domingo, 31 de agosto de 2008

Títulos carlistas

«Mantened intacta vuestra Fe y el culto a nuestras Tradiciones y el amor a nuestra Bandera. Mi hijo Jaime, o el que en Derecho, y sabiendo lo que ese Derecho significa y exige, me suceda, continuará mi obra. Y aun así, si, apuradas todas las amarguras, la Dinastía legítima que nos ha servido de faro providencial estuviera llamada a extinguirse, la Dinastía de mis admirables carlistas, los españoles por excelencia, no se extinguir jamás. Vosotros podáis salvar a la Patria como la salvasteis, con el Rey a la cabeza, de las hordas mahometanas, y huérfanos de monarca, de las legiones napoleónicas. Antepasados de los voluntarios de Alpens y de Lácar eran los que vencieron en Las Navas y en Bailén. Unos y otros llevaban la misma Fe en el alma y el mismo grito de guerra en los labios». S.M.C. Carlos VII, «Testamento político» (6 de enero de 1897).

Títulos carlistas
Duque de Aranjuez, Infante de España
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Conde de Aldaz
Conde de Arbelaiz
Vizconde de Barrionuevo
Barón de Campo de Águilas
Marqués de la Caridad
Conde de Carrasquedo
Conde de Casa Eguía
Marqués de Comín
Duque de Elío, Grande de España
Conde de Galiana
Conde de Gaviria
Marqués de Monsarra
Vizconde de Montserrat
Vizconde de Orbe
Conde de San León
Conde de San Rodrigo
Conde de Santa Cruz de Nogueras
Vizconde de Torre Hidalgo
Marqués de Valle del Turia
Duque de Victoria de las Amezcoas, Grande de España
Conde de Villarreal, Grande de España
Conde de Zumalacárregui, Grande de España

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Duque de Aranjuez, Infante de España
Su Alteza Real Don Sixto Enrique de Borbón y Borbón-Busset
, Duque de Aranjuez, Infante de España, Príncipe de Parma y de Plasencia, Gran Maestre de la Orden de la Legitimidad Proscrita, Antiguo Caballero Legionario, Regente de la Comunión Tradicionalista, Abanderado de la Tradición.

El 22 de julio de 1940, S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón nace en el exilio en Pau, Francia. En 1965, bajo el nombre de Enrique Aranjuez, se alista en el Tercio «Gran Capitán», 1º de La Legión. El 2 de mayo de aquel año jura la Bandera de España con la fórmula entonces vigente, que excluía compromisos políticos (a diferencia de la posterior, que entraña fidelidad a la Constitución de 1978).

El 22 de septiembre de 1975, tras el abandono de los deberes dinásticos de su hermano Carlos Hugo y las desviaciones ideológicas de éste, Don Sixto Enrique encabeza la Comunión Tradicionalista. El 7 de mayo de 1977, al morir su augusto padre Don Javier de Borbón y Braganza, Rey legítimo de Las Españas y Duque de Parma, Don Sixto Enrique de Borbón se convierte en Regente y toma el título de Abanderado de la Tradición.

Documentos de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón

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ELENCO DE GRANDEZAS Y TÍTULOS NOBILIARIOS CARLISTAS 

Conde de Aldaz
FECHA CONCESIÓN: 09.05.1874.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
CONCESIONARIO: D. José María Juanmartiñena y Juanmartiñena, Ingeniero y Fundador de los Monasterios de Aldaz y Lecumberri. Título Carlista. Reconocido como Título del Reino en 3 de diciembre de 1954.
TITULAR: Pendiente de resolución.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 03.12.1954.

Conde de Arbelaiz
FECHA CONCESIÓN: 02.10.1874.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
CONCESIONARIO: D. Tirso de Olazábal y Lardizábal, Senador y Diputado a Cortes. Título Carlista. Reconocido como Título del Reino en 16 de abril de 1964. Rehabilitado en 1990 a D. José Joaquín de Olazábal y Alburquerque.
TITULAR: D. José Joaquín Olazábal y Alburquerque.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 15.03.1991.

Vizconde de Barrionuevo
FECHA CONCESIÓN: 19.03.1891.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
CONCESIONARIO: D. José Barrionuevo Soto, por los méritos adquiridos como Administrador de la Real Intendencia. Título carlista. Reconocido como título del Reino en 24 de noviembre de 1982.
TITULAR: D.ª Matilde Francisca Barrionuevo y Peña.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 11.11.1992.

Barón de Campo de Águilas
FECHA CONCESIÓN: 1837.
MONARCA: S.M.C. Carlos V.
CONCESIONARIO: D. Tomás Muñoz de San Pedro, Título Carlista.
TITULAR: D.ª Beatriz Muñoz de San Pedro y Flores de Lizaur, Marquesa de Cerverana.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 02.03.1951.

Marqués de la Caridad
FECHA CONCESIÓN: 16.07.1874.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
CONCESIONARIO: Dª Josefa Vasco y Gómez, Vicepresidenta de la Cruz Roja Carlista de La Caridad, y en atención a los servicios de su esposo, D. Carlos Manuel Calderón. Reconocido como Título del Reino en 24 de noviembre de 1982.
TITULAR: D. Gonzalo María de Ulloa y Suelves.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 07.01.1983.

Conde de Carrasquedo
FECHA CONCESIÓN: 1876.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
CONCESIONARIO: D. Franciso Cavero y Álvarez de Toledo, Teniente General de los Ejércitos Carlistas. Reconocido como título del Reino, en 1953.
TITULAR: D. Francisco de Borja Cavero y Echevarría.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 18.03.1960.

Conde de Casa Eguía
FECHA CONCESIÓN: 07.10.1832.
CONCESIONARIO: D. Nazario de Eguía y Sáez de Buruaga, Teniente General de los Reales Ejércitos, Capitán General de Galicia. General del Ejército Carlista, cuyo título por el Convenio de Vergara fue revalidado en 1849. Rehabilitado en 1987 por D. José Miguel Gómez-Acebo.
TITULAR: Pendiente de resolución.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: Pendiente de resolución 07.03.1997.

Marqués de Comín
FECHA CONCESIÓN: 04.06.1869.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
CONCESIONARIO: D. Bienvenido Comín y Sane. Título Carlista. Rehabilitado y reconocido como Título del Reino en 16 de noviembre de 1961.
TITULAR: D. Jesús Comín y Junquera.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 07.02.1996.

Duque de Elío, Grande de España
FECHA CONCESIÓN: 30.03.1875.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
GRANDEZA: Grande de España.
FECHA GRANDEZA: 30.03.1875.
CONCESIONARIO: D. Joaquín Elío y Ezpeleta, Capitán General del Ejército Carlista. Reconocido como Título del Reino en 10 de febrero de 1950.
TITULAR: D. Francisco Javier Elío y de Gaztelu.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 04.12.2003

Conde de Galiana
FECHA CONCESIÓN: 18.08.1879.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII
CONCESIONARIO: D. Joaquín Maldonado y Rosales, Maestrante de Ronda, Caballero de la Orden de Calatrava. Título Carlista, reconocido como Título del Reino en 18 de enero de 1952.
TITULAR: D. José Maldonado y Ramos.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 08.02.1993.

Conde de Gaviria
FECHA CONCESIÓN: 08.07.1837.
MONARCA: S.M.C. Carlos V.
CONCESIONARIO: D. Pedro Gaztañara y Ayesta. Título Carlista. Reconocido como Título del Reino en 4 de julio de 1958 a D. Francisco de Cadenas y Vicent.
TITULAR: D. Francisco Cadenas y Allende.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 22.01.1973

Marqués de Monsarra
FECHA CONCESIÓN: 25.12.1898.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
CONCESIONARIO: D. José de España y Ortéu. Título Carlista, concedido por Carlos VII a D. José de España y Ortéu en 25 de diciembre de 1898. Reconocido como título del Reino en 26 de junio de 1953.
TITULAR: D.ª Susana de España Guerin.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: BOE. 06.02.2007.

Vizconde de Montserrat
FECHA CONCESIÓN: 27.02.1876.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
CONCESIONARIO: D. José Suelves y Montagut. Título carlista. Reconocido como título del Reino en 29 de enero de 1954.
TITULAR: D. Juan Suelves Osorio.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: BOE. 19.07.2005.

Vizconde de Orbe
FECHA CONCESIÓN: 27.02.1876.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
CONCESIONARIO: D. José María Orbe y Gaytán de Ayala, Oficial de Órdenes del Rey Carlos VII. Reconocido como Título del Reino, en 22 de enero de 1993. Título carlista.
TITULAR: D. Carlos de Orbe y Enríquez de Navarra.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: BOE. 05.10.2006

Conde de San León
FECHA CONCESIÓN: 04.11.1876.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
CONCESIONARIO: D. León Martínez-Fortún, General y Mariscal de los Ejércitos Carlistas. Titulo Carlista. Reconocido como título del Reino en 2 de febrero de 1961.
TITULAR: D.ª Clara Martínez-Fortún López.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: BOE. 17.03.2005.

Conde de San Rodrigo
FECHA CONCESIÓN: 1843.
MONARCA: S.M.C. Carlos V.
CONCESIONARIO: D. Carlos Brioso y Blanco. Titulo carlista.
TITULAR: D.ª M.ª del Carmen Fernández-Cuesta y Casanueva.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 05.05.1979.

Conde de Santa Cruz de Nogueras
FECHA CONCESIÓN: 1874.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
CONCESIONARIO: D. Francisco Cavero y Álvarez de Toledo, Teniente General de los Ejércitos Carlistas. Título Carlista. Reconocido como título del Reino en 22 de mayo de 1953.
TITULAR: D. José Antonio Cavero Echevarría.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 18.03.1960.

Vizconde de Torre Hidalgo
FECHA CONCESIÓN: 1836.
MONARCA: S.M.C. Carlos V.
CONCESIONARIO: D. Tomás Muñoz de San Pedro Montenegro. Título carlista, reconocido como Título del Reino, en 21 de julio de 1951.
TITULAR: D.ª Blanca Muñoz de San Pedro y Flores de Lizaur.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 02.03.1951

Marqués de Valle del Turia
FECHA CONCESIÓN: 27.02.1876.
MONARCA: S.M.C. Carlos VII.
CONCESIONARIO: D. Fernando Belda y de Eguía, como Título del Reino. Título Carlista. Primitiva concesión por Carlos VII a D. José Belda y Balart con la denominación de Marqués del Turia en 27 de febrero de 1876. Reconocido como Título del Reino en 4 de mayo de 1960.
TITULAR: D. José María Belda González-Madroño.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 24.10.1974.

Duque de Victoria de las Amezcoas, Grande de España
FECHA CONCESIÓN: 24.05.1836.
MONARCA: S.M.C. Carlos V.
GRANDEZA: Grande de España.
FECHA GRANDEZA: 24.05.1836.
CONCESIONARIO: D. Tomás de Zumalacárregui, Capitán General del Ejército Carlista. Reconocido como Título del Reino con la denominación actual en 20 de julio de 1954.
TITULAR: D. Francisco Javier Oraa y Moyúa.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 12.07.1984.

Conde de Villarreal, Grande de España
FECHA CONCESIÓN: 30.12.1838.
MONARCA: S.M.C. Carlos V.
GRANDEZA: Grande de España.
FECHA GRANDEZA: 17.02.1876.
CONCESIONARIO: D. Bruno Martínez de Villarreal, Teniente General del Ejército Carlista. Reconocido como Título del Reino en 4 de mayo de 1960 y la G. de E. en 22 de junio de 1967.
TITULAR: D. José Antonio Martínez de Villarreal y Fernández-Hermosa.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 07.10.1960.

Conde de Zumalacárregui, Grande de España
FECHA CONCESIÓN: 24.05.1836.
MONARCA: S.M.C. Carlos V.
GRANDEZA: Grande de España.
FECHA GRANDEZA: 20.07.1954.
CONCESIONARIO: D. Tomás Zumalacárregui e Imaz, Coronel del Ejército Carlista. Reconocido como Título del Reino en 20 de julio de 1954.
TITULAR: D. Tomás de Zumalacárregui y Martín de Córdoba.
FECHA ÚLT. SUCESIÓN: 04.07.1958.

viernes, 29 de agosto de 2008

Sobre la castidad en el noviazgo

V/. Sancta María, Mater puríssima, Mater pulchrae dilectiónis.
R/. Ora pro nobis.V/. Santa María, Madre purísima, Madre del amor hermoso.
R/. Ruega por nosotros.

«Sobre la castidad en el noviazgo». Resumen.

La Iglesia enseña que «la lujuria es un deseo o un goce desordenados del placer venéreo. El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de unión» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2351). Y esto vige también aun cuando no se llegara ni se tuviera intención de llegar a la masturbación o a las relaciones sexuales completas, porque cualquier placer genital directamente procurado o consentido, no ordenado al legítimo acto conyugal, constituye objetivamente un pecado mortal: en este caso, no existe parvedad de materia.

Ante la perspectiva concreta, real, y relativamente próxima, de matrimonio (aunque no exista la certeza plena de que se llegará a contraerlo) cabe hablar de una nueva situación de noviazgo, en la que el compromiso tiene garantías objetivas y externas de estabilidad, como son la edad, la situación profesional, la maduración del conocimiento recíproco, etc. En estas circunstancias, pueden ser moralmente rectas ciertas demostraciones afectivas del amor mutuo, delicadas y limpias, que no encierran ni siquiera implícitamente una intención torcida, y que en todo caso se han de cortar enérgicamente si llegaran a representar una tentación contra la pureza, en los dos o en uno sólo.

En este sentido, hay que tener en cuenta también que hay acciones que pueden producir, con mayor o menor probabilidad (algunas con práctica seguridad) un ejercicio incoado o incluso completo de la facultad generadora. Cuando se realizan esas acciones sin pretender el desorden sexual probable o seguro, sino buscando otra finalidad, se dice que ese desorden o lujuria objetiva es querida sólo indirectamente.

En estos casos, el criterio moral general es muy claro:

[1] es lícito realizar esas acciones si

[1.a] hay causa o motivo proporcionado y
[1.b] se ponen los medios para no consentir en el desorden una vez producido;

[2] son, en cambio, pecado, si no existe ese motivo proporcionado.

Algunos moralistas seguros afirman que:

[2.a] en el trato entre novios (supuesta una intención no lujuriosa), sería pecado venial una manifestación de cariño (razonable, pero no necesaria) que produjese un desorden incompleto, si éste es positivamente rechazado; pero
[2.b] en el trato entre novios (supuesta una intención no lujuriosa), sería pecado mortal continuar esa misma acción si incumbiese el peligro próximo de que el desorden se hiciese completo [cf. A. Lanza–P. Palazzini, Theologia Moralis, Appendix de castitate et luxuria, p. 219, n. 3,b)].

***

«Sobre la castidad en el noviazgo». Documento completo.
En muchos ambientes, por desgracia, existe una cierta confusión acerca de los criterios morales en las relaciones afectivas entre novios, y no sólo por parte de los mismos interesados, sino también en los padres y educadores. La fuerte presión de un ambiente paganizado hace que incluso personas que han recibido una recta formación doctrinal, lleguen a pensar –quizá no del todo conscientemente– que las normas morales sobre el modo de comportarse en el noviazgo “ya no son tan exigentes como antes”, o que hay que ser condescendientes con ciertas prácticas bastante generalizadas, que no son conformes a la ley de Dios.

Para ayudar a las personas que se encuentran en esta situación a formarse una recta conciencia, que les lleve a santificarse en el noviazgo, preparándose con delicadeza y sentido de responsabilidad a crear un hogar limpio, hay que recordar primero que la vocación cristiana exige a todos santidad: no hay cristianos de segunda categoría; en el noviazgo un cristiano coherente también ha de buscar la santidad, adecuar su comportamiento a la ley de Dios, sin cesiones de ningún tipo.

Sólo quienes se deciden a vivir castamente el noviazgo –luchando reciamente contra las tentaciones y sin hacer equilibrios en la frontera del pecado–, ponen las bases de generosidad necesarias para poder construir después un matrimonio feliz y santo.

Por eso, las muestras de confianza o de afecto entre personas no casadas de distinto sexo no pueden depender exclusivamente de los sentimientos, sino también de la relación objetiva que exista entre ellos. Así como hay unas expresiones propias del amor entre esposos, y otras que son adecuadas entre hermanos y hermanas, así también son distintas las que resultan del simple conocimiento, o de la amistad personal, o del compromiso de contraer matrimonio.

La Iglesia enseña que «la lujuria es un deseo o un goce desordenados del placer venéreo. El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de unión» [1].

Y esto vige también aun cuando no se llegara ni se tuviera intención de llegar a la masturbación o a las relaciones sexuales completas, porque cualquier placer genital directamente procurado o consentido, no ordenado al legítimo acto conyugal, constituye objetivamente un pecado mortal: en este caso, no existe parvedad de materia.

[a]
 En efecto, «es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento» [2].

[b] «La materia grave es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de Jesús al joven rico: ‘No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre’ (Mc 10,19)» [3].

[c] «La Tradición de la Iglesia ha entendido el sexto mandamiento como referido a la globalidad de la sexualidad humana» [4]. «San Juan distingue tres especies de codicia o concupiscencia: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida (cf. 1 Jn 2,16). Siguiendo la tradición catequética católica, elnoveno mandamiento prohíbe la concupiscencia de la carne; el décimo prohíbe la codicia del bien ajeno» [5].

Juan Pablo II señalaba en un discurso a los jóvenes:

«Para la preparación al matrimonio, es esencial vuestra vocación a la castidad. [...] El honesto “lenguaje” sexual exige un compromiso de fidelidad que dure toda la vida. Entregar vuestro cuerpo a otra persona significa entregaros vosotros mismos a esa persona. Ahora bien, si aún no estáis casados, admitís que existe la posibilidad de cambiar de idea en el futuro. La donación total, en consecuencia, estaría ausente. Sin el vínculo del matrimonio, las relaciones sexuales son mentirosas, y, para los cristianos, matrimonio significa matrimonio sacramental» [6].

Por tanto, «los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad» [7].

Dentro de este marco moral, que es siempre válido, también hay que tener en cuenta que el proceso afectivo entre los novios, por su misma naturaleza, madura y se afianza gradualmente a lo largo del tiempo, en diversas fases más o menos formalmente diferenciadas.

Castidad al inicio del noviazgo
Al inicio de su relación, el trato entre esas dos personas es más parecido a la simple amistad; por tanto, en ese periodo, las expresiones de confianza o de simpatía mutua que resultan adecuadas se miden con los cánones propios de la amistad en general.

Castidad cuando se formaliza el noviazgo
Hay personas que consideran que cuando se formaliza el noviazgo se afirma ya una seria intención de contraer matrimonio, y eso autorizaría a tener expansiones afectivas más íntimas que las propias de una sólida amistad. Aseguran que esas muestras de cariño surgen y manifiestan el amor que se profesan y que no les suponen un peligro directo contra la castidad. A esto hay que responder que, aunque fuera verdad que esas manifestaciones no constituyan ocasión próxima de pecado –cosa que muchas veces no es así–, permitírselas constituye, por lo menos, una imprudencia seria, pues con ese comportamiento se habitúan a un régimen de intimidad que les expone a tentaciones graves y que, en sí mismo, empaña la limpieza de sus relaciones y lleva muchas veces a un oscurecimiento de la conciencia.

Desaconsejar vivamente este tipo de trato no supone pensar mal, ni ver malicia donde no la hay; es, por el contrario, advertir con prudencia –con realismo– el peligro de ofender a Dios y de que la concupiscencia, alimentada por esa intimidad impropia, llegue a presidir las relaciones recíprocas, determinándolas reductivamente por la atracción sexual, lo cual no les une sino que les separa [8]. Comportándose de este modo, llegarían a verse el uno al otro, progresivamente, más como un objeto que satisface el propio deseo que como una persona a la que el amor inclina a darse [9].

También por este motivo, la prudencia cristiana ha aconsejado siempre que la duración del compromiso antes del matrimonio sea relativamente breve. Esto no significa que no deba haber un profundo conocimiento mutuo, sino que para alcanzar ese conocimiento es suficiente una fase más o menos larga de trato y de amistad, previa al establecimiento del compromiso.

Castidad cuando el compromiso de noviazgo tiene garantías objetivas y externas de estabilidad
Ante la perspectiva concreta, real, y relativamente próxima, de matrimonio –aunque no exista la certeza plena de que se llegará a contraerlo– cabe hablar de una nueva situación en la que el compromiso tiene garantías objetivas y externas de estabilidad, como son la edad, la situación profesional, la maduración del conocimiento recíproco, etc.

En estas circunstancias (en las que el compromiso del noviazgo tiene garantías objetivas y externas de estabilidad), pueden ser moralmente rectas ciertas demostraciones afectivas del amor mutuo, delicadas y limpias, que no encierran ni siquiera implícitamente una intención torcida, y que en todo caso se han de cortar enérgicamente si llegaran a representar una tentación contra la pureza, en los dos o en uno sólo.
En este sentido, hay que tener en cuenta también que hay acciones que pueden producir, con mayor o menor probabilidad (algunas con práctica seguridad) un ejercicio incoado o incluso completo de la facultad generadora. Cuando se realizan esas acciones sin pretender el desorden sexual probable o seguro, sino buscando otra finalidad, se dice que ese desorden o lujuria objetiva es querida sólo indirectamente.

En estos casos, el criterio moral general es muy claro:

[a] 
es lícito realizar esas acciones
[a.1.] si hay causa o motivo proporcionado y
[a.2.] se ponen los medios para no consentir en el desorden una vez producido;

[b] son, en cambio, pecado,
[b.1.] si no existe ese motivo proporcionado.

Estas expresiones de cariño no son “en parte iguales y en parte diversas” a las propias de los cónyuges, sino esencialmente diversas, como es diverso su compromiso del pacto matrimonial, y que por tanto han de estar presididas por el peculiar respeto recíproco que se deben dos personas que aún no se pertenecen.

Algunos moralistas seguros afirman que en el trato entre novios (supuesta una intención no lujuriosa):

[a] sería pecado venial una manifestación de cariño (razonable, pero no necesaria) que produjese un desorden incompleto, si éste es positivamente rechazado; pero

[b] sería pecado mortal continuar esa misma acción si incumbiese el peligro próximo de que el desorden se hiciese completo [10].

No es necesario descender a una casuística más detallada, pero sí recordar que no tendría sentido buscar “escapatorias”, para justificar más o menos ocultamente la propia concupiscencia. Además, en materia de castidad, quien no lucha, con humildad y fortaleza, por evitar aun lo más leve, fácilmente acaba por caer en pecados graves o, por lo menos, se sitúa en un estado de tibieza espiritual.

Al tratar estas cuestiones, es preciso recordar que las normas morales no suponen barreras para el auténtico amor humano, sino que indican las expresiones que debe tener en cada momento, si es verdadero amor. De este modo, exaltan su nobleza y su dignidad, queridas por Dios; lo radican en el don de sí, preservándolo del egoísmo; lo transforman, ya antes del matrimonio, en instrumento de santificación; y sientan el fundamento de su estabilidad y fecundidad futuras.

Como recordaba el Papa Juan Pablo II a los jóvenes:

«La castidad –que significa respetar la dignidad de los demás, porque nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo (cf. 1 Cor 4,19)– os lleva a crecer en el amor hacia los demás y hacia Dios. Os prepara a realizar la “mutua donación” que está en la base del matrimonio cristiano. Y –cosa aún más importante– os enseña a aprender a amar como Cristo ama, dando su vida por los demás (cf. Jn 15,13).

No os dejéis engañar por las palabras vacías de quienes ponen en ridículo la castidad o vuestra capacidad de autocontrol. La fuerza de vuestro futuro amor conyugal depende de la fuerza de vuestro empeño por aprender el verdadero amor, una castidad que comporta el abstenerse de toda relación sexual fuera del matrimonio» [11].

Quienes se ocupan de la atención y formación de los jóvenes han de tener criterios muy claros; no sería suficiente, por ejemplo, hacer las advertencias oportunas cuando se observa que pasan ya alguna dificultad: es preciso adelantarse y prevenir los obstáculos que pueden encontrar, para salir al paso enseguida y poner los remedios a tiempo. En la dirección espiritual, hay que exigir con firmeza, facilitando la sinceridad con preguntas oportunas y delicadas, para que todos vivan el noviazgo con una gran rectitud moral, buscando seriamente la santidad. Con frecuencia, será preciso recordar que para vivir limpiamente esa situación es necesaria una sólida vida interior –que se alcanza con recurso asiduo a los Sacramentos y las demás prácticas de piedad cristiana–, la petición humilde al Señor y a la Virgen de la pureza de conducta, y una plena sinceridad en la dirección espiritual personal.

Los novios, además de ser conscientes de que Dios les pide que santifiquen el noviazgo, han de considerar también su deber de ser ejemplares ante su novia, ante sus padres, parientes y conocidos.

No se puede admitir en ellos un comportamiento frívolo o ligero: en este punto también sólo cabe ejecutar algo o a desistir cuanto antes de llevarlo a cabo. Pues por el mismo hecho de ser cristianos, estamos obligados a rechazar decididamente toda conducta que pudiera menoscabar –aun mínimamente– lo que es propio de un hijo de Dios; así, por ejemplo, hay que evitar situaciones que, aunque en algunos sitios puedan estar muy generalizadas, no son compatibles con la moral cristiana: ciertas muestras de afecto, frecuentar algunos ambientes, viajar novios juntos, modos de vestir poco decentes, etc.

También hay que insistir a los padres en la importancia de su papel en la formación de sus hijos, para que les ayuden en aquellas virtudes que más contribuirán a que se mantengan fuertes y limpios durante el noviazgo. Entre otras, han de educarles en el pudor y en la modestia, que se adquieren –en primer lugar– con el buen ejemplo que les den en sus hogares, y que les permitirán evitar conductas que desdicen de un hijo de Dios.

Notas
[1] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2351.
[2] Juan Pablo II, Exhort. apost. Reconciliatio et paenitentia, 17; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1857.
[3] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1858.
[4] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2336.
[5] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2514.
[6] Juan Pablo II, Discurso [InglésItaliano], 6-II-1993, n. 5.
[7] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2350.
[8] Cf. Juan Pablo II, Discurso [Italiano], 24-IX-1980, n. 5.
[9] Cf. Juan Pablo II, Discurso, 23-VII-1980, n. 3.
[10] Cf. A. Lanza-P. Palazzini, Theologia Moralis, Appendix de castitate et luxuria, p. 219, n. 3,b).
[11] Juan Pablo II, Discurso, 6-II-1993, n. 5. Vid. también Exhort. apost. Familiaris consortio, n. 11.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Dos artículos de Julián Marías

«Quejas litúrgicas de un consumidor».
Autor
: Julián Marías. Fuente: ABC, 23 de julio de 1998.

Adelantaré que no tengo ninguna autoridad, pero he comunicado mi descontento a muchos sacerdotes, bastantes obispos y algunos cardenales, y casi todos me han dado la razón; pero no veo que se hayan corregido mis motivos de inquietud por quienes podrían hacerlo.

Siempre he tenido la impresión de que la religión cristiana ha estado acompañada por lo que llamo «adherencias histórico-sociales» que no pertenecen a su núcleo religioso. Los misioneros han tratado con frecuencia de convertir a personas de otros pueblos, no sólo a la fe cristiana, sino a ciertos usos procedentes del origen navarro, escocés, bávaro o provenzal de sus familias. Esto explica el afán de que se vistan los habitantes del África negra, por ejemplo.

Pues bien, encuentro un peso excesivo del Antiguo Testamento en la actual liturgia de la Misa. Es una obra admirable y venerable que representa la primera fase de la revelación, pero procedente de múltiples autores, de diversas épocas y varios géneros literarios, que no se pueden confundir. Está lleno de tales adherencias del pueblo de Israel. Algunos textos son de valor religioso inmarcesible; otros, fuera de contexto, son peligrosos e inquietantes. El exterminio de los primogénitos egipcios o la complacencia en pasar a cuchillo a ciertos habitantes de un pueblo pueden resultar perturbadores. El llamado «salmo responsorial», con sus repeticiones, puede degenerar en una cantinela rutinaria.

Otro aspecto discutible es la lectura habitual de la epístola, encomendada a alguno de los fieles. San Pablo, sobre todo, es de notable concisión y densidad intelectual; si no se lo lee muy bien, con las pausas necesarias, no se entiende nada; me gustaría saber cuánto retienen los oyentes de la lectura usual. Las traducciones de los textos de la Misa son con frecuencia problemáticas. Se solía decir: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad». Era la traducción literal y fiel del latín (pax hominibus bonae voluntatis), muy próxima al griego, en que se habla de eudokía. Ahora se oye: «Paz a los hombres que ama el Señor». ¿De dónde sale? Sospecho que del francés, fuente no demasiado autorizada, como revela su mala sintaxis; en español habría que decir «a quienes ama el Señor». Pero esto es también inaceptable: ¿es que no los ama a todos? En la iglesia oigo con frecuencia decir: «Los hombres que aman al Señor»; esto no se justifica, pero es una reacción del buen sentido de los fieles.

Más grave es la traducción impuesta del texto Domine, non sum dignus ut intres sub tectum meum, sed tantum dic verbo et sanabitur anima mea. Se oye ahora: «Una palabra tuya bastará para sanarme». No es eso: se convierte un imperativo –la súplica del centurión– «di una sola palabra» en un enunciado. ¿Por qué? ¿De dónde ha salido tal dislate? Personalmente lo digo en latín.

Y llegamos al Padrenuestro, alterado hace unos años. Es una oración de tal concisión y perfección, que me parece un fuerte argumento en favor de la divinidad de Cristo, que lo enseñó. El pretexto del cambio ha sido la «unificación» con el uso de Hispanoamérica. Me permito dudarlo: en muchos países se rezaba igual que en España, y se anunció que se iba a cambiar en lo sucesivo. Dado que los españoles enseñaron la oración a los habitantes del Nuevo Mundo, algún valor tiene ese uso; pero además las modificaciones alteran lo que era versión literal del latín y casi literal del único texto originario, el griego, salvo el problemático epioúsion referido al pan. Yo sigo rezando el Padrenuestro en latín o more antiquo.

Un aspecto delicado es el uso de la lengua. La oficial de la Iglesia había sido el griego, y desde hace muchos siglos el latín. En la Misa quedan restos del hebreo (hosannaamén) pero han desaparecido los del griego, los kyries, sin que se vea motivo suficiente. La traducción de la Misa a las lenguas vivas está plenamente justificada, pero no la casi absoluta eliminación de las Misas en latín. Esta lengua era la «patria común» de los católicos, y se la podía encontrar en cualquier país. Recuerdo una Misa en Nagasaki en que el único no japonés era yo. Y no pude entender una sola palabra. Creo que se deberían conservar algunas Misas latinas, al menos ciertas porciones de ellas, que se omiten en cualquier lengua. ¿Cuántas veces se oye el Canon romano, admirable teológica y literariamente?

Y la justificada traducción a las lenguas vivas podría matizarse. Las hay absolutamente lejos del latín; pero hay lenguas románicas muy próximas; había innumerables fieles que no sabían latín para leer a Horacio, Virgilio o Tácito, pero que seguían muy bien el texto de la Misa, ayudados por una traducción paralela. ¿No se ha perdido algo?

Y, ¿de qué lenguas se trata? En muchos lugares conviven varias: tal vez una lengua común a una nación entera y otras particulares de algunas regiones. Los criterios religiosos interfieren en ocasiones con «adherencias» o preferencias políticas que no deberían imponerse.

Otra cuestión espinosa es la música. Confieso mi preferencia por las Misas en que no se la oye ni se canta. En España, los fieles suelen cantar mal; pero en eso soy tolerante, porque yo lo hacía peor. Lo que no soporto es que en una Iglesia que cuenta con el gregoriano y con la espléndida música del Renacimiento y el Barroco se escuchen canciones ridículas con una música ratonil.

Y una palabra más sobre la predicación. Aquí hay todas las variedades posibles, desde la casi total perfección hasta lo indeseable. Lo decisivo es que sea «religiosa»; que se hable de religión y no de otras cosas, aunque sean interesantes. La interpretación de las lecturas litúrgicas es exigible, y a veces se soslaya para hablar de otras cosas. Hay cuestiones capitales y que afectan a la vida religiosa y moral, que casi siempre se evitan, lo que lleva a una pavorosa incultura y a una desorientación moral que puede ser gravísima. Parece «mala educación» recordar que existe el pecado, que ciertas conductas lo son, que hay responsabilidad y riesgo de castigo. En los funerales suele darse por supuesto que el difunto era un santo y está sin duda en el cielo.

Hay algunos sacerdotes que tienen una incontenible propensión a hablar durante la celebración de la Misa. Anuncian lo que van a decir –en vez de decirlo sin más–; comentan lo que han dicho, diluyendo su efecto; añaden, fuera de la homilía, consideraciones que pueden ser discretas pero son superfluas. Al mismo tiempo, se echa de menos la lectura de textos litúrgicos que pueden ser inapreciables.

La omisión de tres palabras en la petición de que Dios nos libre de todos los males –se añadía: «Pasados, presentes y futuros»– me parece una pérdida innecesaria. Era consolador pedir a Dios que nos libre de los males pasados; ni Dios mismo puede hacer que no hayan pasado; pero sí que sean males.

Espero que se perdone mi irreverencia, acaso mi impertinencia; pero es lícito aspirar a la perfección en la medida de lo posible.

«Más allá de la liturgia»
Autor
: Julián Marías. Fuente: ABC, 13 de agosto de 1998.

Mi reciente artículo «Quejas litúrgicas de un consumidor», tan modesto, con tan escasa autoridad como absoluta sinceridad, me ha proporcionado una sorpresa que tengo que calificar de agradecida. He recibido, de palabra y por escrito, tantos testimonios de interés, comprensión y abrumadora aprobación, que me impiden responder personalmente, como era mi intención. Pido aquí que se disculpe lo que podría parecer indiferencia o descortesía.

Lo más interesante es que ese mínimo artículo ha despertado una atención que se hubiera creído inverosímil. ¿Resultará que la religión importa más de lo que parece, más de lo que dicen algunos de los que más se expresan, más de lo que ellos y otros quisieran?

Añádase a esto que no se trataba del fondo de graves cuestiones –que he tratado ciertamente en libros y cursos–, sino de menudos detalles de la liturgia, de maneras frecuentes de celebrar los actos religiosos. Por lo visto, hay una aguda sensibilidad para el decoro literario o musical, para la fidelidad de la expresión, para la dignidad que debe acompañar a lo religioso.

El descuido, la imprecisión, las modas injustificadas –acabo de comprobarlo– inquietan o irritan a muchas personas, que oscilan entre la sencillez y la más profunda cultura. Siempre he creído que la religión, al menos la cristiana, es para todos, no para filósofos, teólogos o poetas, y que a todos ellos hay que tener en cuenta, sin espantar con pedantería a los más sencillos, sin ahuyentar con vulgaridad a los capaces de desear y apreciar lo mejor.

Todavía tengo que decir algo más. En los últimos días he oído algunas Misas irreprochables, llenas de acierto, dignidad y esmero –porque no se les puede reprochar que sigan algunos usos «establecidos» y que de momento no están en las manos del oficiante–. Incluso en algún caso he podido escuchar algunos de los textos litúrgicos admirables que no oía desde hace bastantes años.

La liturgia tiene mucha importancia. Solía decir cuando era muy joven –hace demasiado tiempo– que era «el espíritu en conserva». Por medio de ella penetra el sentido de la religión en las mentes y en las almas –«alma, palabra gastada», decía Manuel Machado–; llena de problemas pero preciosa y que no se puede arrinconar.

A veces, las expresiones que se usan son inquietantes y peligrosas. En ocasiones proceden de un afán de innovación; la vida humana lo es, qué duda cabe; pero hay que ver en qué consiste. Lo que dura largo tiempo –bien lo sabía Aristóteles– tiene mucho en su favor. Expresiones tradicionales, que se han oído y dicho durante siglos, que se identifican con sus contenidos en lo que se llama memoria histórica, que han adquirido una pátina y un aroma semejante al de un viejo vino, dicen mucho y no hay por qué cambiarlas. Una dosis de arcaísmo no estorba; por lo visto, a aquéllos que conservan el arcaísmo en el pensamiento, que no se enteran de los prodigiosos avances que en nuestro tiempo se han alcanzado, precisamente para comprender el cristianismo.

En el Credo, por fortuna se ha vuelto al singular: «Creo en Dios Padre» y todo lo que sigue, frente al plural que estuvo de moda unos cuantos años. No se trata de una «creencia social», sino de un acto de fe personal. Pero se dice de Cristo, del Hijo, «de la misma naturaleza que el Padre», lo que en otros tiempos habría parecido herejía, ya que se distinguen dos naturalezas, divina y humana. El griego es homooúsios, el latín consubstantialem Patri. ¿No se puede entender «consustancial» o «de la misma sustancia»? En fin, doctores tiene la Iglesia, y en la práctica no es grave.

Más me perturba que el comienzo del evangelio de San Juan (En arkhè ên ho Lógos, en latín In principio erat Verbum) se traduzca con frecuencia «En el principio era la Palabra». Ciertamente lógos significa palabra; pero entre otras muchas cosas, entre ellas nada menos que razón. La palabra «verbo» estaba cargada de lo que podríamos llamar una aureola semántica que permitía entender. Cuesta trabajo –y es arbitrario– identificar a Cristo con la voz «palabra».

¿Y la Encarnación? Verbum caro factum est et habitabit in nobis (muy cerca del griego originario de que disponemos cuando no intentamos inventar). Se oye muchas veces: «La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros». Además de la «palabra», «acampó». ¿Es así? Jesús nació en Belén, recorrió diversos lugares, incluso fue llevado a Egipto, residió más de tres decenios en casas, caminos, ciudades, con familia, amigos, discípulos. ¿Es eso lo que se entiende por «acampar»? Es una vida entera, aunque breve, en el mundo, entre nosotros. Con prodigioso acierto antropológico, el texto antepone el «hacerse carne» –lo que yo llamo la instalación corpórea– al habitar en el mundo –la instalación mundana–. Uno de los argumentos más fuertes a favor de la revelación, de la inspiración divina de estos textos es su perfección, más asombrosa cuanto más de cerca se los mira.

No es buena la situación de la religión cristiana en el mundo actual –no lo ha sido en casi ninguno de los pasados–. Ahora despierta una densa hostilidad organizada –es lo propio de la época– en amplias fracciones de la sociedad, especialmente entre los que tienen eficaces medios de comunicación. Parece aconsejable no colaborar con ellos «desde dentro».

Estoy persuadido de que el pensamiento filosófico de nuestro siglo –quiero decir el que merece llamarse pensamiento y no es una supervivencia, diríamos una «superstición»– es el mejor instrumento intelectual para entender el Cristianismo. He dicho que si algo podría llamarse «filosofía cristiana» sería acaso la del siglo XXI, más que la del XIII.

Pero hay algo más elemental y más eficaz, porque afecta a todos, y es la manera sencilla, inmediata de presentar la religión y vivirla. Nada justifica que esto no se haga «lo mejor posible». ¿Es mucho pedir? Si se hiciera, confío en que al cabo de algún tiempo se tomara la religión con respeto, con estimación, se avanzara en ella hasta sus profundidades, que la mayoría de nuestros contemporáneos ni sospechan.

Cristo no habló para teólogos, filósofos o científicos; y, por supuesto, no para pedantes que saben «dos onzas», como dice Cervantes, de alguna lengua, o de física, o de paleontología. El sermón de la Montaña fue pronunciado ante hombres y mujeres sencillos, en su mayoría analfabetos, y estoy seguro de que lo entendieron muy bien.

Me atrevo a imaginar que se caiga en la cuenta de estas cosas, tan elementales que casi da vergüenza decirlas, y se vuelva a tener familiaridad con lo que hasta hace poco llegaba a la mente de cualquier niño de una escuela europea o americana, y que de paso le proporcionaba una visión del mundo que se echa de menos en los universitarios, sin excluir a muchos de los profesores.

domingo, 24 de agosto de 2008

Curro Jiménez murió carlista


CURRO JIMÉNEZ, DEL MITO TELEVISIVO AL PERSONAJE HISTÓRICO

La popular serie televisiva que dio la fama a Sancho Gracia como protagonista de la misma –“Curro Jiménez”- ocultó, y podemos decir que confundió, la auténtica identidad histórica de Curro Jiménez. Episodios que lo situaban en la Guerra de la Independencia constituyen un anacronismo inocente que podemos atribuir perfectamente a la licencia literaria de los creadores de la serie y de los guiones. Pero el hecho de silenciar que el verdadero Curro Jiménez terminó sus días como partidario carlista es, sencillamente, una maniobra más de ocultación mediática del carlismo, algo intencionado que podemos achacar a la época en que se rodó esta teleserie tan popular; recordemos que la serie fue emitida por RTVE desde 1976 a 1978, años de incertidumbre para el sistema que se estaba instalando. No hubiera sido bien visto por los magnates y los "arquitectos" de la Transición que uno de los personajes más simpáticos de la pequeña pantalla hubiera sido carlista. Por eso se ha ocultado.

La verdadera historia de Curro Jiménez nos la cuenta F. Hernández Girbal en su tomo primero de “Bandidos célebres españoles. En la historia y en la leyenda”, del que nos hemos servido para trazar este perfil del famoso bandolero ateniéndonos a la historia y no a los guiones televisivos, muy libres y poco fidedignos en cuanto a datos históricos. Curro Jiménez era barquero en Cantillana. Según Girbal nació Curro en 1820 en Cantillana (reino de Sevilla). Corriendo el año 1835 vive allí Antonio Jiménez que trabaja como barquero –oficio que asignaba el Ayuntamiento-, con el dinero que ganaba mantenía Antonio a su mujer, Manuela Ledesma, y a su hijo único, Francisco. Curro ayuda a su padre en los trajines de la barca, pasando pasajeros, mercancías y cereales a la otra orilla del Guadalquivir.

Cierta noche se declaró en Cantillana un incendio. La vecindad acude a los habitantes de la casa incendiada y el joven Curro se destaca por salvar a unos niños que gritan dentro. A partir de ese día, crece su fama de valiente y esforzado. Su padre cae enfermo y no puede atender la barca, así que Curro lo sustituye y empuña los remos. En la convalecencia paterna, Curro se convierte en el Barquero de Cantillana, por indisposición de su padre; pero el alcalde de su pueblo no le tiene especial simpatía, todo lo contrario: le tiene ojeriza a la familia Jiménez. Haciendo uso de su autoridad, el alcalde aparta a Curro de su puesto de barquero, y le da los remos a otro vecino, protegido del tiranuelo caciquil. En principio todo se hace con el pretexto de esperar la mejoría del padre de Curro. Condenado a la miseria Curro tiene que trabajar en las más viles ocupaciones; el hijo del alcalde y los primos del mismo encuentran eso divertido y se burlan del muchacho.

Muerto el padre y una vez enterrado cristianamente, Curro va a la barca y le pide los remos al sustituto nombrado por el alcalde. El hombre se niega a ello aduciendo que, sin mediar orden de la autoridad municipal, no puede cederle el puesto. Curro va al Ayuntamiento, y allí el alcalde le comunica que le han rescindido el contrato a su padre por falta de cumplimiento, perdiendo el depósito. Curro se queja ante esta injusticia. El corrupto tirano municipal lo desoye. Curro se enciende en cólera ante la injusticia y amenaza con tomársela por su mano. El alcalde, para aplacarlo, le invita a esperar a la subasta del puesto. Cuando es llegada la subasta, el alcalde se ha preocupado de elevar el arrendamiento de la barca hasta una cantidad que no puede permitirse desembolsar el pobre Curro. Habiéndosele negado la fuente de su manutención, Curro pide trabajo en el pueblo; pero la alimaña municipal del alcalde ha dado la consigna a sus partidarios para que nadie le de un empleo. Curro tiene que buscarse el pan fuera de Cantillana y encuentra empleo en Bollullos.

Se lo han puesto difícil el ganarse la vida en su pueblo. Pero, peor será cuando se enamore de María, hija del teniente alcalde. Ronda Curro la casa de María, pero la felicidad no le dura al pobre. En una de las diarias visitas nocturnas que suele hacer a María, para hablar con ella por la ventana, el hijo del alcalde y sus primos aparecen por la calle. Los señoritos vienen borrachos y provistos de navajas y garrotes. Al verlo, pretenden darle una tunda a Curro. Pero éste no se va a dejar. Curro se defiende con la navaja, pero cae al suelo y, dada la superioridad numérica de sus enemigos, es apaleado por estos. Muy malherido es conducido a su casa. Cuando se abre la investigación, el alcalde manipula las declaraciones y se le hace culpable al apaleado.

Cuando Curro se restablece de aquella paliza, regresa a Bollullos, pero ha perdido el puesto de trabajo. Estrechado por la pobreza toma la resolución de tomarse la justicia por su mano. Fríamente lo prepara todo: da dinero a su madre, encarga a la amiga de su madre que la cuide y prepara su venganza. Sabe que, después de lo que piensa hacer, no podrá volver a ser considerado un vecino más de Cantillana, sino un forajido. Las injusticias de la oligarquía local han forjado un bandolero.

Una mañana de domingo Curro va a la casa del alcalde. Curro entra en la casa de la autoridad civil, llega a su despacho, abre la navaja y le propina un tajo a la cara del cacique. Al abandonar la casa se topa con el hijo del alcalde y, sin mediar palabra, lo mata a navajazos. Desde ese día Curro Jiménez es un prófugo, un fuera de la ley que ha de echarse al monte.

Con el tiempo, Curro Jiménez y su cuadrilla se habían unido a los carlistas de la Sierra de Cazalla. Así esperaba Curro Jiménez que, si triunfaba la causa carlista, él y su banda pudieran reinsertarse en la sociedad sin ser molestados por sus delitos pasados. Una mañana del 2 de noviembre de 1849 el teniente Francisco Castillo, el sargento Francisco Lasso y cuatro guardias civiles más pertenecientes al tercio de Sanlúcar salieron del puesto de Cazalla, para peinar la sierra en busca y captura, vivo o muerto, del bandolero y faccioso carlista Curro Jiménez. El día en que se celebra la festividad de los Fieles Difuntos de 1849, Curro Jiménez es descubierto con los suyos en su guarida de la sierra y resulta abatido por la Guardia Civil. Curro, trabuco en mano y en la sierra, muere en la refriega. Sus restos mortales fueron inhumados en el cementerio de Posadas y Francisco Antonio Jiménez Ledesma, bandolero por la injusticia caciquil y carlista por la esperanza de redimirse, pasó a la leyenda.

Las aventuras de la sierra no nos interesan. A RTVE tampoco parece que le interesara decir que Curro Jiménez, el bandolero más famoso de toda la historia merced a la televisión, era carlista. No convenía decirlo, pues en aquellos tiempos se iniciaba el juancarlismo y la “modernización” de España. Pero a nosotros nos interesa llamar la atención sobre el cuadro de costumbres que ofrece Hernández Girbal. Esa es la Andalucía del siglo XIX, presa de los caciques pueblerinos y sumida en la injusticia; un cortijo para los sátrapas que, siendo el mismo perro van cambiando de collar (antier liberales, ayer republicanos y luego disfrazados de franquistas, hoy socialistas o pepinos...). Y esa corrupción recorre todos los niveles administrativos, desde la Junta hasta el municipio: hermanos, primos, amiguetes y demás cliéntulos se forran con el dinero de los andaluces, nos hacen pasar por sus ITV cobrándonos el diezmo, y luego, en el mejor de los casos, nos invitan a un pan con aceite, aprovechando que se conmemore cualquier evento "histórico" y "andaluz", más falso que una flor de plástico o más pernicioso que el andalucismo de Blas Infante.

Algunos interesados quieren hacernos creer que esas costumbres bárbaras, esos abusos caciquiles forman parte del pasado, pero a poco que uno indague en la actualidad menuda de nuestros municipios se constata que esos abusos están todavía hoy a la orden del día. ¿Cuántos alcaldes no hay hoy tal como ese corrupto que le negaba el pan a Curro Jiménez? ¿Cuántos alcaldes no hay que, sirviéndose de todas las triquiñuelas “legales”, niegan a sus vecinos más necesitados el empleo municipal, si estos no son clientela del muy poderoso PSOE, o en caso de mandar los otros, del PP e IU-PCE?

Así está Andalucía, como en el siglo de Curro Jiménez.

Lástima que no haya muchos Curro Jiménez. Pero en su defecto, haremos bien en hacer todo lo posible para que haya cada día más carlistas.

sábado, 16 de agosto de 2008

10 de agosto, una fecha para el recuerdo

EL tiempo pasa veloz. De nuevo tenemos ante nosotros otro 10 de agosto. Una fecha de tristes recuerdos para nosotros los jerezanos, pero necesaria su imperecedera memoria. Fue la fecha del martirio de nuestro paisano Antonio Molle Lazo, que como he recordado en anteriores ocasiones fue asesinado por milicianos del Frente Popular el 10 agosto de 1936 en el pueblo de Peñaflor por no querer hacer apostasía de su religión católica y sus firmes convencimientos cristianos. 

El momento actual para el mundo no es bueno. La economía después de unos años de bonanza desconocida se ha sumergido en un periodo de depresión desconocido por su magnitud. Este grave asunto para el bienestar de los ciudadanos es motivo de preocupación para los políticos, incapaces de controlar la situación. Pero ha paralizado en cierta medida los vientos de la venganza y el revanchismo que presiden al Gobierno actual. La historia continua inmutable. Pasarán los tiempos, las modas, las tendencias políticas, mas los cimientos sobre los cuales se edificó nuestra historia, la del mundo, permanecerán inmutables. Arrancar de las calles les los rótulos, derribar estatuas, deformar los hechos, no producen el éxito perseguido por los que los realizan. La historia necesita el beneficioso paso del tiempo la para que se analicen con objetividad los acontecimientos y obtengan conclusiones razonables. 

El diez de agosto, amén de otros, se conmemoran dos hechos notorios, con una cierta interconexión. El primero era el levantamiento fracasado (10.08.1932) del general José Sanjurjo, conocido como la Sanjurjada, premonitorio de la Guerra Civil Española (1936/1939) que terminó con la deportación al Sahara (Ifni) de los sublevados y el exilio voluntario (1934) del General a Portugal. No regresaría hasta que se produjo el segundo levantamiento el 17 de julio de 1936 para tratar de tomar el mando en el Gobierno provisional de Burgos, pero murió en un accidente de aviación, lo que dio un giro importantísimo a la historia, pues propició que otro general, Francisco Franco Bahamonde, asumiese esta responsabilidad que duró cuarenta años. José Sanjurjo (Pamplona 1872 -Portugal 1936) era huérfano de un coronel carlista. Ascendió por méritos de guerra hasta el generalato. Conoció y combatió en Cuba bajo las órdenes de don Miguel Primo de Rivera. Secundó su pronunciamiento colaborando estrechamente con el mismo en el Desembarco de Alhucemas, que acabó con insurrección de Abd­el- Krim consolidando el Protectorado Español en Marruecos. Fue director general de la Guardia Civil con el Gobierno de la II República con Azaña y en tal cargo estaba cuando el Rey Alfonso XIII dimitió y marchó voluntariamente al exilio. 

El segundo hecho a recordar el 10 de agosto es el asesinato con torturas y martirio de nuestro paisano Antonio Molle Lazo, cuyos restos mortales descansan en un mausoleo en la Basílica del Carmen en olor de santidad. Ante su sepulcro rezan aún muchos jerezanos que lo consideran santo. Nació el 2 de abril de 1915 en Arcos en el seno de una humilde familia. Su padre era representante del comercio. Cuando tenía cinco meses sus padres se trasladan a Jerez. Se educó primero en un parvulario y luego en el Colegio de la Salle. Era activo, trabajador, estudioso, sociable y con grandes convencimientos católicos heredados de sus padres. Practicaba y defendía con ahínco su religión católica que entrañaba entonces un grave riesgo. Fue encarcelado junto con su hermano por defender el Convento de Santo Domingo de su profanación. Junto a sus hermanos (tres) Carlos y Manolete, se incorporaron voluntarios al Tercio de Requetés de Ntra. Sra. de La Merced para combatir por sus ideales en la guerra civil de 1936. 

Su martirio ocurrió en Peñaflor el 10 de agosto de 1936. Estando en dicha población junto con otros (escasos) requetés defendiendo el Convento de las Hermanas de la Cruz, se quedaron sin municiones. Antonio fue prendido por los milicianos cerca de la estación, golpeado y maltratado ferozmente. El jefe de la estación fue testigo de excepción. Le intimidaron para que hiciese apostasía de su fe y para que gritase "! Muera España y viva Rusia!", a lo que respondía "! Viva España! ¡Viva Cristo Rey". Le cortaron las orejas, le vaciaron un ojo con un machete y el otro de un puñetazo. Le cortaron la nariz sin conseguir sus propósitos. 

Recientemente he estado en Melilla. Tuve la oportunidad de visitar el acuartelamiento donde está el Regimiento de Caballería Acorazado Alcántara N° 10, unos de los regimientos de mayor glorioso pasado de España. Fue creado el 19 de febrero de 1656 en Flandes y ha recibido distintos nombres hasta el actual. 

Visité los panteones de los héroes en el cementerio de Melilla. Era una soleada mañana del mes de junio. Reinaba el silencio en medio de la solemnidad de tanto español muerto heróica mente y tristemente olvidado. Sólo unas flores secas sobre un altar eran el exiguo tributo que la Historia les ofrecía. Docenas de la lápidas los recordaban. Sentí un respeto enorme por todos ellos. Me arrodillé y recé a Dios por sus almas y les prometí que mientras pudiese, su sangre derramada por la patria española permanecería caliente y su recuerdo fresco. 

Por eso asevero que el 10 de agosto es una fecha para recordar y reflexionar. España ha sido una nación importante en el concierto mundial, protagonista de un pasado glorioso al que le debemos nuestro presente. 

La Historia hay que conocerla, amarla y valorar sus protagonistas que no son otros que los hijos del pueblo español.

sábado, 9 de agosto de 2008

LXXII ANIVERSARIO DEL MARTIRIO DE ANTONIO MOLLE LAZO

El 10 de agosto se cumplen 72 años del glorioso martirio del Requeté del Tercio de Ntra. Sra. de la Merced, Antonio Molle Lazo. Era un joven de 21 años, natural de Arcos de la Frontera, aunque residente en Jerez de la Frontera. Fue educado por su familia y por los Hermanos de las Escuelas Cristianas en un ambiente de profunda piedad. Esa fe religiosa la tradujo en el campo social y político en su militancia carlista. Durante la República participó en acciones de defensa de conventos e iglesias amenazados.

Cuando estalló la guerra civil en España, Antonio Molle Lazo, con el tercio de requetés de Nuestra Señora de la Merced actuó en Jerez y otros pueblos de Sevilla. Veintitantos soldados defendían el 10 de agosto de 1936 la villa de Peñaflor. Ante la avalancha de milicianos hubieron de replegarse para defender el convento de las Hermanas de la Cruz. Antonio Molle cayó prisionero. Los milicianos le cortaron lentamente las dos orejas y clavaron gruesos clavos en sus ojos. Le machacaron ferozmente la nariz y dejaron su cuerpo cubierto de heridas espantosas. En medio de los tormetos él seguía gritando: ¡Viva Cristo Rey y viva España! Su cadáver fue recuperado a las veinticuatro horas, cuando el pueblo se reconquistó. Depositado en la iglesia cuando ya había sangrado el cuerpo toda su sangre generosa, fue la primera sorpresa el quedar en el templo una mancha fresca de ella. Los restos mortales fueron llevados después a Jerez y más tarde inhumados en la iglesia del Carmen de dicha ciudad, en la capilla de Cristo Rey.

En junio de 2007, el obispo de Jerez nombró al sacerdote D.José Francisco Guijarro, de la diócesis de Madrid, como Postulador de la Causa, como primer paso para conseguir su beatificación por martirio.

Se ruega comunicar gracias y favores obtenidos por mediación de Antonio Molle Lazo al correo electrónico de la postulación de su causa: postulacion.antonio.molle.lazo@gmail.com.


ORACIÓN

"¡Oh Jesús amabilísimo! que habéis dicho:
Áquel que me confesare en la tierra yo lo confesaré delante de mi Padre Celestial; glorificad, pues el alma bendita de Antonio, que no se avergonzó de confesar vuestro Santo Nombre en medio de los más atroces tormentos, y concedenos a nosotros, por sus méritos e intercesión, la gracia que ahora necesitamos. Os lo pedimos para la mayor honra y gloria de la Santísima Trinidad y extensión de vuestro reino aquí en la tierra. AMÉN."


Más información sobre Antonio Molle en http://www.requetes.com/merced.html

martes, 5 de agosto de 2008

Solzhenitsin in memoriam. Ni socialista, ni liberal: cristiano

Alexander Solzhenitsin
Triste reaparición la mía. Ayer murió Alexander Solzhenitsin(desconozco las normas de trascripción, en la prensa anglosajona aparece como Aleksandr Solzhenitsyn, me imagino que así será). Se me dan muy mal los obituarios. Y como en las próximas horas tendremos buenas semblanzas, comentarios literarios espléndidos y unas necrológicas que harán llorar, poco podré añadir.
Sin embargo no quería dejar pasar la oportunidad para comentar algunos aspectos que quizá no tengan el suficiente tratamiento informativo. Podremos leer sobre sus dos obras más conocidas:Archipiélago Gulag y Un día en la vida de Iván Denísovich. Obras sobre las que se pueden escribir incluso novelas —el primer manuscrito de Archipiélago Gulag se «perdió» en manos del KGB; su guardiana, la secretaria de Solzhenitsin, se «suicidó» después de ser torturada—. Pocos dirán (sobre todo en la prensa progre) que constituye la mejor denuncia del socialismo real. Su lectura es el antídoto ideal para cualquier tentación socialista. Una descripción perfecta de los métodos para conseguir la «igualdad»; concepción de la igualdad que sólo puede conseguirse cercenando la libertad. Por cierto, una concepción de la igualdad como la que tiene nuestro presidente; y unos métodos, que, aunque todavía no sangrientos, podemos reconocer en las 227 historias que dan lugar al libro. Os sentiréis identificados.
Pero la libertad de Solzhenitsin no es una deidad, es la libertad de los hijos de Dios. Creo —espero equivocarme— que no encontraremos muchas referencias a las críticas del ruso al liberalismo, tanto al político como al filosófico. Solzhenitsin no era un liberal, su amor por la libertad y la igualdad no es a la de Jean-François Revel. Su vivencia y lucha por la libertad le lleva a la conversión (en su juventud fue un modélico comunista, un «ateo científico»), a entender la igualdad como un medio, no como un fin; a entender la libertad también como un medio, no como un fin.
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lunes, 4 de agosto de 2008

Miguel de la Quadra-Salcedo, el último conquistador





Nuestro amigo el Embajador en el Infierno ( http://embajadorenelinfierno.blogspot.com ) nos ha recordado una entrevista al señor De la Quadra-Salcedo que hace tiempo leí en la revista " Alfa y Omega ". Si la memoria no me falla, de la publicación de esta entrevista hará como un año más o menos; y ahora, el amigo embajador, a través delanacion.es nos la hace recordar. Muy buena.



“Me ha alegrado mucho la vuelta de la misa en latín”



Gonzalo Altozano.-

Es de una generación de reporteros (Vicente Talón, Federico Volpini, Alberto Vázquez Figueroa…) peligrosamente vitalistas y con unos pasaportes que parecían álbumes de sellos. A De la Quadra Salcedo quisieron darle matarile en Biafra, donde lo confundieron con un mercenario, y pasó varios días en lo alto de un árbol huido de una tribu amazónica que quería merendárselo. Pero no ha sido ante la cercanía de la muerte cuando De la Quadra Salcedo ha sentido con más fuerza la presencia de Dios , sino cada mañana cuando se levanta de la cama y piensa: “¡Pero si vivo!”.


-Dice que no le gusta definirse, que cuando sea mayor, verá qué quiere ser. Mientras llega el día, ¿será conoce católico practicante?

-Católico, sí, desde niño, me viene de familia; practicante,cuando puedo.



-Lo dice porque debe de ser difícil encontrar una iglesia abierta un domingo en el Tíbet, ¿no?
-Pero hay monasterios budistas. Yo he rezado en ellos. Y lo mismo en mezquitas. El lugar es lo de menos, importa el recogimiento.



-¿No es eso religión a la carta?

-En absoluto. No digo que sea seguidor de Buda o Alá. Hablo de espiritualidad, algo que queda fuera de nuestra sociedad de consumo y que, sin embargo, debería ser obligatorio.



-¿El siglo XXI será espiritual o no será?

-La gran pelea es entre espiritualidad y materialismo. A los chavales de la Ruta Quetzal les digo que para ser felices tienen que olvidarse del “tienes poco, gana más”, que hemos de pasar del Estado de bien estar al estado de austeridad, como mis amigos los esquimales o los hombres del desierto.



-¿Deja sitio la aventura a la oración?

-Una vez llevé a los chicos a Leyre, a la sierra de Errando, donde san Virila, que tenía dudas de la eternidad, pasó -sin darse él cuenta-trescientos años escuchando el canto de un pajarito. A los chicos les pedí que pensaran en aquel milagro. ¡Fíjese si rezaron!


-¿Y usted reza?

-A las Molucas me llevé las cartas que Francisco Javier escribió desde allí a la Compañía y a Ignacio de Loyola. Leer y releer aquellas historias…eso también es rezar.



-Ha sido plusmarquista olímpico. De todos los santos atletas, ¿cuál es su favorito?

-Francisco Javier, que cuando estaba en la Sorbona, era el que más corría y saltaba.


-Dice el aventurero Tom Kallene que no hay mayor aventura que la fe.

-Es verdad. Ahí está el viaje al interior de su alma que Ignacio de Loyo la hizo en las cuevas de Manresa.




-Se le ve muy de la Compañía.

-Es que soy muy jesuítico: estudié en un internado de los jesuitas.



-También ha sido explorador. ¿Algún descubrimiento ad maiorem Dei gloriam?

-Un amigo polaco que vive en Bolivia descubrió una ópera de las misiones compuesta por indígenas en la que Francisco Javier canta y contesta Ignacio de Loyola. Contribuí informando del hallazgo al Gobierno navarro.



-Me da que el motu proprio de Benedicto XVI no le ha entusiasmado.

-¡Pero qué dice! Pocas cosas me han alegrado tanto.



-¿Y eso?

-La misa en latín me dice algo. En cambio, cuando es en español me detengo demasiado en lo que dice el cura, y me parece poco misterioso, muy de este mundo. Hay que rodear las cosas de misterio.


-O sea, que a partir de ahora irá más a misa.
-Sí, con mi misal bilingüe.



-Le da importancia al misterio. ¿Y al silencio?


-Claro, más ahora que todo es ruido, hasta en la hora de la cena, donde la televisión ha sustituido al padre.



-Ha viajado por todo e lmundo. ¿Sabe dónde queda la reserva espiritual de Occidente?

-En Iberoamérica .Es ahí donde se conservan nuestras costumbres. Los inmigrantes que vienen de allí nos están enseñando cómo éramos.



-Va por la calle y ve a un señor mayor al que ayuda a andar un extranjero. ¿Qué piensa?

-Que no hay derecho, que tendría que ser su nieto el que lo hiciera. Los abuelos tienen que morir en su casa y con el cariño de la familia. Pregunte a un iberoamericano o a un gitano si llevaría a sus mayores a un asilo.


-¿Qué es para usted la familia?

-Una universidad, la mejor.



-Veníamos a hablar de Dios y hemos terminado haciéndolo de la familia.

-Es que sino hay raíces, sino hay familia, no hay cultivo para hablar de Dios.