lo que ha ocurrido hoy".
Se lamentó en 1945, entiendo.
Desde 1939 hasta el 3 diciembre de 1945 hay un enfrentamiento ascendente entre el carlismo y la dictadura. Fue una estrategia para derribar a Franco y sustituirlo por una monarquía tradicional, que tuvo su punto culminante en una manifestación en la Plaza del Castillo, paralela a otra que se celebró en Valencia en la que también hubo incidentes y disparos al aire. En Pamplona el gobernador civil bloqueó las carreteras, hizo que los trenes pasaran de largo, distribuyó policías secretas por toda Navarra e incluso se apagaron las luces para que no se pudiera usar la megafonía. En el mitin apareció la Policía Armada, que pidió a la gente que se disolviera. Sonó un disparo, la policía cargó y los carlistas dispararon. Hubo cuatro policías heridos de gravedad y otros cuatro o cinco heridos por los golpes. La ciudad quedó acordonada y se detuvo a 200 personas. Se dice que la gente huía del Círculo Carlista, en la propia Plaza del Castillo, por los tejados. Allí se encontraron armas de todo tipo, incluso cartuchos de dinamita. Se abrieron dos consejos de guerra pero al final no pasó nada. Hubiese sido un escándalo que el franquismo hiciera un consejo de guerra a quienes le habían ayudado a ganar la guerra.
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