En varias oportunidades y en diversas revistas he aclarado
conceptos inexactos o confusamente expresados que corren por los libros y la
Prensa acerca de los orígenes históricos del nombre, concepto y fiesta de la
Hispanidad, por atribuírseme a mí equivocadamente la invención material de ese
vocablo, al mismo tiempo que se pasan por alto interesantes circunstancias
históricas que señalan el punto de arranque del hermoso movimiento que se
distingue con dicho nombre.
Fue mi gran amigo D. Ramiro de Maeztu uno de los primeros que
me atribuyeron la creación del vocablo «Hispanidad» en su libro Defensa de
la Hispanidad, publicado a principios de 1934. El ejemplar que me envió a
mi residencia habitual de Buenos Aires lleva esta dedicatoria autógrafa: «Al
Rev. P. Zacarías de Vizcarra, creador del vocablo 'Hispanidad' con la
admiración y la amistad de Ramiro de Maeztu.» Y en la página 19 de la obra se
lee: «La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina
reside, D. Zacarías de Vizcarra.»
El inolvidable Cardenal Gomá, en su famoso discurso del
teatro Colón, de Buenos Aires, se refirió en términos parecidos al origen del
vocablo: «Ramiro de Maeztu –dijo– acaba de publicar un libro en 'Defensa de la
Hispanidad', palabra que dice haber tomado del gran patriota Sr. Vizcarra y que
ha merecido el 'placet' del académico D. Julio Casares.» (Juan Gil Prieto, O.
S. A., «La Sección Española del XXIII Congreso Eucarístico Internacional»,
Buenos Aires, 1934, pág. 425.) .
En el número de febrero de 1936, la revista madrileña
«Hispanidad» repetía la misma idea: «Mucho y bueno sabe D. Ramiro de Maeztu
–escribía– de la fecunda labor que en la Argentina ha realizado y sigue
realizando el autor de la palabra 'Hispanidad'.» Con frase más precavida, por
recordar quizá alguna de mis aclaraciones anteriores, escribía así en su obra Ideas
para una filosofía de la historia de España el docto catedrático D. Manuel
García Morente: «¿Cómo designaremos eso que vamos a intentar definir y
simbolizar?... Existe una palabra –lanzada desde hace poco a la circulación por
monseñor Zacarías de Vizcarra– que, a mi parecer, designa con superlativa
propiedad eso precisamente que la filosofía de la historia de España aspira a
definir. La palabra aludida es 'Hispanidad'. Nuestro problema puede exactamente
expresarse en los términos siguientes: ¿qué es la hispanidad?» (Signo,
23 enero de 1943).
Veremos en estas líneas cómo es más aceptable la frase del
Dr. García Morente que las demás antes citadas, aunque quizá en alguna de ellas
se habrá tomado «crear» en el sentido lato de «lanzar a la circulación», que
admite explicación satisfactoria.
Antigüedad del vocablo material «Hispanidad»
Basta hojear los viejos diccionarios castellanos para
encontrar en ellos esta palabra, aunque con diversa significación de la que ha
recibido actualmente y con la esquela mortuoria de «anticuada». Así, por
ejemplo, la quinta edición del Diccionario de la Academia, publicada
en 1817, dice así: «Hispanidad, s. f., ant. Lo mismo que Hispanismo.»
Y a continuación define así esta otra palabra: «Hispanismo, s. m. Modo de
hablar peculiar de la lengua española, que se aparta de las reglas comunes de
la Gramática. Idiotismushispanicus.»
Tan antigua es esta palabra en su sonido material, que la
encontramos en el Tractado de Ortographia y accentos del bachiller
Alexo Vanegas, impreso en Toledo, sin paginación, el año 1531 y conservado como
preciosidad bibliográfica en la Biblioteca de la Real Academia de la Lengua.
«De los oradores –dice Vanegas– M. Tull. yQuinti. son caudillos de la
elocuencia, aunque no les faltó un Pollio que hallase hispanidad en
Quintiliano», &c. (segunda parte, cap. V).
Más aún: es probable que los romanos del siglo primero
después de Cristo empleasen la palabra «hispanitas» (hispanidad) para designar
los giros hispánicos del latín de Quintiliano, en el mismo sentido que el
propio Quintiliano usa la palabra «patavinitas» (paduanidad) al hablar del
latín, de Tito Livio. «Pollio –dice– deprehendit in Livio patavinitatem», es
decir: «Polión encontró patavinidad (paduanidad) en Livio.» (De
Institutione Oratoria, libro I, cap. V).
Pero date o no date del siglo primero la materialidad de la
palabra «Hispanidad» lo cierto es que no tenía la significación que luego se le
ha dado, y era además inusitada hasta en su acepción gramatical.
¿Cuándo y por qué se desenterró esta la palabra y se le
infundió vida nueva, para encarnar dos conceptos modernísimos?
Esto es lo que tratan de aclarar las presentes líneas.
Orígenes del «Día de la Raza»
El poeta y periodista argentino Ernesto Mario Barreda, en un
largo artículo publicado en La Nación de Buenos Aires el 12 de octubre
de 1935, narra sus visitas al puerta de Palos y al convento de La Rábida en
1908, la entrega que hizo de un álbum que la Sociedad Colombina dedicó al
presidente de la nación argentina, la fundación de la Casa Argentina de Palos,
llevada a cabo por el cónsul de aquella república en Málaga, el entusiasta
hispanófilo D. Enrique Martínez Ituño, y la celebrada el día 12 de octubre de
1915 por primera vez con el nombre de Día de la Raza en dicha Casa Argentina.
El documento impreso que cita está encabezado así: «Casa
Argentina. –Calle de las Naciones de Indias Occidentales. –Carretera de Palos a
La Rábida. –Club Palósfilo. –Hijas de Isabel. –Día de la Raza, 12 de octubre de
1915.» Luego se copian unos versos del mismo poeta Barreda alusivos a las
carabelas de Colón y se exponen las razones de la nueva festividad, epilogadas
con este apóstrofe a España: «Reunidos en la Casa Argentina los Palósfilos y
las Hijas de Isabel en este Día de la Raza, hacemos votos para que con tus
hijas las Repúblicas del Nuevo Mundo formes una inteligencia cordial. Y un
abrazo fraterno sea el lazo de unión de los defensores de la Ciencia, el
Derecho y la Paz.»
Esta iniciativa encontró eco en América, y sobre todo en
Buenos Aires, aunque no todos los que allí aplaudíamos la sustancia de la
fiesta estábamos de acuerdo con el nombre con que se la designaba.
Con fecha 4 de octubre de 1917, el Gobierno de la nación
argentina, con la firma del presidente y de todos los ministros, declaró fiesta
nacional el 12 de octubre, dando estado oficial a la afortunada iniciativa
particular nacida dos años antes en una Casa Argentina.
Aunque en el texto del famoso y magnífico Decreto del
Gobierno nacional no se habla de Día de la Raza ni se menciona siquiera la
palabra «raza», sin embargo, la mayor parte de la Prensa se sirvió de aquella
denominación, y se tituló «Himno a la Raza» el que compuso para el 12 de
octubre del mismo año el patriota español don Félix Ortiz y San Pelayo, y fue
cantado solemnemente en el teatro Colón por cinco masas corales reunidas.
Por las razones que luego indicaré no me satisfacía el nombre
de Día de la Raza, que iba adquiriendo cada vez mayor difusión. Era necesario
encontrar otro nombre que pudiera reemplazarlo con ventaja. Y no hallé otro
mejor que el de «Hispanidad», prescindiendo de su anticuada significación
gramatical y remozándola con dos acepciones nuevas, que describía yo así en una
revista de Buenos Aires que no tengo a mano ahora en Madrid, pero que encuentro
citada en la mencionada revista Hispanidad de Madrid, en el número de
1 de febrero de 1936: «Estoy convencido –decía en ella– de que no existe
palabra que pueda sustituir a 'Hispanidad'... para denominar con un solo
vocablo a todos los pueblos de origen hispano y a las cualidades que los
distinguen de los demás. Encuentro perfecta analogía entre la palabra
'Hispanidad' y otras dos voces que usamos corrientemente: 'Humanidad' y
'Cristiandad'. Llamamos 'Humanidad' al conjunto de todos los hombres, y 'humanidad'
(con minúscula) a la suma de las cualidades propias del hombre. Así decimos,
por ejemplo, que toda la Humanidad mira con horror a los que obran sin
humanidad. Asimismo llamamos 'Cristiandad' al conjunto de todos los pueblos
cristianos y damos también el nombre de 'cristiandad' (con minúscula) a la suma
de las cualidades que debe reunir un cristiano. Esto supuesto, nada más fácil
que definir las dos acepciones análogas de la palabra 'Hispanidad': significa,
en primer, lugar, el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen
hispánico diseminados por Europa, América, África y Oceanía; expresa, en
segundo lugar, el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las
naciones del mundo a los pueblos de estirpe y cultura hispánica.»
Estas dos acepciones nuevas de la palabra «Hispanidad» nos
podían permitir reemplazar ventajosamente el vocablo «raza» que, como escribía
yo en la mima revista, me parecía «poco feliz y algo impropio»; pero no
figuraban todavía en los diccionarios. Por eso, en un escrito que publiqué en
Buenos Aires en 1926 bajo el título «La Hispanidad y su verbo», y obtuvo amplia
difusión en los ambientes hispanistas, elevaba a la Real Academia de la Lengua
esta modesta súplica: «Si tuviéramos personalidad para ello, pediríamos a la Real
Academia que adoptara estas dos acepciones de la palabra 'Hispanidad' que no
figuran en su Diccionario.»
En efecto: en la decimaquinta edición del Diccionario de la
Academia, publicada en 1925, seguía presentando la palabra «Hispanidad» como
anticuada, con el sentido gramatical de siempre, en esta forma: «Hispanidad,
f., ant. Hispanismo.»
Hubo que esperar a la decimasexta edición, divulgada
oficialmente en 1939, para encontrar una nueva definición oficial de esta
palabra que supone un progreso en la materia, aunque no nos parece todavía
suficiente clara ni completa. Dice así: «Hispanidad, f. Carácter genérico de
todos los pueblos de lengua y cultura española. 2. ant. Hispanismo.»
Esperamos que el progreso iniciado se completará en sucesivas
ediciones del Diccionario oficial.
Impropiedad e inconvenientes de la denominación «Día
de la Raza»
Absolutamente hablando, puede darse explicación satisfactoria
a la denominación Día de la Raza tomando esta palabra en un sentido metafórico,
equivalente a «tipo moral» cualquiera que sea la raza fisiológica a que
pertenezcan los que lo comparten.
Pero como no se puede andar explicando continuamente a todo
el mundo la significación impropia y translaticia del vocablo, asociamos
instintivamente a la palabra su sentido fisiológico, y nos suena como cosa
absurda hablar de «nuestra raza» a un conglomerado de pueblos integrados por
individuos de muy diversas razas, desde las blancas de los europeos y criollos
hasta las negras puras, pasando por los amarillos de Filipinas y los mestizos
de todas las naciones hispánicas. En realidad, ni siquiera los habitantes de la
Península Ibérica pertenecen a una sola raza. Desde los tiempos prehistóricos
viven en España pueblos dolicocéfalos, braquicéfalos y mesocéfalos de las más
diversas procedencias, que los historiadores no han sido capaces de fijar. A la
variedad de las razas prehistóricas se añadió luego la mezcla de fenicios,
cartagineses, griegos, romanos, godos, suevos, árabes, &c., &c... que
ha hecho cada vez más absurda la pretensión de catalogar racialmente a los
mismos españoles peninsulares. Son, pues, inevitables las sonrisas cuando se
habla de «nuestra raza» ante un auditorio de blancos, negros y amarillos y
aceitunados, sobre todo si no es blanco el orador.
Por otra parte, tiene algo de matiz peyorativo para las demás
razas del mundo el que nuestra supuesta «raza» no se llame «esta» o «aquella»
raza determinada, sino precisamente LA RAZA por antonomasia.
No es necesario insistir más para ver las razones que me movieron
a escribir que me parecía «poco feliz y algo impropio» el nombre puesto
originariamente al Día de la Raza. Lo he podido comprobar experimentalmente en
varias partes de América durante mi estadía de veinticinco años en ella.
Ventajas de la denominación «Fiesta de la Hispanidad»
El concepto de la «Hispanidad» no incluye ninguna nota racial
que pueda señalar diferencias poco agradables entre los diversos elementos que
integran a las naciones hispánicas. Es un nombre de «familia», de una gran
familia de veinte naciones hermanas, que constituyen una «unidad» superior a la
sangre, al color y a la raza de la misma manera que la 'Cristiandad' expresa la
unidad de la familia cristiana, formada por hombres y naciones de todas las
razas, y la 'Humanidad' abarca sin distinción a todos los hombres de todas las
razas, como miembros de una sola familia humana. Es una denominación que a
todos honra y a nadie humilla.
Todas las naciones hispánicas han heredado un patrimonio
común, transmitido por antepasados comunes, aunque luego cada una de ellas haya
aumentado su herencia con nuevos bienes y nuevas glorias, que constituyen el
patrimonio intangible y soberano de cada una de ellas. Pero así como en las
varias familias procedentes de un tronco ilustre la existencia de distintos
patrimonios privados no impide el amor y culto de las glorias que abrillantan
la común prosapia, así también en las naciones, sin menoscabo de las glorias
privativas de cada una, cabe el amor y culto del patrimonio común, sobre todo
cuando es necesaria la colaboración de todos los herederos para conservarlo y
defenderlo.
La denominación «Fiesta de la Hispanidad» presenta a todos
los pueblos hispánicos este aspecto agradable y simpático de nuestra gran
familia de naciones y constituye una invitación para el estudio y cultivo del
patrimonio común, que a todos enorgullece y a todos aprovecha.
Cómo sienten la «Hispanidad» aun aquellos que no
sienten la «Raza»
El día 13 de octubre de 1935 se inauguró en Buenos Aires la
estatua del Cid Campeador, levantada en el centro geográfico de la ciudad, en
presencia del señor Presidente de la Nación, del señor embajador de España y de
otras altas representaciones. Pronunciaron los obligados discursos oficiales
dos oradores que no llevaban apellidos de origen español ni podían sentir el
ideal de la Raza, pero que supieron sentir y proclamar el ideal de la
Hispanidad.
El historiador argentino Dr. Ricardo Levene, al explicar la
significación de la presencia del Cid en América la encontró en el concepto
espiritual de la «hispanidad», que es común a todos los hispánicos, aunque no
hayan heredado sangre española. «El pueblo del Cid –dijo–, como
entidad ética, fue el creador de una actitud acerca de la fidelidad, acerca de
la defensa del desvalido, la dignidad del caballero y el honor del hombre; no
sólo el honor exterior, diré así, que nace obligadamente en las relaciones con
los demás, sino el honor íntimo o profundo, que tiene por juez supremo a la
conciencia individual. Del Cid en adelante, los héroes españoles e
hispanoamericanos son de su noble linaje. Es que en América transvasó la
desbordante vitalidad de la Edad Medía española, corriéndose impetuosamente por
el tronco y las ramas la savia de la raíz histórica... La hispanidad no fue
nunca la concepción de la raza única e invariable, ni en la Península ni en
América, sino, por el contrario, la mezcla de razas de los pueblos diversos que
golpeaban en oleadas sobre el depósito subhistórico. La hispanidad ha dejado de
ser el mito del imperio geográfico... La hispanidad no es forma que cambia, ni
materia que muere, sino espíritu que renace, y es valor de eternidad: mundo
moral que aumenta de volumen y se extiende con las edades, sector del universo
en que sus hombres se sienten unidos por el lado del idioma y de la historia,
que es el pasado. Y aspiran a ser solidarios en los ideales comunes a realizar,
que es el porvenir.» (El Diario Español, Buenos Aires, 14 de octubre
de 1935, página 2.)
Después de este discurso, que tuve el gusto de escuchar al
pie de la estatua del Cid, fue recibida ésta oficialmente, en nombre del
Municipio de Buenos Aires, por el doctor Amílcar Razori, que con breves y
sentidas palabras entregó «para la contemplación artística y enseñanza moral de
los habitantes la figura legendaria del Cid Campeador, hijo de nuestra dilecta
España, duro, recio e indómito como las llanuras de Castilla que le vieron
nacer, bravío guerrero de las gestas más mentadas al través de los siglos en
los campos de batalla y docto en las Cortes ciudadanas, defensor del débil,
paladín de la honra, libertador de pueblos, sostén del derecho y de la
justicia, paradigma y síntesis, en fin, de las nobles, de las grandes, de las
profundamente humanas virtudes españolas.» (El Diario Español, página
citada).
Misión ecuménica de la Hispanidad en todas las razas
del mundo futuro
Este mundo nuestro que se derrumba, víctima de luchas
raciales y apetitos materialistas, buscará un refugio de paz y fraternidad en
las veinte naciones católicas de la Hispanidad, salvadas casi íntegramente del
incendio de la guerra y relativamente inmunizadas contra las más peligrosas
reacciones de la posguerra.
La Hispanidad Católica tiene que prepararse para su futura
misión de abnegada nodriza y caritativa samaritana de los infelices de todas
las razas que se arrojarán a sus brazos generosos. La Providencia le depara a
corto plazo enormes posibilidades para extender en gran escala su acción
evangelizadora a todos los pueblos del orbe, poniendo una vez más a prueba su
vocación católica y su misión histórica de brazo derecho de la Cristiandad.
Por eso es necesario estrechar cada vez más los lazos de
hermandad y colaboración entre los grupos más selectos de la Hispanidad
Católica, prescindiendo de razas y colores mudables, para afianzar más las
esencias inmutables del espíritu hispánico.
Conclusión
Creemos que estas líneas contribuirán a esclarecer más el
origen del nombre, concepto y fiesta de la Hispanidad, y a justificar el empleo
cada vez más universal de la denominación «Fiesta de la Hispanidad» en
sustitución de la anterior, menos expresiva y simpática, de «Día de la Raza».
Zacarías de Vizcarra | El Español. Semanario de la política y del espíritu. Madrid, año III, nº 102, 7 de octubre de 1944, pp. 1-13
Hablar de "hispanidad", "dia de la raza"... tiene sentido para un español (peninsular) recalcitrante. Para nosotros, los que nacimos y vivimos en el continente americano, es solo un recuerdo de la llegada de Colón.
ResponderEliminarBolívar, español de América, quiso rendir homenaje a Colón con su Gran Colombia. Lo que no hicieron los españoles peninsulares llamando América a lo que debió ser Colombia. Fué España, quien negó ese origen... y fue causa de su pérdida.
Es complicado, para un peninsular, entender que a un americano no le preocupa en lo más mínimo su relación con España (no la hay) salvo por un idioma y, gracias a Dios, por la religión (ambas que no relacionamos, de este lado, con aquel lejano lado europeo).
Lo cierto, es que la "hispanidad" como forma de identificar nuestras culturas es un invento reciente. Solo se la escuchamos a los actuales reyes hispanos... y a uno que otro recalcitrante de aquí o allá. Somos mas latinos (término más amplio) que hispanos.
Hispanidad, no deja de ser un termino "culto" para un grupito que quiere seguir rindiendo culto a un pasado difuminado.
Algo debería preocupar a la Península y sus gentes: Ya empieza a ocurrir una nueva conquista como consecuencia de la infertilidad peninsular. Aquellos que crecemos demográficamente iremos ocupando el espacio que nos dejan libre... aprovechando que en la península se habla el mismo idioma (Al menos por ahora).
Hispania americanizada! Indudable es que nuestra forma de vida desenfadada y alegre se la debemos a Hispalis (Sevilla). Posiblemente Sevilla, como lo fué en el XVII recupere nuevamente su protagonismo en los genes ancestrales de quienes vendrán a la reconquista en el XXI. A partir de allí podríamos hablar de "hispanidad", cuando los de aquí ocupemos el territorio de los de allá. Señores: El mundo gira!