martes, 5 de junio de 2012

El Acta de Loredán, doctrina carlista (y IV)

Sobre la cuestión social se dice que es “grave problema que hoy agita al mundo y mantiene en inquietud los ánimos y en desorden los pueblos. Antigua y siempre pavorosa, el mundo pagano la resolvió con la esclavitud de la fuerza, y el cristianismo con la esclavitud del amor. La fuerza impuso el trabajo como el amor la caridad, y la Revolución, volviendo a la tiranía por la libertad sin fronteras, proscribiendo la caridad y la fe, ha engendrado el pauperismo que es la esclavitud del alma y del cuerpo. El trabajo se ha convertido en tiranía y el hombre en máquina.- Queremos protestar y redimirlo llevando a la legislación las enseñanzas de la más admirable encíclica de León XIII; aspiramos a que el patrono y el obrero se unan íntimamente por relaciones morales y jurídicas anteriores y superiores a la dura ley de la oferta y la demanda, única regla con que la fija la materialista economía liberal, y pretendemos por tanto emancipar por el cristianismo, al obrero de toda tiranía.- Para ello ha de fomentarse la vida corporativa restaurando los gremios con las reformas necesarias; se necesita acrecentar lassociedades cooperativas de producción y consumo, y conseguir que el Poder restablezca el Patronato cristiano reglamentando el trabajo.- Así cumplirá el Estado el primero de sus deberes, amparando el derecho de todos y principalmente el de los pobres y el de los débiles, a fin de que la vida, la salud, la conciencia y la familia del obrero no estén sujetas a la explotación sin entrañas de un capital egoísta, por cuyo medio, un monarca cristiano se enorgullecerá, mereciendo el título de rey de los obreros”.

En relación con el desarrollo y progreso material, estrechamente vinculado a la anterior cuestión, se manifiesta que “Los tributos abrumadores y el caciquismo tiránico hacen imposible la vida en los pueblos y determinan una doble corriente de emigración entre nuestros sufridos y vejados agricultores, quienes en demanda de pan y trabajo afluyen a las ciudades o abandonan la Patria como víctimas de una política cruel, atropellados por todo, para buscar en América o en África el sustento de sus desamparadas familias.- Preciso es atajar por completo y cortar de raíz esta emigración de la desgracia, reformando algunas leyes onerosas y rebajando las insoportables contribuciones que arruinan la agricultura, la industria y la ganadería. Necesario es también completar la restauración general con la de la tierra misma, repoblando sus montes, roturando sus yermos y haciendo que las aguas de los ríos no corran infecundas o exterminadoras. Renovados los Pósitos, han de fomentarse las Ligas y Cámaras agrarias, los Bancos y las Cajas agrícolas, y así, vencedores de su actual abatimiento, al amparo de municipios libres de caciques, regresarán a sus hogares los desterrados por el fisco, y con la mayor oferta de trabajo en las ciudades y la rebaja de las subsistencias que produzca el aumento de la producción agrícola, subirán doblemente los jornales y aumentará en proporción el bienestar de las clases labradoras. Podrá extenderse a toda España la beneficiosa institución del Vínculo Navarro, con el que, dentro de la competencia se logra abaratar el precio de las más necesarias mercancías y librar de inicua explotación a los pobres, y reglamentando el trabajo defendido por la Corporación y amparado por el Patronato, tornarán el agricultor y el obrero a ser redimidos por la Monarquía de la doble servidumbre moral y material en que la Revolución los tiene con el falso nombre de Libertad”.

“HISTORIA DEL CARLISMO”
Gabriel Alférez. Editorial Actas, colección ‘Luis Hernando de Larramendi’. Madrid 1995.

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