jueves, 23 de septiembre de 2010

La Iglesia en la política, hoy

de 

Este artículo apareció en The Christian Century, (13 de diciembre 2005, pp.28-32.). Se trata de una entrevista a W. Cavanaugh en la que se tocan temas muy diversos en torno al papel político de la Iglesia.


.- Usted ha sugerido que los cristianos deberían recurrir a sus prácticas litúrgicas propias al considerar sus compromisos en el terreno de la política. ¿Qué tiene en mente?


Hace poco me pidieron que diera una charla sobre "el significado social de la Eucaristía", y lo primero que dije fue: "Deben prometerme que si les digo lo que es el significado social de la Eucaristía, no dejarán de ir a Misa”. En otras palabras, la liturgia no puede reducirse a un significado. Si se pudiera, ¿por qué seguir yendo a la iglesia una vez que has entendido el significado? ¿Cuántos recordatorios necesitamos? Sólo aquellos que son realmente torpes tendrían que ir todos los domingos.
Este es a menudo nuestro enfoque de la liturgia y la vida social: tratamos de "leer" la liturgia buscando símbolos y significados que podemos entresacar y aplicar en el “mundo real" - la ofrenda significa que debemos dar de nuestra riqueza, el beso de la la paz significa que debemos buscar la paz en las relaciones internacionales, y así sucesivamente. Esto está bien, pero no va en la dirección de tomar la liturgia como una acción que forma un cuerpo, el Cuerpo de Cristo.
Henri de Lubac, dice, "La Eucaristía hace la Iglesia", y la Iglesia es más que un simple club para cristianos. La iglesia es un espacio social por derecho propio, una representación de la política de Jesús. Esto no quiere decir que la iglesia debería ser un partido político o interponer políticas partidistas en la liturgia. Esto significa que la iglesia debe ayudar a crear - en colaboración con los no cristianos también - espacios de paz, caridad, e intercambio económico justo.
Creo que Voces en el desierto o las comunidades económicas del Movimiento de los Focolares son buenos ejemplos de la política de Jesús. Lejos de constituir una huida sectaria o quietista del mundo, estos movimientos son efectivos produciendo el cambio - más que los movimientos que piden al estado paz y justicia.

.- Una de las asunciones de la política secular moderna es que el Estado debe ser “laico” y la religión algo “privado”, para que no volvamos a las guerras de religión que devastaron Europa en el s.XVI, ¿hay algo erróneo en ese supuesto?.


Yo no creo que haya ninguna razón para querer restablecer el poder político de las iglesias, si por éste se entiende el poder coercitivo. Hay, sin embargo, una buena razón para cuestionar el mito del Estado laico como pacificador. Las llamadas guerras de religión no opusieron una religión contra otra, como católicos contra protestantes. Se pueden describir con más exactitud como guerras entre diferentes órdenes “teopolíticos”. Esto explica por qué, por ejemplo, católicos murieron a manos de católicos. En la segunda mitad de la Guerra de los Treinta Años, participaron los Habsburgo en lucha contra los Borbones - dos dinastías Católicas luchando entre sí.
Obviamente, la iglesia no era inocente por el derramamiento de sangre, enredada como estuvo por el poder coercitivo. Pero tampoco fue el Estado moderno un espectador inocente. Todo el aparato del Estado se puso en pié para posibilitar a los príncipes hacer la guerra con mayor eficacia. Como Charles Tilly ha escrito, "la guerra hizo al Estado, y el Estado hizo la guerra". El Estado-nación moderno se basa en la violencia. Si la Iglesia va a resistir a la violencia, tiene que salir de su privatización y tener una voz política, que no busca recuperar el poder del Estado, sino a hablar con la verdad al respecto. Los cristianos pueden expiar su complicidad con la violencia en el pasado negándose a ser cómplices de la violencia estatal ahora.


.- Las personas que temen una alineación de la religión y el estado a menudo apuntan a los regímenes musulmanes de estilo talibán como un ejemplo del peligro. ¿Es una preocupación legítima?


Obviamente, yo no soy un fan de los talibanes. Deberíamos estar preocupados por cualquier régimen que abuse de las personas. Me inquieta, sin embargo, la forma en que el gran mito de la violencia religiosa sirve para justificar ciertos tipos de violencia: "Aquellas personas son locos fanáticos religiosos; su violencia es irracional, absolutista y disolvente. Vivimos en un estado democrático, laico; nuestra violencia es racional, modesta y concentradora. No han aprendido la lección que nosotros si hemos aprendido: la religión debe mantenerse fuera de la esfera pública. Así que tenemos que ayudarles por medio del bombardeo, dentro de una más elevada racionalidad". Esta forma de pensar es, creo, uno de los sobrentendidos  de la guerra de Irak y de gran parte del discurso público sobre el terrorismo. Tanto los republicanos como los demócratas lo asumen.
Este mito nos ayuda a pensar que somos la nación más amante de la paz en la tierra, al mismo tiempo que nuestro presupuesto militar es superior al de todas las demás naciones juntas. Nuestra violencia no cuenta como tal violencia, porque estamos tratando de difundir la democracia, la racionalidad y la paz. Las guerras llevadas a cabo por fuerzas de los EE.UU. o satélites – que han dado como resultado la muerta de 50.000 civiles iraquíes, 2 millones de vietnamitas, o 200.000 campesinos guatemaltecos - no hacen mella en nuestra propia imagen, siempre y cuando hagamos de la "violencia religiosa" el coco. Creo que debemos denunciar todo tipo de violencia, ya sean religiosos ya sean seculares.


.- Usted ha estudiado las respuestas de la Iglesia al régimen político represivo del General Pinochet en Chile. ¿Tiene alguna idea sobre si las iglesias deberían afrontar activamente el poder político o trabajar tras el escenario, como los obispos católicos de Chile en gran parte decidieron hacer?


Sería presuntuoso por mi parte decir lo que deberían haber hecho. En mi libro sobre Chile, yo estaba tratando de mostrar ejemplos de lo que se hacía en realidad, tanto por los obispos como por la iglesia de base, para romper el control del estado sobre la imaginación de la gente. La gente en la iglesia se dió cuenta - algunos más rápido que otros – de que instar al Estado a hacer justicia es a veces un ejercicio inútil. La iglesia no puede basarse en el estado para hacer justicia. La iglesia debe tomarse a si misma en serio como un tipo de cuerpo (organismo) público, el cuerpo de Cristo, que crea espacios de justicia y paz en el mundo. Con frecuencia debe hacerlo resistiendo a la nación-estado. En Chile, algunos obispos excomulgaron a los responsables de las torturas, y la iglesia de base ayudó a las víctimas del régimen y llevaron a cabo actos de desobediencia civil. El cambio no llegó tranquilamente,como generalmente ocurre.


.- La tortura fue practicada por el gobierno en Chile bajo Pinochet. Ahora la tortura es algo que el gobierno de los EE.UU. parece perdonar. ¿Las iglesias en Estados Unidos tienen algo que aprender de la experiencia de Chile de la utilización de la tortura?


El Presidente Bush está amenazando con vetar un proyecto de ley por primera vez en sus cinco años en el cargo, y su objetivo es la enmienda del senador John McCain para prohibir la tortura por agentes de EE.UU.. Una de las cosas que podemos aprender de Chile es no sorprenderse demasiado por esto. Se suponía que Chile iba a ser excepcional: tenía la tradición más larga de democracia en América Latina, y todo el mundo pensaba que el golpe militar sería breve y relativamente benigno. América también se supone que debe ser excepcional, un faro de libertad para el mundo.
La excepcionalidad funciona en ambos sentidos: porque a Estados Unidos se le considera excepcional, es también considerado por muchos como por encima de la ley y en condiciones de aplicar medidas excepcionales. Cuando una nación se convierte en un fin en sí mismo - Estados Unidos es la "nación indispensable", dijo Madeleine Albright - se recurrirá a los mecanismos que resulten necesarios para proteger sus intereses vitales, que se supone que son los intereses de todos.
La otra cosa que podemos aprender de Chile es que la iglesia debe hacer algo más que depender del Estado para hacer justicia. Las iglesias deben dejar claro que los cristianos deben negarse a participar en el tratamiento injusto de los detenidos. Por otra parte, las iglesias no deben someterse a la decisión del presidente sobre lo que constituye una guerra justa y lo que no. Si la iglesia decide que una guerra es injusta, los cristianos deberían negarse a luchar en ella. Creo que esta es la cuestión más crucial que enfrenta la iglesia en América hoy. Si la teoría de la guerra justa significa algo, la Iglesia no debe abdicar de sus decisiones sobre la justicia de la guerra frente al estado.


.- Usted ha escrito sobre el compromiso cristiano con la industria del entretenimiento, específicamente con la organización Disney. Normalmente las dos opciones de los cristianos en esta área son buscar signos del Evangelio en el entretenimiento popular o huir a causa de su inmoralidad. ¿Cuál es su enfoque?


Yo no creo que tengamos que elegir entre la aprobación y rechazar el entretenimiento popular en su conjunto. Creo que podemos discernir lo bueno y lo malo en él.
Mi crítica de Disney no es tanto relativa al contenido de sus películas y otros medios de comunicación, aunque el contenido es ciertamente criticable. Mi interés en Disney se refiere a su poder absoluto. Disney es un ejemplo de la forma en que unas pocas corporaciones enormes tienen el poder de influir en los patrones de consumo y homogeneizar la cultura, a pesar de que el mercado es libre. Millones de padres están atrapados comprando todo lo que Disney saca, ya que cualquier otro niño en la escuela tiene productos del Rey León o cualquier otro tipo de productos similares.
¿Cómo termina por sentirse coaccionada la gente en un mercado libre? Teóricamente, en un mercado libre cada individuo es libre de elegir lo que él o ella considera como bueno. Pero en una cultura sin un sentido de lo que es objetivamente bueno, todo lo que queda es el poder. La voluntad no se mueve por la atracción hacia el bien, sino por el puro poder de marketing para mover la voluntad. El creciente poder de grandes corporaciones transnacionales produce una especie de libertad truncada.


.- Otra preocupación suya es la identidad de los colegios relacionados con la iglesia. ¿Cree usted que estas instituciones pueden mantener un firme compromiso con su fundamento teológico y también tener éxito en el competitivo mercado de la educación superior?


La gran ironía de la educación superior norteamericana es que en la búsqueda de la diversidad, escuelas y universidades han llegado a parecer más o menos lo mismo. Estoy muy a favor de buscar la diversidad racial, de género y de clase dentro de las universidades. Buscar la diversidad de la misión, sin embargo, produce colegios que no creen en nada en particular. La diversidad real significaría diversidad, no sólo dentro de los colegios, sino entre ellos. Si hay una universidad bautista, o metodista, o católica, no deben considerar la identidad como un pasivo. Todos nos enriquecemos en los lugares que son distintivamente Bautista, o católico, o metodista. Las escuelas relacionadas con la Iglesia prosperarán si son distintivas, si dan a los estudiantes una razón para elegir sobre las escuelas genéricas sin identidad particular.
Esto no quiere decir que deban ser aplicadas rígidas normas de ortodoxia dentro de las escuelas religiosas a todos. Pero debe haber suficiente acuerdo entre una parte significativa de los administradores, profesores y estudiantes de forma que pueda desarrollarse un diálogo coherente. Muchos estudiantes universitarios no toman en serio su educación porque los formamos en la ironía. Les ofrecemos un buffet de ensaladas de diferentes métodos intelectuales, las posiciones y visiones del mundo y les decimos que simplemente elijan lo que quieren - que en realidad no importa. Muchas universidades modernas son tan incoherentes intelectualmente que tienden a engendrar cinismo, y no vitalidad intelectual.

.- ¿Cómo empezaría usted para señalar esta incoherencia?


Creo que la contratación es la preocupación más acuciante. Muchas de las escuelas relacionadas con las iglesias han terminado con una gran proporción de profesores y administradores que actúan con indiferencia o sospecha frente a  la afiliación eclesial de su escuela. Todas las escuelas necesitan algunas personas “ajenas”; si yo estuviera enseñando en una universidad católica en la década de los ‘50, me gustaría disponer de unos pocos buenos marxistas para espolear un poco las cosas en la facultad. Pero el péndulo ha oscilado hacia otro lado. Ahora sería feliz con sólo unos pocos profesores en cada departamento, capaces de articular algún tipo de punto de vista católico sobre la psicología, por ejemplo, o la economía.
Este es un gran problema para los estudiantes. Sienten instintivamente que su educación debe integrarse a través de disciplinas. A los estudiantes no les gusta cuando se plantean interrogantes acerca del Génesis en su clase de biología y el profesor les trata como si fueran una ráfaga apenas audible. No quiero decir que las escuelas relacionadas con las iglesias deban contratar sólo a creacionistas, quiero decir que deberían contratar a personas empáticas e informadas sobre las diferentes maneras en que los cristianos integran la fe en Dios con los hallazgos de la ciencia.


.- En una cultura pluralista como la nuestra, los cristianos deben reflexionar frecuentemente sobre Juan 14:6 "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí." ¿Cómo lo interpretamos?


Hay mucho que se puede decir acerca de este versículo. Lo primero que pienso es una cita de Santa Catalina de Siena: "Todo el camino al cielo es el cielo, porque Él dijo: Yo soy el camino". Catalina habla acerca de Cristo como el puente entre el cielo y la tierra, la divinidad y la humanidad . El puente entre el cielo y la tierra ya es el cielo, porque es Cristo.
Me encanta esta cita porque rompe la dicotomía entre medios y fines. La vida cristiana no es un medio para el cielo. La guerra no es un medio para la paz, la libertad no es un requisito previo para el seguimiento de Cristo. La vida cristiana va de practicar el cielo ahora, en la tierra, incluso si ello hace que te maten. No se trata de hacer nuestro camino hacia Cristo por un lejano eschaton; Cristo es el camino.


.- Si le pidieran que predicase sobre cualquier tema en las próximas semanas, ¿ qué texto elegiría y como lo exploraría?


Como el Adviento se acerca, creo que elegiría una de las grandes lecturas de Isaías que se encuentran en el Leccionario para el tiempo litúrgico. Estas son algunas de mis lecturas favoritas de todo el año. Plantean una hermosa visión de la nostalgia y la expectativa de una realidad transformada. Tal vez elegiría Isaías 11:1-9.
Woody Allen dice: "El león se acostará con el cordero, pero el cordero no dormirá mucho" Después de señalar que, de hecho, el cordero se junta con el lobo en Isaías, me gustaría explorar el comentario de Allen como un ejemplo de lo que se llama realismo. El realismo dice: "No sea ingenuo. En el mundo real, el cordero no tiene ninguna oportunidad frente al lobo. Cuando Dios cambia realmente la historia, entonces podemos relajarnos. Mientras tanto, tenemos que llevar un buen garrote".
En la lectura cristiana de Isaías, sin embargo, Dios ha actuado ya para redimir a la historia. La vara del tronco de Jesé ya ha brotado. El anhelo de Adviento se cumple en Navidad. La gente a veces malinterpreta el “todavía no" del Reino de Dios en el sentido de que Dios nos lo oculta. Pero Dios no ha ocultado nada. Dios nos ha dado al Hijo, el Camino. El "todavía no" se debe a que nosotros lo estamos retrasando. Continuamos como si nada hubiera sucedido, esperando que Dios haga realidad la visión de Isaías. Pero la buena noticia es que Dios ya ha actuado. Dios nos ha dado al Cristo, en quien la visión de Isaías de una realidad transformada se cumple.

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