“El liberalismo es absolutamente incompatible con el catolicismo…No es menester que el Papa y los Obispos lo declaren, se declara ello mismo. La lógica más elemental sobra para confirmarlo basta con poner frente a frente la negación del liberalismo lógico y la afirmación de la Iglesia, para que se vea que no pueden coexistir juntos, porque se destruyen mutuamente. Querer conciliarlos es intentar la identidad de los opuestos”.
(Juan Vázquez de Mella)
Hoy hay quien piensa que el catolicismo conservador es una suerte de catolicismo tradicional más moderado, pero en realidad es un liberalismo más moderado. El conservador condena los frutos más extremos del liberalismo, pero no quiere profundizar en sus raíces, en la incompatibilidad radical y esencial entre liberalismo y catolicismo. El conservadurismo actúa así de polo de atracción de los católicos con ganas de luchar contra el laicismo pero los neutraliza al mantenerlos dentro de la órbita del liberalismo. El conservador tiene, pues, un núcleo revolucionario y una apariencia contrarrevolucionaria.
El punto de tropiezo y de clarificación de campos entre los católicos tradicionales, que siguen la doctrina secular de la Iglesia y los conservadores que pretenden una conciliación del todo imposible como enseña la realidad histórica, es hoy la defensa de la Confesionalidad Católica del Estado. La pregunta para detectar a un conservador debe ser: ¿Esta usted por la recuperación de la Confesionalidad del Estado? SI o NO. Y la repuesta debe ser clara y concisa, sin pretender diluirla en palabrería confusa y evasiva.
Dentro del mundo conservador podemos encontrar dos tipos de actitudes frente a la renuncia a la confesionalidad: los que simplemente no la creen necesaria o incluso perjudicial para la Iglesia, y los que afirman que la querrían y esta sería buena, pero consideran que esta no es posible hoy en día y renuncian a su defensa pública. Esta última posición es incoherente a todas luces, porque al renunciar a su defensa renuncian de hecho a toda posibilidad de reconquistarla, y se sitúan de hecho al lado de los de la primera actitud.
Aquí encontramos por tanto el punto de separación de campos. Los conservadores consideran la política como “el arte de lo posible” y los tradicionalistas como “el arte de hacer posible lo necesario”. Es decir los conservadores son liberales y los tradicionalistas católicos. Como enseña Manuel de Santa Cruz: “el cambio de circunstancias no afecta al imperativo teológico inmutable del culto público y colectivo a Dios, establecido en las encíclicas “Vehementer Nos” y “Quas Primas” de Pío XI, con el componente esencial del –por ser Vos quien Sois- “ fundamento de la Realeza Social de Jesucristo. La renuncia conservadora tiene un detonante real inspirado en los respetos humanos y en complejos de inferioridad ante le mundo moderno sin entender que el signo de la doctrina social de la Iglesia es levantar una “contestación al mundo moderno” no la adaptación-rendición al mismo. José Miguel Gambra ha dejado escrito: “Nos dirán sin embargo, que a que sostener cosa tan ajena a lo alcanzable según cualquier previsión. A lo cual sólo podemos responder que el hombre, alma inmortal en cuerpo transitorio, tiende a eternizar el presente, sin darse cuenta de cuan rápidamente pueden cambiar las cosas. Y también contestaremos que lo que siempre puede hacerse es decir lo que debe hacerse, aunque no pueda hacerse. Y quien hace lo que puede, no esta obligado a mas”.
Podemos concluir:
1-La Tradición es un principio, el conservadurismo una actitud.
2-La Tradición es permanente, el conservadurismo evolutivo.
3-La Tradición es providencialista, el conservadurismo historicista.
4-La Tradición es católica, el conservadurismo liberal.
5-La Tradición es contra-revolucionaria, el conservadurismo revolucionario.
6-La Tradición es española, el conservadurismo es foráneo.
Y la forma de convertir a un tradicionalista en conservador es:
1-Excluyendo la religión de nuestro pensar político.
2-Hacernos defender tesis liberales creyéndolas católicas: democracia, derechos humanos, libertad religiosa, pacifismo etc.
3-Hacernos olvidar el fin de la historia, del hombre y del mundo: la gloria de Dios y la salvación de las almas.
4-Hacernos evolucionar “con los tiempos” sin arraigo ni permanencia en el espacio y en el tiempo.
5-En arrancarnos los principios para dejarnos en opiniones.
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