Chesterton decía: “Hemos olvidado nuestro propio significado, y todos vagamos por las calles sin que nadie nos cuide”. Y yo añado que también hemos olvidado a nuestros maestros, que antaño tanto nos cuidaron.
Éste es un país que presume de autodidactas. Presunción que deja al descubierto la mala consideración que tenemos del sistema educativo, el mayor fracaso, me atrevería a decir, de nuestra democracia. Eso de matar al padre siempre está bien, pues supone quebrar la norma pequeño burguesa de la hipercorrección, pero sólo cobra sentido cuando detrás reside el ansia de crecimiento personal. No olvidemos que sólo se asesina al maestro cuando uno se ha apoderado casi de su alma.
Fíjense bien cómo reviste al genio de una pátina de excelencia la autoformación, la fabricación de su propia imagen, sin injerencias ajenas. Su genialidad siempre se asume como superior a la de aquellos que reconocen haber recibido una instrucción reglada. Los autodidactas no son tales, no existen, en el diccionario comparten acepción con los desmemoriados.
¿Por qué esa repulsión por el profesor? Los nuevos mesías ensalzados por el periodismo han tomado el testigo.
Sin educación, me refiero a la de toda la vida, no hay autodidactas, sino inconscientes que jamás aprenden, como ministros que administran justicia saltándose las leyes. Esta sociedad nos da facilidades para ir al colegio, pero no para salir de ella como seres instruidos. Por desgracia, la historia del conocimiento ha caído en el ámbito del partido político, que son máquinas de crear ilusiones sociales, de definir modelos de realidad por sólo un período de cuatro años.
Elena Vallés|Diario de Mallorca
Éste es un país que presume de autodidactas. Presunción que deja al descubierto la mala consideración que tenemos del sistema educativo, el mayor fracaso, me atrevería a decir, de nuestra democracia. Eso de matar al padre siempre está bien, pues supone quebrar la norma pequeño burguesa de la hipercorrección, pero sólo cobra sentido cuando detrás reside el ansia de crecimiento personal. No olvidemos que sólo se asesina al maestro cuando uno se ha apoderado casi de su alma.
Fíjense bien cómo reviste al genio de una pátina de excelencia la autoformación, la fabricación de su propia imagen, sin injerencias ajenas. Su genialidad siempre se asume como superior a la de aquellos que reconocen haber recibido una instrucción reglada. Los autodidactas no son tales, no existen, en el diccionario comparten acepción con los desmemoriados.
¿Por qué esa repulsión por el profesor? Los nuevos mesías ensalzados por el periodismo han tomado el testigo.
Sin educación, me refiero a la de toda la vida, no hay autodidactas, sino inconscientes que jamás aprenden, como ministros que administran justicia saltándose las leyes. Esta sociedad nos da facilidades para ir al colegio, pero no para salir de ella como seres instruidos. Por desgracia, la historia del conocimiento ha caído en el ámbito del partido político, que son máquinas de crear ilusiones sociales, de definir modelos de realidad por sólo un período de cuatro años.
Elena Vallés|Diario de Mallorca
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