Se cumplen cien años del fallecimiento del eximio polígrafo montañés de ascendencia asturiana Marcelino Menéndez Pelayo. Su vastísima y erudita obra desborda con mucho el objeto de este blog, sin embargo hacemos propia la síntesis de José María Jover y de Jesús Evaristo Casariego, a efectos descriptivos:
"La consideración del catolicismo como eje y nervio de nuestra cultura nacional; el formidable esfuerzo de documentación que respalda cada una de sus afirmaciones; el talante polémico y apasionado de muchas de sus páginas, explicable por la circunstancia histórica en que hubo de forjar su obra; la amplitud de espíritu y el esfuerzo permanente de comprensión humana son, tal vez, los caracteres más notables de su personalidad y de su trabajo." (José Maria Jover)
"Dos son las afirmaciones de don Marcelino sobre las cuales el fervor apologético y polémico, innegables en la obra del maestro, cobra la serenidad objetiva de ciencia de pura ley: la primera, que es España el país donde antes que en ningún otro aparecen tendencias y atisbos originales, y la segunda, que es en España donde mayor fuerza toma la voluntad de conservar el tesoro aprendido. España es para don Marcelino el país de la vanguardia y de la Tradición (...) Mas, ¿que era la Hispanidad para Menéndez y Pelayo? Una sola cosa: la ortodoxia católica. Lo mismo cuando estudia el teatro español como cuando escribe su hermosa obra "La Ciencia española"; igual cuando investiga los orígenes de la novela que cuando hace la historia de la poesía, el maestro inagotable, encuentra siempre lo hispánico en la más pura ortodoxia de Roma. Todo lo que no es ortodoxo -lo demuestra con argumentación irrebatible- es extraño al espíritu nacional, y por extraño, débil y desvalido. El escribió en La Ciencia española estas razones pletóricas de sentido: "Hasta hoy no se ha entendido bien la historia de nuestra literatura por no haberse estudiado a nuestros teólogos y filósofos" (...) Menéndez y Pelayo es por su obra científica uno de los veneros adonde hay que llegar para nutrirse de esencias hispanas" (Jesús Evaristo Casariego)
"Dos son las afirmaciones de don Marcelino sobre las cuales el fervor apologético y polémico, innegables en la obra del maestro, cobra la serenidad objetiva de ciencia de pura ley: la primera, que es España el país donde antes que en ningún otro aparecen tendencias y atisbos originales, y la segunda, que es en España donde mayor fuerza toma la voluntad de conservar el tesoro aprendido. España es para don Marcelino el país de la vanguardia y de la Tradición (...) Mas, ¿que era la Hispanidad para Menéndez y Pelayo? Una sola cosa: la ortodoxia católica. Lo mismo cuando estudia el teatro español como cuando escribe su hermosa obra "La Ciencia española"; igual cuando investiga los orígenes de la novela que cuando hace la historia de la poesía, el maestro inagotable, encuentra siempre lo hispánico en la más pura ortodoxia de Roma. Todo lo que no es ortodoxo -lo demuestra con argumentación irrebatible- es extraño al espíritu nacional, y por extraño, débil y desvalido. El escribió en La Ciencia española estas razones pletóricas de sentido: "Hasta hoy no se ha entendido bien la historia de nuestra literatura por no haberse estudiado a nuestros teólogos y filósofos" (...) Menéndez y Pelayo es por su obra científica uno de los veneros adonde hay que llegar para nutrirse de esencias hispanas" (Jesús Evaristo Casariego)
Ciertamente su obra es una explicación inapelable de la esencia católica de España, así como una apología de la misma. Tuvo una especial predilección por Cataluña, cuya lengua hablaba a la perfección y cuya literatura, historia y tradiciones políticas y jurídicas siempre amó y defendió, cursando varios años en la Universidad de Barcelona. Sobre los sucesos del 11 de septiembre de 1714 escribió: "No es ciertamente agradable ocupación para quienquiera que tenga sangre española en sus venas (...) ver a nuestra nación (...) perder hasta los últimos restos de sus sagradas libertades provinciales y municipales sepultadas en los escombros humeantes de la heroica Barcelona".
Como otros autores muy próximos al tradicionalismo, su figura sólo puede ser reivindicada con pleno derecho por el Carlismo, pues no han tenido continuidad en las pequeñas escuelas que dejaron. Y ello pese a que su actuación política errónea (fuera de puntuales colaboraciones y acercamientos al Carlismo) sirvió para consolidar el régimen de la falsa Restauración, que a su vez fue imponiendo todas las políticas que don Marcelino detestaba. Su "tradicionalismo cultural" no fue acompañado con un coherente "tradicionalismo político"; en palabras del profesor Miguel Ayuso: "anticarlista como conservador que fue".
Es conocida, por otro lado, su entrañable amistad con otro genial montañés, este si rocoso e insobornable carlista, el novelista José María Pereda inmortal autor de la novela "Peñas arriba" y diputado tradicionalista.
Se puede decir con razón que la labor de Menéndez Pelayo fue continuada y coronada (aunque poniendo el acento sobre todo en los aspectos filosóficos, jurídicos y políticos) por la escuela de Francisco Elías de Tejada, corrigiendo la desviación que supone la flagrante contradicción de rendir pleitesía a la dinastía liberal, enemiga mortal de la tradición hispánica que tanto amaba el maestro montañés.
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