jueves, 14 de octubre de 2010

¡Por la confusión del turco!


La intención «por la confusión del turco» es plegaria secular en Las Españas –y además constituye un magnífico brindis–. Nuestra Fe es más antigua y nuestras razones más verdaderas: Núcleo de la Lealtad propone, a modo de recuperación de nuestras venerables tradiciones católicas y patrias, que volvamos a rezar después del Santo Rosario –Padre nuestro, Avemaría y Gloria– «por la confusión del turco». También urgimos a los patriotas de ambas orillas de la Mar Océana, que manifiesten, al ir a beber vino o licor, este bien que deseamos: ¡Por la confusión del turco! A continuación ofrecemos este interesante artículo

Lepanto
Autor: Francisco Bejarano
FuenteDiario de JerezFecha: 07.10.2009

Desde que la izquierda nominal y el retroprogresismo, temerosos de que al aceptar, o nada más que conocer, el pasado histórico español se oscurezca el poco brillante futuro prometido, hemos vuelto a interesarnos por los hitos de la Historia de España que la engrandecieron y, de paso, engrandecieron a Europa. Para escándalo de hispanistas, ya sólo creen en la Leyenda Negra los jóvenes universitarios españoles. La memoria litúrgica de hoy está dedicada a la Virgen del Rosario, conmemoración instituida por [San] Pío V para recordar la victoria de las armas cristianas en Lepanto en 1571, obtenida, según la fe, por la mediación de Nuestra Señora, que veía alarmada cómo los turcos infieles avanzaban por el Mediterráneo. Todavía harían un último intento peligroso con el asedio de Viena, pero el desastre de la flota turca en Lepanto los dejó muy debilitados. Desde entonces se brinda en España por la confusión del Turco.
Se comprende que el progreterío español, hirsuto y desaliñado, no quiera ni oír hablar de Lepanto: España era un Imperio, el mayor probablemente que haya existido nunca, y era la guardiana de la Fe católica, es decir, de la cultura clásica grecorromana mediante la Santa Inquisición. Venecia y Génova eran repúblicas aristocráticas que veían tambalearse sus negocios en Oriente. Nápoles y Sicilia estaban con sus intereses mermados.

El Papado no podía hacer otra cosa que defender a sus fieles frente a la secta mahometana. Una escuadra poderosa al mando de don Juan de Austria derrotó a los turcos para siempre. La flor de la aristocracia mediterránea y católica (Bazán, Cardona, Colonna, Doria, Barbarigo, Veniero, Morosini) estuvo al mando de la flor de la juventud, Cervantes en ella, soldados que, aparte de los beneficios que pudieran obtener con la victoria, tenían claro que luchaban por la Cristiandad, una manera de vivir.

Los españoles que se avergüenzan de su historia, que es como avergonzarse de su familia, hubieran preferido que ganaran los turcos y el califa de Estambul se hubiera instalado de nuevo en Córdoba o en San Pedro de Roma; pero la Historia es tenaz en mantener sus errores e injusticias y no creemos que sirva de mucho volverla a escribir de nuevo a nuestro antojo [...].

Además, la Historia no se equivoca nunca, se equivocan los historiadores esquinados, de la misma manera que la especie humana y la naturaleza en su conjunto no yerran jamás, yerran las personas particulares, y aun sus torpezas sirven para la selección natural. Olvidemos de una vez la idea, errada por completo, de que la mente humana ha progresado junto con la técnica y en el futuro nuestra especie va ser más progresista y justa. Lo justo, equitativo y saludable es agradecer la habilidad y el talento de los almirantes de Lepanto que nos libraron de estar hoy en la incomodidad del islamismo.

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