martes, 5 de julio de 2011

Discurso del papa al mundo de la política, la empresa y la cultura de Croacia

Discurso que Benedicto XVI pronunció en el Teatro nacional croata de Zagreb, en la tarde de este sábado, en el encuentro con exponentes de la sociedad civil, del mundo político, académico, cultural y empresarial, con el cuerpo diplomático, y con los líderes religiosos.



Señor presidente, señores cardenales, ilustres señores y señoras, queridos hermanos y hermanas:

Me alegra mucho entrar en lo vivo de mi visita encontrándome con ustedes, que representan ámbitos cualificados de la sociedad croata y al Cuerpo Diplomático. Mi cordial saludo se dirige personalmente a cada uno y también a las entidades vitales a las que pertenecen: a las comunidades religiosas, a las instituciones políticas, científicas y culturales, a los sectores artísticos, económicos y deportivos. Doy cordialmente las gracias a monseñor Puljic y al profesor Zurak por las amables palabras que me han dirigido, así como a los músicos que me han acogido con el lenguaje universal de la música. La dimensión de la universalidad, característica del arte y de la cultura, es particularmente connatural al cristianismo y a la Iglesia católica. Cristo es plenamente hombre, y todo lo que es humano encuentra en Él y en su Palabra plenitud de vida y significado.

Este espléndido teatro es un lugar simbólico, que manifiesta vuestra identidad nacional y cultural. Poder encontraros aquí a todos juntos es otro motivo de alegría del espíritu, porque la Iglesia es un misterio de comunión y se alegra siempre de la comunión, en la riqueza de la diversidad. La participación de los representantes de otras Iglesias y Comunidades cristianas, así como también de la religión judía y musulmana, contribuye a recordar que la religión no es una realidad separada de la sociedad, sino un componente suyo connatural, que constantemente evoca la dimensión
vertical, la escucha de Dios como condición para la búsqueda del bien común, de la justicia y de la reconciliación en la verdad. La religión pone al hombre en relación con Dios, Creador y Padre de todos, y, por tanto, debe ser un factor de paz. Las religiones deben purificarse siempre según esta verdadera esencia suya para corresponder a su genuina misión.

Y aquí quisiera introducir el tema central de mi breve reflexión: el de la conciencia. Éste atraviesa los diferentes campos en los que ustedes están comprometidos y es fundamental para una sociedad libre y justa, tanto a nivel nacional como supranacional. Naturalmente, pienso en Europa, a la que desde siempre Croacia pertenece en el ámbito histórico-cultural y a la que está por entrar en el político-institucional. Pues bien, hay que confirmar y desarrollar las grandes conquistas de la edad moderna, es decir, el reconocimiento y la garantía de la libertad de conciencia, de los derechos humanos, de la libertad de la ciencia y, por tanto, de una sociedad libre, manteniendo abiertas, sin embargo, la racionalidad y la libertad en su fundamento trascendente, para evitar que dichas conquistas se autodestruyan, como debemos constatar lamentablemente en bastantes casos. La calidad de la vida social y civil, la calidad de la democracia, dependen en buena parte de este punto "crítico" que es la conciencia, de cómo es comprendida y de cuánto se invierte en su formación. Si la conciencia, según el pensamiento moderno más en boga, se reduce al ámbito de lo subjetivo, al que se relegan la religión y la moral, la crisis de occidente no tiene remedio y Europa está destinada a la involución. En cambio, si la conciencia vuelve a descubrirse como lugar de escucha de la verdad y del bien, lugar de la responsabilidad ante Dios y los hermanos en humanidad, que es la fuerza contra cualquier dictadura, entonces hay esperanza de futuro.

Agradezco al profesor Zurak que haya recordado las raíces cristianas de numerosas instituciones culturales y científicas de este país, como ha sucedido también en todo el continente europeo. Es necesario recordar estos orígenes, además, por fidelidad a la verdad histórica, y es importante saber leer en profundidad dichas raíces, para que puedan dar ánimo también al hoy. Es decir, es decisivo percibir el dinamismo que hay en un acontecimiento, como, por ejemplo, el nacimiento de una universidad, o de un movimiento artístico o de un hospital. Hay que comprender el porqué y el cómo de lo que ha sucedido, para apreciar en el hoy dicho dinamismo, que es una realidad espiritual que llega a ser cultural y por tanto social. Detrás de todo hay hombres y mujeres, personas, conciencias, movidas por la fuerza de la verdad y del bien. Se han citado algunos hijos ilustres de esta tierra. Quisiera detenerme en el Padre Ruder Josip Boškovic, jesuita, nacido en Dubrovnik hace ahora trescientos años, el 18 de mayo de 1711.

Él encarna muy bien la buena compenetración entre fe y ciencia, que se estimulan mutuamente para una búsqueda al mismo tiempo abierta, diversificada y capaz de síntesis. Su obra cumbre, la Theoria philosophiae naturalis, publicada en Viena, y después en Venecia a mitad del siglo XVIII, tiene un subtítulo muy significativo: redacta ad unicam legem virium in natura existentium, es decir, "según la única ley de las fuerzas existentes en la naturaleza". En Boškovic encontramos el análisis, el estudio de las múltiples ramas del saber, pero también la pasión por la unidad. Y esto es típico de la cultura católica. Por eso mismo, la fundación de una Universidad Católica en Croacia es signo de esperanza. Deseo que ella contribuya a crear unidad entre los diversos ámbitos de la cultura contemporánea, los valores y la identidad de vuestro pueblo, dando continuidad a la fecunda contribución eclesial a la historia de la noble nación croata.

Volviendo al padre Boškovic, los expertos dicen que su teoría de la "continuidad", válida tanto en la ciencias naturales como en la geometría, concuerda de forma excelente con alguno de los grandes descubrimientos de la física contemporánea. ¿Qué podemos decir? Rindamos homenaje al ilustre croato, pero también al auténtico jesuita; honremos al cultivador de la verdad que sabe bien lo mucho que ésta lo supera, pero que, a la luz de la verdad, sabe también emplear a fondo los recursos de la razón que Dios mismo le ha dado.

Pero, además del elogio, es preciso también valorar el método, la apertura mental de estos grandes hombres. Volvamos, por tanto, a la conciencia como clave para el desarrollo cultural y la construcción del bien común. En la formación de las conciencias, la Iglesia ofrece a la sociedad su contribución más singular y valiosa. Una contribución que comienza en la familia y que encuentra un apoyo importante en la parroquia, donde niños y adolescentes, y también los jóvenes, aprenden a profundizar en la Sagrada Escritura, que es el "gran código" de la cultura europea; y aprenden al mismo tiempo el sentido de la comunidad fundada en el don, no en el interés económico o en la ideología, sino en el amor, que es "la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad" (Caritas in veritate, 1).

Esta lógica de la gratuidad, aprendida en la infancia y la adolescencia, se vive después en otros ámbitos, en el juego y el deporte, en las relaciones interpersonales, en el arte, en el servicio voluntario a los pobres y los que sufren, y una vez asimilada se puede manifestar en los ámbitos más complejos de la política y la economía, trabajando por una polis que sea acogedora y hospitalaria y al mismo tiempo no vacía, no falsamente neutra, sino rica de contenidos humanos, con una fuerte dimensión ética. Aquí es donde los fieles laicos están llamados a aprovechar generosamente su formación, guiados por los principios de la Doctrina social de la Iglesia, en favor de una laicidad auténtica, de la justicia social, la defensa de la vida y la familia, la libertad religiosa y de educación.

Ilustres amigos, su presencia y tradición cultural croata me han sugerido estas breves reflexiones. Se las dejo como signo de mi estima y sobre todo de la voluntad de la Iglesia de caminar con la luz del Evangelio en medio de este pueblo. Les doy las gracias por su atención y bendigo de corazón a todos ustedes, a sus seres queridos y sus actividades.

Benedicto XVI|Zagreb, sábado 4 de junio de 2011.

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